La pandemia del COVID-19 y las diferentes cuarentenas han traído consigo repercusiones diferenciadas sobre los distintos estratos sociales, con la consiguiente ampliación de las desigualdades en términos de oportunidades, ingresos y empleos. Las políticas públicas apropiadas para corregir esta situación tendrían que ser diseñadas desde ahora mismo, de la misma manera que sería conveniente preparar un esbozo de la nueva normalidad deseable para cuando pase esta primera experiencia, y cuando se presente la oportunidad para aprovechar las lecciones costosamente aprendidas.

El COVID-19 ha cambiado el funcionamiento de las sociedades a nivel global y ha dado inicio a la conformación de una nueva geopolítica de múltiples dimensiones. Por lo tanto, una estrategia viable de desarrollo a largo plazo necesita comenzar con una interpretación correcta de las posibles circunstancias que prevalecerán en las próximas décadas en el ámbito global y en la región latinoamericana.

En este sentido existen algunas ideas que podrían ser exploradas desde ahora, entre las cuales menciono ahora la necesidad de atender las insuficiencias reveladas del sector salud; las perspectivas favorables que se derivan del alza de los precios internacionales de los minerales, y las posibilidades que ofrece la incorporación del país en los grandes mercados de alimentos orgánicos, libres de gluten.

El año y medio de la pandemia ha mostrado claramente las severas limitaciones del sistema de salud, tanto en términos de instituciones, así como en cuanto a equipamientos, personal capacitado, insumos y otros componentes imprescindibles para la prevención, tratamiento y curación de enfermedades de impacto masivo simultáneo. Los organismos especializados recomiendan aumentar el presupuesto de salud desde un nivel actual de 2% hasta 6%. Pero de nada serviría un presupuesto triplicado si no se contemplan cambios estructurales y una reconfiguración integral del sistema de salud en todos sus componentes. En tal contexto cabría contemplar el potenciamiento de las capacidades nacionales de producción de medicamentos y vacunas esenciales. La industria farmacéutica en Bolivia cuenta ya con empresas experimentadas, capaces de constituirse en los pilares de una industria farmacéutica boliviana de alcance internacional, con posibilidades de incorporarse a algunas cadenas internacionales de valor de la industria farmacéutica global.

En cuanto a la minería, los expertos anticipan que el futuro de ciertos minerales estará determinado por los compromisos internacionales relacionados con el cambio climático, particularmente en lo que se refiere al cambio global de la matriz energética del mundo, puesto que se pretende sustituir los combustibles fósiles por fuentes menos contaminantes, entre las cuales se mencionan el litio, el cobalto, el níquel y el cobre. Se trata de desarrollos tecnológicos organizados por las grandes transnacionales de la industria automotriz y otras, en combinación con las que operan en la fase extractiva y de procesamiento y refinación de minerales.

Bolivia cuenta con posibilidades muy grandes de abastecer la demanda de algunos de los minerales estratégicos para dicho cambio hacia nuevas fuentes de producción y conservación de energía. Pero su aprovechamiento en gran escala depende de importantes cambios estructurales en el orden minero del país.

Por último, en el ámbito de los alimentos orgánicos existen experiencias verificables de inserción exitosa en un mercado global con enormes perspectivas de crecimiento, las cuales podrían ser escaladas en un grado significativo mediante las políticas adecuadas.

Los tres casos mencionados demuestran la existencia de ámbitos propicios para la transformación productiva, la innovación y la inserción internacional con alto valor agregado.

Solo falta el cambio de la actual visión política, lo que no es poco decir.

Horst Grebe es economista.