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La complejidad de don Huáscar Cajías

Conocí a don Huáscar Cajías cuando ingresé a la Sociedad Boliviana de Ciencias Penales como miembro académico, con mi trabajo Granja de Espejos: ¿aberración jurídica o lucha de clases? en 1985. Él (y dos miembros más) me posibilitó ser el primer cruceño y el benjamín de la Sociedad.

Mi segundo encuentro fue con su obra de criminología que devoré en la maestría en ciencias criminológicas y penales. En 1991 fui invitado por el Parlamento para conformar la Comisión para la Reforma del Estado que él presidía. De nuevo sería el benjamín y único cruceño de esa comisión que viabilizó la más profunda reforma a la Constitución de 1967, incorporando el Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo, defensa pública para los procesados pobres, el pluralismo cultural, el proceso penal oral, entre otras instituciones jurídicas. Conocí otras dimensiones de Don Huáscar.

En la criminología latinoamericana, sostengo que existe una primera generación de criminólogos integrada por quienes adoptaron al positivismo y la llamada criminología crítica (materialista o marxista).

El positivismo criminológico que se generó a finales del siglo XIX tomó los principales centros académicos y políticos, y se constituía en la traducción de Augusto Comte, la cúspide del racionalismo cartesiano, que configura el “método” —obviamente positivista— como “el” instrumento de investigación científico. A finales del siglo XIX, pero principalmente a inicios de la segunda mitad del XX, emerge la criminología crítica transpolando el materialismo histórico y la dialéctica para explicar la criminalidad desde la lucha de clases y criticar al positivismo.

¿Cuál es el gran mérito de esta primera generación de criminólogos latinoamericanos? Haber abierto un espacio importante para la criminología.

Claro que hay diferencias sociopolíticas que han favorecido a una, logrando su penetración a tal punto que transversaliza todas las esferas y dimensiones de nuestras sociedades. El positivismo llegó con etiqueta de cientificidad, racionalidad, valores morales y/o religiosidad, etc.

Y la criminología crítica toma impulso finalizando la década de los 70, desde Venezuela, y languidece finalizando los 90. En el último lustro es reimpulsada desde Argentina.

Rafael Garófalo sostiene que existen “sentimientos medios” en la sociedad en cada época. Relanzo y redimensiono esta categoría como los valores medios, y que son aceptados —consciente o inconscientemente— por la mayoría, y obviamente reproducidos. También es conocida la categoría de “imaginario colectivo”. La pregunta que surge es: ¿Escapar de ellos es posible? No lo sabemos. Lo que sí es que no debemos abordar a los autores desde nuestra época, con valores, imaginarios y visiones diferentes para retrotraerlos a contextos históricos, culturales y/o geográficos diferentes.

En 1955, Don Huáscar publica Criminología. El ejemplar que hoy manejo es de la quinta edición con doceavas reimpresiones hasta 1977. Fundador de la Sociedad Boliviana de Ciencias Penales en 1977, que presidió, además de criminología impartió la cátedra de filosofía jurídica y fue director del extinto periódico Presencia. Tras presidir la Comisión para la Reforma del Estado, asumió la presidencia de la Corte Nacional Electoral, instancia estatal de lujo que hasta ahora no ha tenido cuestionamientos, como el resto.

Asumiendo una visión de vida, fue un ejemplo de valoración a la justicia, la dignidad y al Derecho; y, en la dimensión privada, en su vida familiar se vieron sus frutos.

Alejandro Colanzi es criminólogo. Correo: acolanzi@gmail.com