Voces

Tuesday 19 Mar 2024 | Actualizado a 03:26 AM

George Sand, la escritora del ayer

/ 25 de junio de 2021 / 01:19

El año 1804 fue un periodo en el que confluían y se entrecruzaban diversas problemáticas en la vida de la mujer. Tanto es así que fueron muy pocas o casi ninguna las que se revelaron y lucharon para darle “un sentido a su existencia” a partir de su realización personal. Sin embargo, para ello fue necesario que se enfrenten a una sociedad que imponía a la mujer una vida “sin razón”. Tiempos conservadores en los que la mirada clásica del momento era la gran limitante y fue justamente George Sand, seudónimo literario de Amantine Lucile Aurore Dupin, la mujer francesa que quebró esa tradición y dejó en el pasado su vida tradicional para ir tras sus sueños y recorrer un nuevo camino, el de la escritura.

Admiradora de Rousseau y de Voltaire, comenzó a dar sus primeros pasos en las letras otorgándoles un nuevo significado por demás desafiante. Algo ansiado por ella.

Obviamente, sus primeros escritos tuvieron poco éxito, pero aun así siguió con sus producciones críticas. A pesar de los desencantos, la baronesa Dudevant continuó en la lucha y publicó su primera novela, Indiana, en la que firmó como George Sand y dejó en el olvido a Amantine Dupin.

Indiana fue una obra que logró ser aceptada por los lectores, pero no estuvo libre de una fuerte crítica por ser considerada una especie de proclama incendiaria contra la vida en reposo de la sociedad. Un sentido que si bien tuvo que ver con el inicio de su labor de escritora, no dejó de ser explosivo en su contenido, por lo que la respuesta estuvo teñida de grandes críticas debido a que fue considerada una especie de proclama detractora.

Tampoco dejó de tener impacto porque mostró el Spirit Forte de aquel nuevo escritor poco conocido hasta entonces, George Sand. Pero lo determinante fue el duro cuestionamiento por la falta de presencia de la Filosofía como significado de su obra. Y como era de esperarse, Sand inmediatamente ingresó a la Filosofía, adoptando ideas de Lamendia, de los socialistas, de Pierre Leroux y Étienne Cabet. De ese modo, su pensamiento adquirió una nueva visión más sólida, aunque polémica. Lo importante fue que el sentido que comenzó a adquirir su reflexión la obligó a abandonar el camino de la simple cuentista, para adoptar en sus escritos “un tono filosófico” con gran visibilidad de contenidos y expresiones.

Así, las ambiciones de la escritora crecieron y adquirió su “propio estilo”, libre de influencias. Buscó un nuevo género y fuente de inspiración apoyado por la Filosofía. Y fue por 1847 cuando saltó a la fama con la obra La charca del diablo.

Con ello palpó cómo los nuevos momentos abrían otras sendas apoyadas por la poesía, la cual se convirtió en un ensamble de significados en sus escritos. Gracias a esa acción logró que George Sand encabezara la lista de los novelistas franceses.

Sencilla y atrevida, maravillosamente hábil para crear imágenes expresivas, esa mujer vestida de varón produjo obras singulares y de estilo indefinido, que no dejaron de tener una sobriedad admirable. Esto, comprensiblemente, desde la mirada de la época.

George Sand fue uno de los primeros blancos de la crítica implacable, pero eso no fue impedimento para estar considerada entre los mejores escritores de su tiempo.

Lo notable fue que esa mujer que adoptó el nombre y vestuario de un varón para que la sociedad aceptase sus obras, no dejó que los prejuicios de la época la derrumbasen y prosiguió con escritos que relataban intensas pasiones, odios sin límite y venganza. Urdimbres de sentires que vivió previos a su éxito.

Tampoco faltaron los amores en su vida, uno de ellos con el más sensible de los compositores: Federico Chopin, cuyos bellos Nocturnos siguen extrayendo hasta hoy emociones profundas.

En definitiva, George Sand logró romper los tabús de su época y, lo mejor, convencer de la existencia de talento en la mujer en general, que en ese entonces era considerada una simple decoración del hogar.

Patricia Vargas es arquitecta.

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Lo que no se ve, ¿un problema?

En los últimos años, en La Paz se triplicó la construcción de edificios no solo en el centro

Patricia Vargas

/ 15 de marzo de 2024 / 09:56

Algo singular de las ciudades es lo subterráneo, que no solo acoge a ciertas funciones urbanas como la circulación de los trenes subterráneos en algunos países, sino también a diversas instalaciones de otro tipo de servicios.

