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Thursday 28 Mar 2024 | Actualizado a 16:06 PM

Nuestra arquitectura emergente

/ 28 de julio de 2021 / 02:34

Hace un par de semanas, en una entrevista con un amigo periodista coincidí, a la hora de hablar de política, con una nota que él presentaba, referida a un tipo de edificaciones a las cuales denominaba “los cholets”, y bueno, viniendo este servidor del campo de la arquitectura, no pude contenerme y salí del contexto político para verter una reflexión sobre el significado de ese denominativo. Él me respondió que lo oportuno era desarrollar la idea escribiendo un artículo específico como éste. Es así que a través de este medio quiero compartir con ustedes algunos criterios al respecto.

Desde hace varios años nuestra generación ha sido una privilegiada testigo del nacimiento de una arquitectura novedosa en Bolivia, de elevado contenido cultural, de un fuerte simbolismo y una calidad estética importante.

Esta arquitectura está anidada en la ciudad de El Alto y es ésta la característica en la que se afinca su fuerza, importancia y trascendencia por varias razones, aquí las más importantes: la primera porque no hablamos de cualquier conjunto urbano, sino de una de las ciudades más grandes de Bolivia en términos poblacionales, y otra es el hecho de que en esta ciudad se nota con mucho más potencia la imbricación entre lo urbano y lo rural (la cual es una de nuestras contradicciones más fuertes a nivel nacional), y que hace de ella algo muy representativo de la sociedad boliviana, aspectos que cargan a esta arquitectura de gran legitimidad y representatividad.

Pocas veces en nuestra historia habíamos visto con tal energía el nacimiento de una arquitectura boliviana que traduzca de forma contemporánea la cultura atávica de los Andes y que además se plasme en una ciudad entera expandiéndose a gran velocidad en toda su mancha urbana, con edificaciones que son iniciativas exclusivamente privadas.

Las construcciones enmarcadas en esta arquitectura con raíces andinas emulan una estética proveniente de los tejidos de las culturas y naciones bolivianas. Esta estética que ha hecho de los textiles una de las características más ricas de gran parte de nuestra población a lo largo de siglos hoy se ve reflejada en infinidad de edificios de diferentes características en la ciudad de El Alto y poco a poco en otras ciudades de nuestro país.

Es un indiscutible acierto de arquitectos y constructores en la medida en que de forma brillante, por un lado, plasman en edificaciones (comerciales, lúdicas y residenciales principalmente) una estética con cimientos ancestrales y, por otro lado, logran que la población espontáneamente se proyecte en esa arquitectura haciéndola suya.

Por lo tanto, encasillar esta arquitectura emergente bajo el nombre que se le pretende asignar: “cholets”, es cuando menos desatinado y hasta engañoso.

No se puede forzar a que un nuevo concepto de arquitectura en nuestro país se encuadre a la unión de estas dos palabras: chalet y cholo. ¿Acaso se pretende reducir esta arquitectura a “la vivienda del mestizo”? ¿Desde cuándo las tendencias arquitectónicas en el mundo se refieren especial y exclusivamente a lo étnico? ¿Y por qué pretender subyugar esta arquitectura solo al uso vivienda?

No es mi intención pasar por alto la evidente contradicción étnica subyacente en nuestra sociedad ni soslayar sus relaciones de poder, pero me parece grosero intentar invisibilizar las connotaciones que tiene esta arquitectura andina en cuanto a nuestra cultura y su trascendencia en la historia de la arquitectura boliviana, así como el esfuerzo y el resultado del quehacer de arquitectos y constructores alteños que están logrando un lenguaje simbólico propio, salido de las mismas raíces culturales de nuestra patria.

Es mi interés reconocer este esfuerzo en su verdadera magnitud, teniendo en cuenta que nuestra historia no está plagada de vastos ejemplos de sistemas semióticos como hoy lo expone esta arquitectura andina.

Javier Zavaleta López es arquitecto, exdiputado y exministro.

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Municipios turísticos y reactivación económica

/ 8 de octubre de 2021 / 02:27

En un momento en el que nos adaptamos a la nueva normalidad signada por el COVID-19, es necesario que cada municipio evalúe la posibilidad de constituirse en un municipio turístico con todos sus beneficios y los compromisos que ello significa.

El turismo es una forma de generación de ingresos adicionales que pueden ser decisivos en este periodo en el que la reactivación económica de nuestras comunidades es nuestro objetivo.

En esta nueva era, la industria del turismo en el mundo muestra nuevas características, donde el viajero ahora busca con más ahínco el “aire libre”, detesta la masificación, prefiere lo rural, explora alojamientos alternativos y promueve la descentralización de los viajes. Esta tendencia de cambio ya podemos percibirla también en Bolivia tanto en turistas extranjeros como nacionales.

