La expresión “brecha temporal” (espacio-tiempo) se ha estado utilizando como un término de lenguaje corriente ya a partir de la formulación de la teoría de la relatividad especial (formulada por Einstein en 1905), teniendo que decir que esta definición conceptual del espacio y el tiempo fue y es uno de los avances más importantes del siglo XX en el campo de la física.

Porque de acuerdo con esta teoría, “El tiempo no puede estar separado de las tres dimensiones espaciales, sino que al igual que ellas, este depende del estado de movimiento del observador”. Por ejemplo, alguien que estuviera viajando al 90% de la velocidad de la luz, percibe el tiempo diferente de alguien que viajara al 1%. En esencia, estos dos observadores medirán tiempos diferentes para el intervalo entre dos sucesos, siendo que la diferencia entre los tiempos medidos depende de la velocidad relativa entre los observadores (según aclaración de Wikipedia.org).

Pero dentro de este análisis y observación distante e inexperta de mi parte sobre la cosmología física, siempre me surge y creo nos surgirá la pregunta: ¿Si el universo es cuántico, no lo son también los otros elementos que la componen? Por eso quiero permitirme hacer una referencia a la educación pregradual y/o universitaria, en Bolivia, en Latinoamérica o en cualquier parte del mundo con características similares. Pero no refiriéndome al término de la brecha educacional o a la brecha tecnológica y/o digital, ni tampoco a la brecha cognitiva y/o brecha pedagógica. Sino que me quiero referir a la brecha temporal, porque existe y ha existido camuflada, haciendo esta vez énfasis en los términos expuestos en la misma teoría de la relatividad de Einstein: “El tiempo no puede estar separado de las tres dimensiones espaciales, sino que al igual que ellas, este depende del estado de movimiento del observador”.

Con cuyos términos, me cabe observar y mencionar que en la educación el tiempo depende del estado de movimiento del observador, o por qué no decirlo en este caso del “estudiante”. Teniendo que aportar nuevos elementos, que me vienen a la mente de manera recursiva tras haberlos escuchado en un congreso educativo y de la boca de Virginia Gonfiantini (doctora en educación en Argentina). Quien no se limita a señalar que la educación sea transmisiva en tiempos pedagógicos y en sus categorías respectivas, sino que, además nos ilustra con la idea que los estudiantes ven ahora la educación en tiempos no lineales.

Efectivamente, los estudiantes se apropian del conocimiento de un modo no lineal (que interrumpe o altera la secuencia del aprendizaje que se nos ha marcado socialmente), rompiéndose de esta manera los esquemas tradicionales inclusive del autoaprendizaje, como de aquellos que se nos habrían impuesto en un aula cerrada.

Y que me impulsa a volver a cuestionarme, ¿acaso podemos prohibirlo? ¿podemos restringirlo?

Porque la tecnología que es un factor presente, invasivo y ahora cotidiano, también es una variable en cuya función el conocimiento envejece o desaparece gradual y/o tácitamente. Abriéndose con esto una recurrencia temporal o una brecha de tiempo en la educación, como cabría decir y ayudada por la tecnología.

Donde la ocurrencia de la tan comentada pandemia que nos asalta por todos lados ha descubierto o mejor dicho puesto al descubierto las fisuras y grietas que se han profundizado en los últimos años. Porque la variable de la tecnología, o dicho de otro modo, el acceso a la tecnología, también es la que marca la profundidad de aquella brecha temporal en la educación.

Marcial Villarroel Siles es economista.