Hoy nos referimos a este tema debido a las lamentables afectaciones que ha sufrido el sur de la ciudad de La Paz en las últimas semanas, lo cual debiera llevar a la revisión, en algún momento, del alcantarillado del centro urbano.

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Es justamente de esto último que se conoce poco; es el caso de la reposición de conexiones de alcantarillado sanitario, pues muchos de los tubos colectores ya cumplieron su vida útil.

Esta situación se percibe en los olores que desprenden ciertos sectores del centro urbano, los cuales debieran llevar a su control, pues anuncian que allí algo está sucediendo. La salud y la seguridad de la ciudadanía así lo exigen.

Tampoco se debiera olvidar la revisión del buen funcionamiento de las distintas instalaciones de los edificios en altura. Para ello, valdría la pena controlar los lugares donde se ubican las centrales de conexión y el control de las redes de alcantarillado, gas e iluminación urbana.

En los últimos años, en La Paz se triplicó la construcción de edificios no solo en el centro, sino en sus barrios más alejados. Bloques de hasta 40 pisos que cuentan con un número importante de departamentos, oficinas y demás espacios funcionales, los cuales están conectados a las redes de alcantarillado externo y a la acometida de agua potable.

Dado ese crecimiento, el centro urbano paceño debiera tener una mayor atención en cuanto a los temas expuestos, ya que en el eje (Mariscal Santa Cruz y adyacentes) el sistema de la red de alcantarillado fue cambiado hace cuatro décadas. Pese a ello, se sigue construyendo, conectando o descargando aguas servidas al alcantarillado antiguo, el cual respondía seguramente a la dimensión requerida en aquellos años.

Lo preocupante es que esa tarea si bien fue prioritaria y para ese entonces preventiva, pareciera que posteriormente no contó con el apoyo de las reparticiones técnicas encargadas de esa especialidad. Posiblemente, porque no cuentan con los recursos para invertir en “lo que no se ve”. De ahí que la tarea de control, mantenimiento o cambios fue postergada en el tiempo.

Hay que recordar que las grandes edificaciones en altura hoy cuentan con un número mayor de 30 departamentos por bloque, sin olvidar las oficinas y demás espacios de equipamiento que poseen. Esos inmuebles se hallan conectados a las redes de alcantarillado externo y a la acometida de agua potable.

Debido a todo lo anterior, actualmente se triplicó el número de conexiones sanitarias y poco se conoce sobre los nuevos planes y programas referidos a la reposición de conexiones de alcantarillado sanitario, y menos sobre la ampliación de nuevas redes. Esto, aun sabiendo que muchos de los tubos colectores rebasaron su lapso de utilidad. Un cálculo que se basa en que el tiempo de duración, según expertos, es de 30 años.

Cabe mencionar que esta información fue consultada a expertos sanitarios, quienes señalaron que los colectores ubicados en las avenidas posiblemente ya colapsaron debido a que sobrepasaron su capacidad de evacuación.

Ante este panorama, se entiende por qué la atención de “lo que no se ve” siempre encuentra motivos para su postergación, lo cual podría llevar a que en el futuro se presenten más problemas de los que se registraron en las últimas semanas.

 El artículo no pretende alterar más a la población, todo lo contrario, busca que los expertos y responsables de las distintas instalaciones de esta ciudad se esmeren en el control y esencialmente el mantenimiento de las distintas instalaciones. Y con ello, evitar problemas a futuro.

(*) Patricia Vargas es arquitecta

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La ciudad lineal, ¡un acontecimiento!

Lo peculiar de este momento es que la ‘ciudad lineal’ en Asia muestra una ruptura total con la ciudad tradicional

Patricia Vargas

/ 1 de marzo de 2024 / 10:50

La ciudad del futuro conlleva imaginarios que buscan convertirla en una gran metrópoli y para ello está abierta a nuevas propuestas conceptuales y espaciales. Mucho más, estudiosos señalan que la nueva ciudad del mañana estará conformada esencialmente por edificios, avenidas y grandes áreas verdes.

Una imagen que sorprende y cautiva porque se presenta como un gran remanso para la vida ciudadana. Sin embargo, también lleva a una interrogante: ¿todas intervendrán sus centros urbanos o los reducirán para su conversión en netamente informacionales?

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Innegablemente, las ciudades parecieran buscar hoy liberarse del pasado. Una realidad que se hace evidente, por ejemplo, en las megaciudades del Asia, que eliminaron la periferia para transformarlas en grandes espacios de crecimiento urbano.