Entonces es el momento de hablar de un concepto ya viejo, pero que hoy cobra una vigencia extraordinaria: el “turismo comunitario”, es decir, el tipo de turismo en el cual los mismos miembros de una comunidad, en coordinación con sus autoridades, gestionan y controlan todo o por lo menos gran parte del proceso.

La gran mayoría de municipios o comunidades cuenta con un flujo de visitantes habitual que aportan al movimiento económico local y hacen uso de los servicios que brinda el poblado, en muchos casos sin que las autoridades lo profundicen o analicen a cabalidad. Ya sean estos turistas en tránsito; familiares de los pobladores que vienen de visita; personas y familias que buscan un respiro de las grandes ciudades en un lugar donde puedan pasar un fin de semana visitando un paraje original; excursionistas; o cualquier persona que por alguna razón visita la comunidad, son parte de la maquinaria del turismo y que en muchos de estos casos es un sector que no crece o en su defecto decrece en esos territorios. Es obvio, si alguien visita un lugar en el que los servicios elementales para un visitante son deficientes o inexistentes, si el recibimiento no es afable o simplemente no encuentra una actividad interesante en el lugar, pues no vuelve nunca más y no aconsejará visitarlo.

Existen muchos ejemplos exitosos en nuestro país y la región de proyectos turísticos de diferentes dimensiones que lograron atraer visitantes de forma sostenible y hoy se han convertido en uno de sus principales ingresos económicos.

Las autoridades municipales o comunitarias, o la propia comunidad pueden fácilmente determinar la vocación turística del lugar y para esto no se necesita de una gran inversión económica para identificar rasgos, características o atractivos turísticos que pueden ser: una ocupación o actividad del lugar (granjas, talleres de alguna manufactura o artesanía, herbarios, gastronomía, etc.) o una cualidad natural (una montaña, un río, un mirador, una laguna, etc.) donde la comunidad se organice para brindar al visitante los servicios esenciales que requiere (baños, alojamiento, comida, estacionamientos, seguridad, etc.), ofertándole de esta forma una experiencia acogedora e inolvidable en su estadía.

Una arquitectura atractiva del conjunto de edificaciones de un poblado o de una construcción emblemática que resalte las características propias de la cultura del lugar y las valorice, se consigue con pequeñas modificaciones a la legislación municipal y con el acuerdo y participación de los vecinos. Contar con una arquitectura vernácula encantadora puede hacer la diferencia a la hora de elegir un lugar para visitar y escapar de los agobiantes centros urbanos.

Una iniciativa de este tipo no hará otra cosa que generar ingresos económicos adicionales, promoverá la generación de negocios turísticos rentables, ayudará a la conservación y uso sostenible de los recursos naturales y fortalecerá la identidad local, regional y nacional.

Igualmente es necesaria la participación del Gobierno central estimulando a los alcaldes o dirigentes comunitarios para dar el salto al turismo comunitario mediante fondos que, si bien sabemos que no hay la disponibilidad para todos los municipios del país, se podrían concursar mediante un monto que aliente a los mejores proyectos. De esta forma se puede robustecer una política nacional que, anualmente, recompense a los municipios o poblados más pintorescos de nuestro país, en un esfuerzo por mejorar significativamente la experiencia del viajero en las localidades que requieren y deciden iniciar su reactivación económica.

Javier Zavaleta López es arquitecto, exdiputado y exministro.

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Las ciudades y la nueva normalidad

/ 24 de septiembre de 2021 / 02:06

Una de las lecciones más importantes aprendidas en esta pandemia es sin duda el papel trascendental de la planificación que nos permita contar con un mínimo de preparación a posibles crisis como la del COVID-19. Las más grandes potencias del globo subestimaron también la importancia de la planificación y la población, lo pagó caro.

Actualmente, ante el avance de la vacunación y el tránsito a la nueva normalidad, el valor de la planificación es más importante que nunca.

El mundo está tratando de adaptarse, pero, en un escenario donde la incertidumbre es la característica y existe un ambiente que favorece al incremento de la pobreza o la desigualdad, esta tarea se hace cuesta arriba.

Hoy la crisis sanitaria se ha convertido en una crisis multidimensional y sus efectos pueden durar décadas; ha afectado a la economía en todos sus niveles y ha descargado en el conjunto de la sociedad sus efectos adversos, lo que ha generado crisis políticas en diferentes puntos del planeta que persistirán si no se generan políticas orientadas a la adaptabilidad en un proceso de planificación que atienda la inmediatez de la situación como la de largo plazo.

