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Monday 6 May 2024 | Actualizado a 03:14 AM

Barreras contra el fuego

/ 7 de julio de 2021 / 02:03

La región amazónica abarca una superficie aproximada de 8.470.209 km2, es compartida por nueve países: Brasil (61,8%), Perú (11,4%), Bolivia (8,4%), Colombia (6%), Venezuela (5,6%), Guyana (2,5%), Ecuador (1,6%), Surinam (1,7%) y Guyana Francesa (1,0%). Las áreas naturales protegidas representan en total el 24,6% y los territorios indígenas cubren el 27,5%, en esta región.

Las quemas e incendios forestales en la Amazonía constituyen una de las mayores presiones sobre los ecosistemas. Según la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG), la superficie afectada del territorio fue de 207.877 km2 (2,5%) para 2019 y 231.994 km2 (2,7%) para 2020, del total. Históricamente, los datos de quemas son preocupantes: entre 2001 y 2018, el 13% de la Amazonía fue afectada por el avance del fuego, superficie equivalente a todo el territorio de Bolivia. Se puede estimar que los principales factores asociados a los incendios forestales están relacionados a los cambios y/o pérdidas en la cobertura vegetal debido a actividades lícitas e ilícitas, y por supuesto, en mayor o menor intensidad, a los fenómenos climáticos El Niño, La Niña y los efectos del cambio climático.

Las investigaciones de la RAISG reafirman la hipótesis de que las áreas protegidas y los territorios indígenas funcionan como barreras naturales; no obstante, en los últimos años han sufrido más impactos y daños por la expansión e intensidad del fuego. Las áreas quemadas en áreas protegidas se dan con mayor proporción en las de categoría nacional y subnacional, llegando a una superficie afectada de 33.372 km2, equivalente al 16% (2019), y 39.877 km2, que significa el 17% (2020), del total de áreas protegidas en la Amazonía. En los territorios indígenas, los incendios significaron una afectación del 24,6% (2019) y 23,7% (2020).

El aumento de la ocurrencia de incendios en los últimos años en la Amazonía, y específicamente dentro de áreas protegidas y territorios indígenas, puede estar asociado a una descontextualización de las prácticas agrícolas tradicionales que requieren ser adaptadas a una realidad climática más agresiva e imprevista. Es reconocido que las prácticas tradicionales indígenas, por milenios, han manejado el fuego de manera controlada; sin embargo, se han venido sustituyendo y/o adoptando otras prácticas sin un asesoramiento de acuerdo con el contexto. Por otro lado, hay que dirigir la mirada a lo que pasa alrededor de estos espacios, donde se ejercen cada vez más presiones que vulneran los derechos otorgados a los territorios y comunidades que las habitan, así como se pierde la conectividad ecológica, esencial para la sostenibilidad de los ecosistemas y su biodiversidad.

Es evidente que los territorios protegidos se constituyen en una boleta de garantía para la Amazonía, por los servicios ambientales que brindan al planeta, y nos promueve a contribuir su conservación, visibilizando las amenazas, las presiones y promoviendo espacios de información que contribuyan al conocimiento para conservar estos espacios naturales y culturales.

Dorys Méndez es gerente de Proyecto de la FAN

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La magia de los árboles urbanos

El reto es ser estratégico e inteligente, viendo el potencial del espacio donde habitamos

Dorys Méndez es gerente de Proyecto de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN)

/ 10 de mayo de 2023 / 09:39

El toborochi es un árbol de flores rosadas que luce en las calles y avenidas de la ciudad de Santa Cruz anunciando los primeros fríos de otoño. Su esbelta figura parece una pagua posando en toda la ciudad. La literatura científica lo cataloga en el género Ceiba y se podría decir que es un símbolo de identidad, ya que se encuentra en el escudo cruceño y en los billetes de Bs 20. El toborochi es parte de la cultura guaraní, siendo su primer hogar las tierras bajas de Bolivia. Este árbol tiene muchas historias, leyendas, galardones, su presencia ha generado una corriente de eventos, cuentos, canciones, poemas, etc. Inclusive existe una cadena cibernética de fans de los toborochis.

Pero el objetivo de esta introducción es inspirar y cautivar al lector por los árboles de su ciudad. Así como el toborochi, podríamos hablar de muchos otros, que tienen la misma nobleza en la vista y beneficios para los habitantes citadinos. Los árboles en las ciudades son parte de su identidad y siempre cuentan historias. Si pudiéramos reconocer no solo el toborochi, sino cada árbol de las ciudades, tendríamos muchas historias que contar y conocimiento para cuidarlos, optimizar su funcionalidad y conectividad para la biodiversidad y la calidad de vida del ciudadano.