Planificadores de estos tiempos aseguran que la ciudad contemporánea se está despojando cada vez más de la identidad, ya que ésta, con el tiempo, pareciera ser una limitante para su desarrollo. Asimismo, su centralidad evita la renovación, la expansión y cierra su proyección al futuro. Esto en el entendido de que toda identidad extrema obstaculiza el progreso.

Lo interesante es que los visionarios de la ciudad del futuro afirman que vivimos en un tiempo sin medida, esto es, el desarrollo cada vez más grande de las nuevas condiciones de la vida ciudadana.

Por todo ello, el mundo urbano pareciera hoy responder a la emergencia de la nueva sociedad, la sociedad red, característica de la era de la información y de la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación.

Esto, porque son estos tiempos los que serán testigos de las profundas transformaciones de las ciudades. Una muestra de ello es lo que ocurre en las ancestrales urbes del Asia, que no olvidan fácilmente sus creencias y hábitos de vida; pero, con todo, hoy han sido transformadas en megaciudades.

Una realidad que no debe desmerecer a las ciudades del ayer, que tuvieron  su origen en un centro. Este fue convertido en histórico y de él nació la trama urbana o cuadrícula, que se expandió a través de un crecimiento ordenado, pero que determinó la desigualdad del valor de la tierra y la aparición —en nuestro caso— de las laderas.

Dado que la ciudad está cambiando, se construye la ciudad lineal al medio del desierto. Una urbe que ha eliminado toda centralidad y, con ello, toda identidad. Esto indica que las ciudades que deseen conservar sus centralidades no podrán responder a los nuevos tiempos y menos al “vivir conectado” que predomina en la actualidad.

De ahí que la ciudad contemporánea se transforma cada vez más, hasta el punto en que es altamente descentralizada y tiende a desdibujar lo funcional de los espacios de trabajo y los de residencia. Empero, con ello también nace el futuro de su nueva definición funcional.

Para terminar, es evidente que las megaciudades se van liberando de lo histórico y de los centros urbanos, para ir creando otros espacios de uso múltiple y de valor espacial. Una propuesta que terminará con la existencia de las periferias, pues las convertirá en verdaderas ciudades del mañana, donde lo informacional logrará transformar el sentido y significado de la vida del habitante.

Lo peculiar de este momento es que la ciudad lineal en Asia muestra una ruptura total con la ciudad tradicional. Es más, su nueva conceptualización y definición espacial pareciera estar llevando a la vida urbana, hacia la nueva era. ¡Un verdadero acontecimiento!

(*) Patricia Vargas es arquitecta

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Dos ciudades, una historia

Hoy, no cabe duda de que Tokio es el paraíso de los arquitectos

Patricia Vargas

/ 2 de febrero de 2024 / 09:43

Kioto fue la antigua capital del Japón. Una ciudad venerada y divina, fundada en 794 por el emperador Kammu con el nombre de Miyako, la cual además de ser considerada sagrada, fue la residencia del soberano y su descendencia.

Por sus cualidades naturales, Kioto contaba con un territorio que respondía a las normas de la geomancia. Un valle ancho rodeado de montañas y lleno de árboles, que lo llevaron a ser denominado la capital de la paz.

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Lo singular de esa ciudad fue que sus trazos urbanos respondían a las creencias culturales niponas, al modo del Xián: calles cuadradas y con una delineación en forma de cuadrícula, donde el palacio se hallaba situado al norte y la puerta de Rashomon protegía el sur. Conceptos culturales de una ciudadela que se revelaba como una especie de paraíso, el cual inspiró una novela: La historia de Gengi o Historia de amor. Mucho más, los poetas no solo hallaron inspiración en su naturaleza, sus montañas de distintos colores, especialmente el púrpura, y sus arroyos cristalinos, sino que colaboraron para que se la denominara la ciudad de los palacios bermellones.

Así, a principios del siglo XVIII, Kioto dominaba todo lo que tuviera que ver con cultura, estilo y asuntos espirituales, por lo que siguió siendo considerada la ciudad sagrada. Fue en la Segunda Guerra Mundial que los Tokugawua (régimen feudal) fueron derrotados y los nuevos soberanos instauraron como capital oficial a Tokio y determinaron el traslado del emperador a esta ciudad.

Esa urbe se convirtió en la ciudad más dinámica del Japón y se mantuvo en constante transformación, conservando poco de lo antiguo. De ahí que algo singular de ella es que conserva hasta nuestros días la vida efervescente de una ciudadanía comprometida con el mañana.

Allí, desde sus inicios, su sentido de lo transitorio ha formado parte de su desarrollo. Un mundo flotante que ha convertido su realidad cualitativa en permanente y llena de contrastes.