La débil planificación con la que nos encontró el virus a nivel de los Estados también se evidenció en los niveles subnacionales, municipales o locales. Las ciudades se convirtieron en el epicentro de la crisis tanto por la proporción de los contagios como por los efectos sobre su funcionamiento, y en el futuro serán también el epicentro de los efectos o resultados de la planificación de la adaptabilidad. Consiguientemente, en nuestro país, las grandes urbes tienen un desafío enorme en esta nueva era marcada por el COVID-19. La adaptación significa adecuarse a nuevas situaciones, pero también resolver los antiguos problemas que hoy son cruciales.

La informalidad en las ciudades debe ser abordada por las autoridades ediles con mucha prontitud, eficacia y sensibilidad para resolver en el corto plazo un asunto que por sus características hace más vulnerables a las familias que la viven.

En adelante el desarrollo del sector salud no será fructífero si no es considerado como un sector estratégico. Un nuevo rebrote u otra crisis sanitaria como la que se ha vivido puede echar por tierra todos los esfuerzos que se están haciendo por recuperarnos.

El distanciamiento físico, el posible aislamiento o confinamiento de los habitantes y la forma como encararemos la protección y cuidados a las personas son temas que requieren que urbanistas y administradores de ciudades los consideren en la normativa edil. Asuntos como los subcentros urbanos equipados con la mayor cantidad de servicios y debidamente abastecidos para las necesidades esenciales de la población para evitar la excesiva movilidad urbana, pero también el transporte público y el tráfico para obtener un mínimo de tiempo en ellos, pensando en las personas que tienen la necesidad de acometer grandes distancias dentro la ciudad; las ciclovías y la seguridad para el peatón que hoy prefiere evitar las aglomeraciones; viviendas con espacios para el teletrabajo o educación remota; lugares de desinfección; la ventilación o climatización en edificaciones; ambientes flexibles y seguros para la socialización en condominios, multifamiliares, urbanizaciones o edificios, son temas que las municipalidades deben abordar de la forma más idónea posible.

Las actividades y usos urbanos se están transformando, lo que convierte a la conectividad y la velocidad en línea en un servicio básico o esencial para la población, y los alcaldes o alcaldesas debe encararlo como una forma de promover el desarrollo y la lucha contra la desigualdad. Las nuevas formas de comercio y el empleo necesitan un ambiente propicio.

La adaptabilidad requerirá mucha innovación, la innovación requerirá nuevas políticas y éstas tendrán que venir acompañadas de nuevas regulaciones municipales de forma integrada y con una alta inclusión.

De la velocidad en la que nos adaptemos, dependerá nuestro futuro y el superar los efectos adversos de la crisis, es decir que las sociedades que triunfen en esta tarea serán las que se desarrollen de mejor manera.

Cometer el mismo error, de subestimar la importancia de la planificación en este tiempo, significará elevar el nivel de la crisis al ámbito político, convirtiendo a nuestras ciudades en lugares de convulsión social, conflictividad e inestabilidad política para las propias autoridades ediles.

Javier Zavaleta López es arquitecto, exdiputado y exministro.

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El palacio de nuestras naciones (III)

/ 10 de septiembre de 2021 / 01:53

Edificar una nueva Asamblea Legislativa con dos hemiciclos por encima del piso 10 requería, en el contexto urbano, de una catalogación de “proyecto especial” que no esté aprisionado por la norma municipal, la cual, además, no estaba diseñada para un proyecto de estas características y así lo entendimos conjuntamente con el gobierno municipal de La Paz. Por ello, se le otorgó una base jurídica y normativa extraordinaria para su realización. El proceso requirió de la aprobación de seis leyes y la inclusión de salvaguardas para el proyecto en siete leyes financiales entre 2012 y 2020.

El diseño final arquitectónico se confió al equipo técnico de la Unidad Ejecutora con el objetivo de ganar en eficiencia y eficacia técnica, pero también en un afán de aislar las decisiones técnicas que debían tomarse para que la estructura administrativa de la Cámara de Diputados no arrastre el proyecto a los vaivenes políticos típicos del Legislativo.

El diseño demoró tres años (2012, 2013 y 2014) y en ese tiempo se realizaron tres estudios de identificación y abstracción simbólica de representaciones de nuestras diferentes naciones, es así que antropólogos y arquitectos, entre otros profesionales, lograron sintetizar la iconografía más representativa en nuestro país para poder plasmarla en el nuevo edificio. Cada elemento de los murales interiores está sustentado en estos estudios, lo que le agrega un valor simbólico muy importante.

