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Barreras contra el fuego

La región amazónica abarca una superficie aproximada de 8.470.209 km2, es compartida por nueve países: Brasil (61,8%), Perú (11,4%), Bolivia (8,4%), Colombia (6%), Venezuela (5,6%), Guyana (2,5%), Ecuador (1,6%), Surinam (1,7%) y Guyana Francesa (1,0%). Las áreas naturales protegidas representan en total el 24,6% y los territorios indígenas cubren el 27,5%, en esta región.

Las quemas e incendios forestales en la Amazonía constituyen una de las mayores presiones sobre los ecosistemas. Según la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG), la superficie afectada del territorio fue de 207.877 km2 (2,5%) para 2019 y 231.994 km2 (2,7%) para 2020, del total. Históricamente, los datos de quemas son preocupantes: entre 2001 y 2018, el 13% de la Amazonía fue afectada por el avance del fuego, superficie equivalente a todo el territorio de Bolivia. Se puede estimar que los principales factores asociados a los incendios forestales están relacionados a los cambios y/o pérdidas en la cobertura vegetal debido a actividades lícitas e ilícitas, y por supuesto, en mayor o menor intensidad, a los fenómenos climáticos El Niño, La Niña y los efectos del cambio climático.

Las investigaciones de la RAISG reafirman la hipótesis de que las áreas protegidas y los territorios indígenas funcionan como barreras naturales; no obstante, en los últimos años han sufrido más impactos y daños por la expansión e intensidad del fuego. Las áreas quemadas en áreas protegidas se dan con mayor proporción en las de categoría nacional y subnacional, llegando a una superficie afectada de 33.372 km2, equivalente al 16% (2019), y 39.877 km2, que significa el 17% (2020), del total de áreas protegidas en la Amazonía. En los territorios indígenas, los incendios significaron una afectación del 24,6% (2019) y 23,7% (2020).

El aumento de la ocurrencia de incendios en los últimos años en la Amazonía, y específicamente dentro de áreas protegidas y territorios indígenas, puede estar asociado a una descontextualización de las prácticas agrícolas tradicionales que requieren ser adaptadas a una realidad climática más agresiva e imprevista. Es reconocido que las prácticas tradicionales indígenas, por milenios, han manejado el fuego de manera controlada; sin embargo, se han venido sustituyendo y/o adoptando otras prácticas sin un asesoramiento de acuerdo con el contexto. Por otro lado, hay que dirigir la mirada a lo que pasa alrededor de estos espacios, donde se ejercen cada vez más presiones que vulneran los derechos otorgados a los territorios y comunidades que las habitan, así como se pierde la conectividad ecológica, esencial para la sostenibilidad de los ecosistemas y su biodiversidad.

Es evidente que los territorios protegidos se constituyen en una boleta de garantía para la Amazonía, por los servicios ambientales que brindan al planeta, y nos promueve a contribuir su conservación, visibilizando las amenazas, las presiones y promoviendo espacios de información que contribuyan al conocimiento para conservar estos espacios naturales y culturales.

Dorys Méndez es gerente de Proyecto de la FAN