Desde su nacimiento, Tokio fue una ciudad pujante que llegó hasta a ganarle tierra al mar, para lo cual construyó diques y excavó canales.

En 1964, los Juegos Olímpicos se celebraron en Tokio y esta fue una oportunidad para que Japón mostrara al mundo el nivel de su desarrollo. Para ese gran evento se instalaron trenes de alta velocidad, se construyeron carreteras de múltiples carriles y no faltaron los campos Elíseos de Tokio.

En 1970, Japón gozaba de una prosperidad sin precedentes. Años del milagro económico en que la riqueza crecía a un ritmo vertiginoso y los rascacielos brotaban en Shinjuku -construidos al medio de la ciudad antigua-.

Fue en 1980 que Tokio hizo una invitación a arquitectos audaces para que dieran un nuevo toque a esa gran urbe.

Posteriormente, en 1989, se inauguró el edificio del gobierno metropolitano de Tokio, concebido por el arquitecto Kenzo Tange, cuya estructura en forma de catedral, fue lo que marcó la cúspide del progreso de ese periodo.

Lo interesante es que, en la década del 2000, Tokio comenzó a reinventarse nuevamente y las grandes edificaciones se construyeron a prueba de terremotos. Independientemente de ello, esa gran ciudad continuó concibiendo y mostrando al mundo renovados ejemplos de arquitectura. Con esos antecedentes, en 2021 inauguró un museo dedicado a la arquitectura y el urbanismo.

Hoy, no cabe duda de que Tokio es el paraíso de los arquitectos. Es más, se afirma que es una ciudad que abraza el pasado y el presente, mientras se reinventa permanentemente para seguir adaptándose al futuro.

(*) Patricia Vargas es arquitecta

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Estética de la fealdad

No sorprende que son tiempos que se pregona el ingreso de un arte que incorpora lo asimétrico, lo disarmónico, lo desfigurado

Patricia Vargas

/ 19 de enero de 2024 / 07:00

Al igual que la belleza, el concepto de fealdad fue evolucionando a lo largo de la historia. En el mundo griego, lo feo se identificó con el mal y ese contraste se consolidó como la negación de lo verdadero, lo bueno y lo bello.

Para ciertos filósofos del pasado, sin embargo, lo feo estuvo relacionado con la privación, la ausencia absoluta de algo, la carencia. Esto, en contraste con lo bello, que era comprendido en ese entonces como la plenitud. 

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Con la llegada del cristianismo, la fealdad se introdujo en el campo de las artes. Hegel afirmaba que el mundo griego jamás habría representado a un dios y menos soportado lo feo en compatibilidad con la sensibilidad helena. La razón era que se consideraba que lo sublime elevaba a la belleza. En cambio, el cristianismo supo asumir la fealdad como un medio para mostrar el pecado a la humanidad.

Una gran diferencia entre los dioses paganos y el Dios cristiano, pues este último hasta fue humillado al descender a lo humano. Todo en busca de la salvación de los creyentes judíos, que exigía no establecer distinción alguna entre unos y otros.

En 1767, Lasconte estudió la fealdad como una categoría específica del arte figurativo, cuya presencia perduró durante siglos. Empero, con la llegada del Romanticismo, el arte se ocupó de lo feo, acogiendo hasta lo deforme.

Así, la historia relata que esa teoría descriptiva de la belleza y aquella carente de ésta, se extendió hasta el siglo XX.

En esa línea, la pintura y la escultura contemporánea, como la del artista colombiano Fernando Botero, transformaron la gordura en un nuevo principio estético.  Asimismo, las obras de Picasso y Schönberg pusieron fin al ideal clásico de la belleza, incorporando lo asimétrico y lo disarmónico como parte del arte bello.

Destaca que Umberto Eco —uno de los estudiosos de la estética y el arte—, luego del éxito de su obra referida a la belleza, ingresara al estudio de la historia de la fealdad. Momentos en los que el pensador reconoció la evolución de los gustos y remarcó cómo aquello logró constituir una suerte de antología en la cultura estética occidental.

No faltaron los escritos que resaltaron cómo lo posmoderno, en ciertos ejemplos, logró ilustrar la visión sobre la fealdad.

Asimismo, Eco declaró su atracción por lo feo y avanzó incluso al análisis de lo desagradable, lo monstruoso. Una acción que lo llevó a afirmar que la historia de la fealdad es decididamente más interesante que la historia de la belleza.

Esa especie de exaltación de la palabra fealdad en el mundo contemporáneo acercó al filósofo a nuevos conceptos vinculados a los relatos de la ciencia.

En ese orden de ideas, la estética está presente en todo, el sonido, el movimiento, y no solo en la expresión dibujada o pintada.

