Eclipse opositor
Las réplicas del colapso reputacional del gobierno de Jeanine Áñez están afectando la capacidad de las fuerzas opositoras para actuar eficazmente en el campo político. Aunque ya venían debilitadas después de su debacle de octubre de 2020, lo que ahora está en duda es su posibilidad de constituirse en una alternativa creíble al oficialismo desde la perspectiva de las mayorías sociales.
A veces, el furor de las redes sociales hace perder la perspectiva de los fenómenos sustantivos que van reconfigurando el escenario en el mediano plazo. Entre las ocurrencias del día, se tiende a suponer que la política es una repetición ad nauseam de “narrativas” a punta de golpes mediáticos coyunturales. A falta de convencer al adversario o al indeciso, al menos se busca empatar la partida sembrando confusión.
Sin embargo, más allá de ese ruido, suelen aparecer eventos que definen corrientes de opinión que modifican durablemente las percepciones y valoraciones de los ciudadanos de los actores y eventos políticos. Son esos factores críticos, muchas veces imprevistos, los que definen los escenarios futuros.
No vamos a abundar en el complicado panorama que dejó, entre las fuerzas opositoras, la inesperada e incomprensible, para la mayoría de ellos, victoria de Luis Arce con 55%. Pese a eso, era evidente que habían obtenido su mejor desempeño electoral, expresión de una base social numerosa, intensa en su anti-masismo y que podía movilizarse en ciertos contextos. Las elecciones subnacionales reforzaron la idea de un equilibrio, aunque a costa de meter en una misma bolsa a las más diversas expresiones del pluralismo político nacional.
Las oposiciones eran, pues, un paciente aún en convalecencia, pero con posibilidades de recuperación. Francamente nadie imaginó la deflagración que se produjo después de la revelación de las corruptelas de Murillo por una fuente difícilmente descalificable y la seguidilla de informaciones que desnudaron los vicios y fracasos del régimen transitorio.
Quizás para algunos, estos eventos son anécdotas que una vez pasados sus minutos de fama serán olvidadas, pero me parece que su efecto es relevante. En primer lugar, debido a que impactan en la justificación éticamoral que fue la base de la narrativa que renovó al anti-masismo después del 21F. Al respecto, encuestas de fines de 2019 mostraban, con clarividencia, que las razones principales de rechazo al MAS habían sido éticas: el autoritarismo, arbitrariedad y corrupción que supuestamente le caracterizaban. Ergo, sus sucesores no podían fallar en ningún caso en esos aspectos.
A ese cuestionamiento moral se agregó el cuestionamiento, ya casi generalizado, al desempeño del gobierno transitorio, que no se salva casi en ninguna dimensión. Lo cual hace que para una mayoría la posible alternancia no solo sea poco probable sino incluso no deseable, en la medida que no existe un proyecto político renovado que trascienda al masismo, pero sobre todo por la sospecha, bien instalada, de que los políticos y fuerzas que se reclaman de esa línea no dan garantías de que pueden hacerlo mejor que los azules. Para muchos, ese sentimiento no es solo una suposición, sino un dato ratificado por múltiples evidencias.
El desprestigio de Áñez es como un hoyo negro que está absorbiendo a todos los planetas, incluso alejados, de esa galaxia política. Porque para las mayorías no hay muchas diferencias entre ellos: todos estuvieron ahí entronizando a la senadora beniana, la acompañaron en algún momento o no dijeron nada cuando había que deslindarse. Eso hace que los matices no se perciban y, aunque sea injusto en algún caso, el desprestigio parece estar arrastrando al conjunto del liderazgo opositor tradicional y su frágil institucionalidad.
Por tanto, me aventuro a pensar que las tareas de los opositores han cambiado dramáticamente de dimensión y urgencia. No solo deben pensar en un proyecto renovado sino encarar casi un big bang de estructuras y personas para reconstruir confianza social. Por cierto, siempre habrá una minoría intensa que les seguirá siendo leal, eso puede confundir, pero lo que está realmente hoy en cuestión son sus condiciones para construir algún día una mayoría alternativa. Eso no es menor.
Armando Ortuño Yáñez es investigador social.