La recuperación incierta de América Latina
En un reciente documento con el inquietante título La paradoja de la recuperación en América Latina y el Caribe. Crecimiento con persistentes problemas estructurales: desigualdad, pobreza, poca inversión y baja productividad, la CEPAL describe la situación de las economías latinoamericanas a mediados de 2021 y sus perspectivas de desempeño en los años siguientes. Después de una contracción sin precedentes del 7% del PIB en 2020, se pronostica un crecimiento del 5% en 2021, del 3% en 2022, seguidos luego de varios años de un crecimiento mediocre. Dichos promedios se componen por cierto de comportamientos muy dispares de los diferentes países.
Para la economía mundial se espera un crecimiento del 6% en 2021, que supera con creces la caída del 3% en 2020. Este resultado se atribuye al enorme dinamismo de Estados Unidos, China, India y la Unión Europea, lo cual explica a su vez el aumento del 8% del volumen del comercio mundial.
En consecuencia, el sorprendente crecimiento de la región latinoamericana en 2021 responde en gran medida a la recuperación en las economías desarrolladas, con el impulso consiguiente al aumento de los precios de las materias primas y los productos básicos. Esto trae aparejado que el notable aumento de las exportaciones de la región latinoamericana se componga principalmente de un aumento de los precios de exportación y mucho menos de mayores volúmenes exportados. Por otra parte, vale la pena tomar en cuenta que el mencionado crecimiento de este año no compensa en la mayoría de los casos la caída ocurrida en 2020. Dicho de otra manera, no se espera que la recuperación del nivel del PIB registrado en 2019 ocurra en muchos países antes de 2023 o incluso más tarde.
El magro desempeño de las economías latinoamericanas en el horizonte de mediano plazo no será suficiente, según la CEPAL, para recuperar los estragos ocasionados por el COVID-19 en los ámbitos del empleo, las caídas de los ingresos, los aumentos de la pobreza y la desigualdad, que se sumaron a los problemas estructurales que limitaban el crecimiento de la región antes de la pandemia.
En conclusión, en términos de ingresos por habitante, retrocesos en niveles de pobreza y desigualdades sociales que afectan principalmente a las mujeres, la región latinoamericana está en una trayectoria que conduce a una nueva década perdida, quizás de más graves consecuencias que la de los años 80.
Para enfrentar el lúgubre panorama descrito, las economías latinoamericanas requieren generar fuerzas motrices internas que impulsen un crecimiento sostenido, al mismo tiempo que se ponen en funcionamiento nuevas iniciativas de integración regional a geometría variable con miras al establecimiento de capacidades tecnológicas en sectores críticos como los de salud y medio ambiente. En este orden de cosas debe contemplarse también la negociación regional conjunta con los organismos multilaterales de financiamiento para que no se excluya a los países de ingreso medio (casi todos los latinoamericanos) de los programas de tratamiento financiero preferencial. Otra necesidad imperiosa se refiere a las reformas fiscales que aumenten sustancialmente la recaudación con impuestos a los estratos más acomodados pari passu con una efectiva racionalización del gasto público.
Un aspecto de la mayor importancia en el horizonte estratégico consiste en el aumento significativo de la calidad de la acumulación de capital reproductivo público, privado y de inversión extranjera directa.
Por último, el enorme esfuerzo que demandan la recuperación económica y la transformación productiva debe contemplar como un componente imprescindible el establecimiento de un sistema de acuerdos y consensos entre los gobiernos, los gremios empresariales y las representaciones de los trabajadores.
Horst Grebe es economista.