Un lugar arbolado en la ciudad tiene muchos beneficios, el ámbito es más fresco, la temperatura puede ser menor de entre 2 y 8 grados centígrados y cerca de edificios podría reducir la necesidad de aire acondicionado en un 30%. También vemos más biodiversidad, el ruido se disipa, recorrerlos disminuye el estrés, los árboles son como esponjas que retienen agua, los vientos y otros servicios ambientales.

Las ciudades están en un constante desarrollo que ponen en riesgo la cobertura arbórea, cada vez más fragmentada. Se percibe un crecimiento desequilibrado y con débil planificación. Por otro lado, los eventos ambientales están impactando más fuerte, revelando esa vulnerabilidad social, ambiental y económica de las áreas urbanas. Esta es una realidad que debemos enfrentar con inteligencia colectiva.

Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles, es una meta del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 11. Los ODS, también conocidos como Objetivos Globales, fueron adoptados por las Naciones Unidas en 2015 como un llamado universal para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que para 2030 todas las personas disfruten de paz y prosperidad. Las estrategias planteadas en este objetivo son claras: inversiones en transporte público, crear áreas públicas verdes inclusivas y seguras principalmente para mujeres, niños y personas de la tercera edad así como para personas con discapacidad, mejorar la planificación urbana integrando a la sociedad de forma participativa e inclusiva.

El arbolado urbano es una estrategia clave hacia la construcción de ciudades resilientes al cambio climático. Bajo el enfoque de “Infraestructura verde urbana (IVU)”, se trata de una red de áreas naturales y seminaturales planificadas estratégicamente, diseñadas y gestionadas para lograr una gran amplitud de servicios ecosistémicos y proteger la biodiversidad en entornos rurales y urbanos. ¿Estamos preparados para avanzar en ese camino?, Ahora es tiempo de unir esfuerzos, y no solo de las autoridades, sino también de la ciudadanía, que debe involucrarse en el bienestar común.

El reto es ser estratégico e inteligente, viendo el potencial del espacio donde habitamos. Desde nuestro hogar podemos avanzar hacia nuestro barrio, distrito y ciudad participando activamente y planteando acciones locales para impactos globales. Debemos mostrar interés a las iniciativas en curso para mejorar nuestras áreas verdes y ser solidarios con el ambiente en el que habitamos. Además, debemos reconocer y cuidar los árboles de nuestro entorno, barrio, ciudad, país y planeta. Los toborochis en flor son una hermosa muestra de la naturaleza que nos rodea y pueden inspirarnos a participar en la protección de los árboles y nuestro medio ambiental.

(*) Dorys Méndez es gerente de Proyecto de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN)

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Futuro ‘cierto’ frente al cambio climático

/ 13 de abril de 2022 / 01:07

Hay un dicho frecuente, “el futuro es incierto”; de hecho, sí lo es, pero en la lógica de la causalidad, es incierto frente al cambio climático. En febrero de 2022, la organización internacional Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) sacó su último reporte sobre el tema, evaluó los impactos del cambio climático, analizando los ecosistemas, la biodiversidad y las poblaciones humanas. También analizaron qué tan vulnerable es el planeta en esos ámbitos y cuáles son las capacidades y límites del mundo natural y humano para adaptarse. “Estos resultados son una advertencia urgente sobre las consecuencias de la inacción, así como las medidas a medias, no son suficientes para frenar realmente las consecuencias del cambio climático”, dijo el presidente del IPCC.

La preocupación principal es que, en los próximos 20 años, en el planeta experimentaremos un aumento inevitable de la temperatura media de 1,5 °C, esto intensificará síntomas que ya están pasando: sequías prolongadas, precipitaciones extremas, pérdida de biodiversidad, incendios de mayor magnitud, olas de calor, inundaciones, entre otros, que afectarán en primera fila a la seguridad alimentaria del planeta.

América del Sur es un candidato vulnerable al cambio climático. La deforestación y los incendios son de las principales acciones que inician el cambio de uso de la tierra, especialmente para ganadería y agricultura, son el principal factor que genera degradación de los suelos, pérdidas de reservas de agua, de flora, de fauna, entre los más destacados.