Lo particular es que la fealdad hoy tiene una fuerza que puede ser interpretada como la otra forma de expresión, la rebelde, la contradictoria; como lo manifiestan algunas obras de arte como El grito contra la opresión.

Estudiosos contemporáneos que se rebelaron contra el arte clásico, representaron a lo feo con lo amorfo, lo disonante, lo anómalo; algo que, pese a todo, no limitó la imaginación creativa.

Por todo lo anterior, no sorprende que son tiempos que se pregona el ingreso de un arte que incorpora lo asimétrico, lo disarmónico, lo desfigurado. Bajo esas características, este tipo de arte tiene el infortunio de ser llamado el arte de la fealdad, cuando esa denominación no siempre es la que merecen esas expresiones artísticas.

(*) Patricia Vargas es arquitecta

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Un ave fénix… una ciudad

La historia de Barcelona es destacable en la lucha por el surgimiento de una urbe próspera

Patricia Vargas

/ 5 de enero de 2024 / 08:12

Rodeada de montañas y grandes vientos no favorables para la navegación a vela, Barcelona fue el sitio menos propicio para hacer nacer al ave fénix de España.

Un lugar donde en la Edad Media no era posible que atracaran grandes embarcaciones en sus puertos de dimensiones limitadas, por lo que requerían echar mano de pequeñas barcazas para descargar sus productos. Lo sorprendente fue que este sitio era el más importante de Europa.

Pero llegó el despegue industrial del siglo XIX y Barcelona surgió en medio de una infinidad de disturbios civiles relacionados con las luchas entre carlistas y liberales.

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Sin embargo, esa realidad no evitó que esa urbe se convirtiera en la más importante de España, para luego transformarse en la ciudad moderna de mayor relevancia de ese país europeo. Esto a pesar de los pocos recursos con que contaba.

Esa nueva urbe se destacó por la construcción de grandes edificios industriales, los cuales resaltaron su pujanza plasmada en la multiplicación de fábricas, sin olvidar que en paralelo renacieron las artes y las letras.

Gracias a esos avances, la Declaración de 1855 afirmó que allí los palacios no albergaban faraones ni orgías, sino a los productores de la historia económica de esa ciudad. Fue desde ese momento que arquitectos sembraron, como afirman escritos, el estilo nacional y la urbe expresó con fantasías moriscas obras representativas como la Casa Batlló (patrimonio de la Unesco) y el templo de la Sagrada Familia, ambas del arquitecto Antonio Gaudí. Un universo simbólico que además abarca a las torres de cuento de los arquitectos Rogent y otros.

El ascenso de Barcelona llegó con la invitación para ser la sede de la Exposición Internacional de 1929, cuando la ciudad ya superaba el millón de habitantes. Con ello, el ave fénix catalana inició el camino irreversible de su desarrollo.

En dicha muestra, el arquitecto Mies van der Rohe presentó el pabellón del Estado alemán con una propuesta, según Kennett Frampton, de innegable composición suprematista-elementarista.

La ciudad española fue sorprendida por el racionalismo del pabellón alemán y nació el acuerdo para superar la Barcelona de la generación anterior. Así, a principios de ese siglo ya prevalecía el estilo modernista.

La historia de Barcelona es destacable en la lucha por el surgimiento de una urbe próspera, ya que desde 1834 las distintas revoluciones en sus colonias llevaron a su florecimiento en 1929. Asimismo, su pujanza la condujo a su conversión en ciudad de irrefrenable desarrollo hasta llegar a ser la más importante de España.

Esa región comenzó a vivir un nuevo tiempo gracias a las distintas experiencias y los grandes anhelos de crecimiento que fueron alcanzados con los esfuerzos de su población.

En 1980, Barcelona inició su transformación contemporánea y sus proyectos urbanos estratégicos cobraron impulso gracias a su nominación como sede de los Juegos Olímpicos de 1992.

Lo singular es que los nuevos proyectos mostraron una fase evolutiva significante y de transformación de esa ciudad, la cual comenzó a proponer grandes transformaciones y para ello se propuso un urbanismo que “se realice a través de la arquitectura y no así en criterios abstractos”. Bajo esa premisa, las autonomías de la arquitectura propusieron hacer un urbanismo con arquitecturas personalizadas.

Es evidente que las ciudades anhelan grandes transformaciones logradas gracias al tesón de sus sociedades y a quienes las dirigen. En el caso de Barcelona, las nuevas intervenciones realizadas permitieron convertirla en el nuevo ave fénix de España.

(*) Patricia Vargas es arquitecta

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