También se encaró la ingeniería del proyecto en coordinación con la Sociedad de Ingenieros de Bolivia, y a la cabeza del ingeniero Rolando Grandi se diseñó lo que ahora es la primera estructura en Bolivia totalmente de acero y sismo resistente en edificios de estas características. Las piezas de acero diseñadas por nuestros ingenieros fueron fabricadas en España y Colombia para, posteriormente, ser traídas vía marítima y montadas en el terreno de la Asamblea. Un avance significativo en el ámbito de la ingeniería, ya que el uso de esta tecnología supondrá un hito en la genealogía de la construcción en nuestro país.

En este periodo también se procedió con la preparación del terreno, para lo cual se trabajó con técnicos del Ministerio de Culturas en la preservación de los elementos arquitectónicos más importantes de las edificaciones a demolerse, las que si bien tenían un determinado valor histórico, no estaban declaradas como patrimoniales de acuerdo con la regulación boliviana.

El proyecto no estuvo exento del mangoneo político al interior del Legislativo, que salvo valorables excepciones, presidentes y presidentas de la Cámara de Diputados creyeron que podían moldear el plan a sus caprichos y a su inopia técnica; varias de las debilidades que hoy luce el edificio se deben a aquello. Pese a que se hizo el esfuerzo de blindar el proyecto a las jugarretas políticas de las presidencias de la Cámara de Diputados, en varios momentos esto fue imposible. El proyecto casi zozobra en 2012 cuando una presidenta no concordó con su predecesor y pretendió interrumpirlo; o cuando en 2014 decidieron ver el proyecto como un mero proceso administrativo, lo que ocasionó desfases, originando que uno de los elementos más importantes del diseño se rezagara (el patio interior); o en 2020, cuando se creyó que lo que se tenía entre las manos era un simple edificio y desmantelaron la Unidad Ejecutora, afectando el diseño y generando tergiversaciones como el del gran mural detrás de la testera en el principal hemiciclo. Sin embargo, estos torpedeos al proyecto, que quedarán como cicatrices que lleva el inmueble como reflejo de algunas inmadureces políticas, no opaca las virtudes de esta colosal edificación que hoy le otorga a La Paz y a Bolivia el edificio más importante del siglo. Un verdadero palacio para la representación de nuestras naciones.

El proyecto aún está inconcluso y dependerá de la habilidad política y administrativa de los nuevos presidentes o presidentas del Legislativo para concluirlo a cabalidad, lo cual seguramente nos ocupará algunos años más.

Javier Zavaleta López es arquitecto, exdiputado y exministro.

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El palacio de nuestras naciones (II)

/ 25 de agosto de 2021 / 01:04

En nuestra plaza mayor de La Paz ya no estarían solos los símbolos de la arquitectura clásica europea producto de nuestro pasado colonial; en contraste, ahora se podrá leer nuestra historia política desde la colonia, la república y la presente plurinacionalidad que representa a nuestras naciones, otrora enterradas e invisibilizadas, reivindicando nuestro centro político como el crisol simbólico de nuestra historia, en un acto de revolución y autodeterminación. Así comenzó a planificarse el edificio que simbolizaría uno de los momentos más importantes de nuestra historia, como es la nueva Constitución (2009).

Su emplazamiento exigía una superficie de terreno mayor a la que se contaba en ese momento, por lo tanto el proceso de adquisición de predios aledaños debía iniciarse de inmediato. Por la magnitud del proyecto (todo el manzano) se decidió dividirlo en tres etapas, la primera en el solar de propiedad del Parlamento en la calle Colón, la segunda sobre los predios de la esquina entre las calles Colón y Comercio, y la tercera sobre la calle Ballivián. Debido al tamaño del futuro gran hemiciclo se decidió empezar el proyecto en sus dos primeras etapas y dejar la última para un futuro cercano.

El concepto arquitectónico que se desarrollaría debía involucrar a la mayor cantidad de profesionales del área, invitando a que el diseño exprese la estética y las culturas bolivianas, además de la función del Legislativo. Menuda tarea, pero encontramos una gran disposición de parte de arquitectos renombrados que junto a los colegios de Arquitectos de Bolivia y de La Paz planteamos el “Concurso de ideas arquitectónicas” (2011).