Entre 2001 y 2020, la Amazonía perdió 542.581 km2 de superficie boscosa, equivalente a un poco más del territorio de toda España. Los incendios siguen siendo un fenómeno muy vinculado a la deforestación. Entre 2001 y 2020, el 14% (1.208.162 km2) de la Amazonía fue afectado por el avance del fuego. Los datos acumulados en este lapso indican que Bolivia es uno de los países amazónicos con mayor proporción de área afectada por incendios (29%), y le sigue Brasil (18 %), proporcional a su superficie amazónica, según datos de 2020 de RAISG. Cerca de un 50% de la superficie en la Amazonía son Áreas Naturales Protegidas y Territorios Indígenas, y la deforestación acumulada en estos espacios fue del 14%, es decir que el 86% de la deforestación ocurre fuera, lo que sostiene que poner esfuerzos en la gestión efectiva de estos territorios se convierte en una estrategia de resiliencia frente al cambio climático.

La recomendación de los expertos del IPCC para adaptarse a estos cambios debe ser desde varios enfoques: social, ambiental y tecnológico. En el primero, recomienda se tomen medidas efectivas de mejoramiento de la infraestructura y servicios básicos, y fortalecer las asociaciones entre los gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil y el sector privado. El otro ámbito está basado en los ecosistemas, ahí sugieren la protección, restauración, aplicación de buenas prácticas agrícolas y la gestión sostenible. Por último, hacen referencia a las nuevas tecnologías e infraestructura, que se utilicen ingenierías innovadoras para mejorar, optimizar y enfrentar los desafíos del cambio climático. En honor, al próximo 22 de abril, Día Internacional de la Madre Tierra, es urgente valorar y contribuir a un planeta resiliente al cambio climático, siendo más amigable, proactivo y pensando en nuestras futuras generaciones.

Dorys Méndez es gerente de Proyecto de la FAN.

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Del ‘blah, blah, blah’ a la acción

/ 10 de noviembre de 2021 / 03:38

Esta semana culminan las negociaciones de los países en Glasgow, Escocia, en la COP26, Conferencia de Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Las ciencias, la juventud, la sociedad civil y el sector privado hacen un llamado a los países para que implementen políticas que verdaderamente reduzcan sus emisiones hasta 2050, apuntando a limitar el aumento de la temperatura a 1,5 °C. Esta meta implica compromisos políticos, entre otros, a desarrollar y adoptar medidas de mitigación y adaptación al cambio climático, con acciones para reducir las emisiones, como disminuir la deforestación, acelerar procesos de transiciones energéticas, fomentar inversiones en energías renovables, proteger y restaurar ecosistemas y construir escenarios más resilientes al cambio climático, entre otros. Además de movilizar recursos financieros que apoyen estos esfuerzos.

En la primera semana del encuentro en Glasgow se han expuesto posicionamientos, experiencias, datos, tecnologías, tendencias, y compromisos. También se siente que la paciencia con los gobiernos se acabó. “¡Basta con el blah, blah, blah!”, la desafiante llamada de atención de Greta Thunberg a los negociadores en la COP marca un punto de inflexión. Los jóvenes de este planeta ya vigilan a los políticos y a su inacción, y no están solos en eso.

El 21 de septiembre de 2021, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) lanzó su sexta evaluación científica del cambio climático. Su mensaje está claro: “Es inequívoco que la influencia humana ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra. Se han producido cambios rápidos y extensos en la atmósfera, el océano, la criosfera y la biosfera”.

Nunca hubo mayor certeza respecto a los impactos planetarios de la mala gestión del hombre, y nunca había tantos datos y herramientas para monitorearlos. Las agencias espaciales de la Unión Europea, de los Estados Unidos, de Brasil, Argentina y Japón abrieron sus archivos de pentabytes de imágenes satelitales. Inteligencia artificial y tecnología de computo en la nube nos permiten monitorear la destrucción de los ecosistemas en tiempo casi-real, y los impactos de políticas disfuncionales salen en tiempo casi-real a la luz.

Las ciencias y las tecnologías son poderosas herramientas en las manos de jóvenes que desafían a las partes de la Convención de Cambio Climático. Si los países no logran poner en marcha las herramientas de mitigación y adaptación del Acuerdo de París, que ellos mismos firmaron en 2015, otras instancias van a asumir este rol. En varios países, el sector privado asume su responsabilidad e invierte en soluciones de mitigación, no por altruismos, sino porque promete mayor rentabilidad y porque los consumidores ya cambian sus preferencias. Gobiernos subnacionales, como California y Mato Grosso, lanzaron en la COP sus compromisos hacia emisiones neta cero (net zero).

Las partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático están bajo observación. El mundo esta observándolos, los jóvenes, la ciencia y demás sectores. Si no logran poner en marcha lo que iniciaron en París, van a perder la credibilidad y, por ende, su relevancia y su razón de ser. Cuando los dinosaurios desaparecieron, otras especies ocuparon su lugar, la evolución no permite cometer más errores.

Dorys Méndez es gerente de Proyecto de la FAN.

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