Mundos que se entrecruzan en la ciudad
En estos dos últimos años la ciudad de La Paz ha cambiado ya que el paradigma de lo informacional la ha transformado cada vez más, hasta el punto que la urbe tradicional llena de vitalidad y fuente de creatividad cultural ha sido atravesada por aquella característica.
Una especie de paradigma que, pareciera que el espacio público ya no refleja la sociedad, sino expresa esencialmente los momentos actuales. Entretanto, en paralelo crece a una velocidad exponencial el espacio informacional, que ha logrado renovar y dinamizar la vida del ciudadano a través de la información en las redes. Una especie de intercambio de conocimientos que no dejan de ser innovadores y cruciales debido al momento que viven las naciones. Un verdadero estallido de este tiempo, fruto del entrecruzamiento entre la vida urbana y la informacional.
Una realidad cuyos lazos sociales y culturales, basados en el interrelacionamiento entre ciudadanos, fueron fuertemente sustituidos por las redes sociales, las cuales mantienen al tanto no solo de lo que sucede en el país, sino en el mundo. En esa medida, si bien la gente no está perdiendo el derecho a la ciudad, es evidente que su actual condición de vida es la urbe diseminada. Esto por la limitación de actividades y horarios debido a la realidad sanitaria, que pareciera haberse tornado implacable. Una forma de simulacro social que nos lleva a una vida de aislamiento y que limita el movimiento humano por temor al contagio.
Este contexto pareciera demostrarnos que el espacio no refleja la sociedad, sino que la expresa. Mientras, la comunicación se convirtió en una incuestionable realidad que indirectamente logró nivelar, a través de la práctica en redes, la gran brecha digital que había con otras ciudades del planeta. Algo válido y muy necesario para nuestra sociedad, pues el espacio informacional conecta diversos territorios y permite la intercomunicación entre las personas.
Lo singular es que nuestra urbe también se está convirtiendo en la ciudad de los flujos comunicacionales y esto por la instantaneidad de la información global. De esa manera, la imbricación del relacionamiento y la información se produce a una velocidad que ya no sorprende porque es parte de la vida y trabajo diario.
Ahora, si bien la pandemia ha forzado a ingresar de lleno a la era informacional, la representación del espacio público no puede circunscribirse a cierto tipo de experiencias; todo lo contrario, el relacionamiento virtual muestra hoy que es parte de nuestro vivir, es decir, del mundo comunicacional.
Indudablemente, el relacionamiento en el sentido estricto de la palabra es cada vez menor, en cambio lo informacional plasmado a través de los mass media, los teléfonos móviles, las computadoras y demás es inagotablemente mayor.
Con todo, pese a que el mundo se encuentra limitado por falta de contacto real entre sus habitantes, una verdad inobjetable es que los cuerpos van en busca del espacio público de las plazas y otros lugares abiertos para sentirse seres vivientes y móviles, dispuestos a disfrutar de pequeños momentos al aire libre para satisfacer su existencia psíquica y corporal.
Una especie de añoranza permanente del encuentro casual destinado a disfrutar y vivir la vida, las relaciones humanas, la amistad, en aquel espacio público que hoy pareciera un fantasma urbano. Una realidad por demás rica en expresiones sociales, tradicionales, cívicas, culturales, que esperemos no se quede obsoleta ante el nuevo contexto marcado ya por la rutina informacional.
Patricia Vargas es arquitecta.