Es así que decenas de profesionales del país concurrieron a bosquejar el nuevo parlamento en sus tres etapas y el tribunal compuesto por representantes de los colegios de arquitectos, más la Vicepresidencia y el Legislativo, dieron como ganador al estudio arquitectónico Octopus, compuesto por Rodrigo León, Carmen Añamuro, Daniel Rivas, María Silva, José Autalio, Carmen Vera, Mayra Portillo y Cristian Sossa, con un diseño donde destacaba una gran plaza pública al nivel de la calle Ballivián y otra semipública en altura, que sumadas a jardines verticales hacían de su diseño concurrente con la idea de convivencia con la Madre Tierra, pero también aportaban con una solución figurativa sencilla y a la vez profunda: habían concebido el gran hemiciclo en un magnífico cubo, un sólido que representa la armonía de la Madre Tierra, asimismo la solidez y permanencia de la democracia como nuestro sistema político, es decir habían plasmado los fundamentos de la lógica plurinacional y de la Asamblea en un edificio estéticamente significativo. Posteriormente tomamos la decisión de dimensionarlo en 36 metros (36 x 36 x 36 metros), un cubo perfecto en alusión a nuestras 36 nacionalidades.

Su tamaño permitió desarrollar un gran hemiciclo donde ningún parlamentario sesione desde los pasillos y donde las personas invitadas tengan las suficientes comodidades para seguir las deliberaciones. También se emplazó en la gran terraza del noveno piso dos restaurantes con extensos jardines y un gran mirador para apreciar desde un entorno natural la belleza de La Paz. Para los actos más importantes, se definió incorporar un patio interior cubierto, que conecte, a través de una gran escalera imperial, el edificio Constitución con el nuevo edificio, lugar donde se rendirán honores a autoridades invitadas. Si bien se mantendrá el ingreso principal a través del edifico histórico desde la plaza Murillo, se determinó dotarle uno nuevo por la esquina entre las calles Colón y Comercio, un espacio abierto formidable que también realce el atrio de la Iglesia de la Merced situada en frente. En consonancia con las áreas verdes, se diseñó lo que hubiera sido uno de los muros verdes más altos de la región. Una pared vegetal de más de 40 metros de alto recubriendo la caja de escaleras sobre la calle Colón. Elemento que quedó truncado, ya que lamentablemente los técnicos a cargo no pudieron darle solución, además del siempre presente “recorte presupuestario” que evitó que se haga realidad.

Minihemiciclos con capacidad para 100 personas, parqueos con tres ascensores, la eficiencia energética y la posibilidad de ser un edificio inteligente, requerían una solución constructiva original, labor que no fue sencilla, pero se la encaró con mucha profesionalidad y será parte del siguiente artículo.

Javier Zavaleta López es arquitecto, exdiputado y exministro.

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El palacio de nuestras naciones (I)

/ 11 de agosto de 2021 / 01:33

Me resultó llamativo en 2006 el hecho de que la gran mayoría de congresistas no contaba con una oficina para realizar su trabajo o sostener reuniones dentro del Parlamento. Era difícil de creer, que después de las sesiones plenarias del Congreso tenías que ir a un café a trabajar o a algún restaurante cercano a reunirte con las personas que te requerían.

En aquel momento el Legislativo disponía únicamente de un espacio posterior de aproximadamente 1.000 metros cuadrados (era su área de parqueos) y que podía utilizarse para ampliar sus ambientes. Le transmití la idea de esta ampliación al entonces presidente de la Cámara de Diputados, pero en aquel periodo 2006-2009 la falta de presupuesto era asfixiante y privativo para este cometido y así me lo hizo conocer. Pero era una necesidad imperiosa el resolver la falta de espacio para las actividades mínimas de los y las parlamentarias, así que utilicé ese tiempo para darle mejor forma a la idea. Y fue en 2010 que el propósito de la ampliación del Parlamento fue recibido con mucho agrado de parte del nuevo presidente de los diputados y se la presentamos a nuestro Presidente y Vicepresidente, los que entendieron y alentaron con gran entusiasmo la posibilidad de tener nuevos ambientes para el Legislativo, pero con una observación, la nueva infraestructura debía contar con dos nuevos hemiciclos. Aquella observación era en realidad un desafío enorme en términos técnicos y presupuestarios, ya que requería una considerable inversión y mayor superficie de terreno para su emplazamiento. Pero la disposición estaba dada y como el único arquitecto de nuestra bancada en aquel momento, asumí el reto de preparar el plan. Para 2011 la idea evolucionó a un nuevo complejo legislativo de mayor tamaño y características diferentes. Se debía abarcar todo el manzano entre las calles Ballivián y Comercio y se alzaría en altura por encima del edificio Constitución. Se trataba de una edificación de gran importancia para la ciudad y el país entero.

Junto al presidente de Diputados requerimos nuevamente una reunión con Evo y Álvaro para acordar la envergadura del plan. En aquella reunión se dio inicio a la materialización del proyecto y la inmediata conformación de una unidad ejecutora que lo conduciría hasta su conclusión. Aún recuerdo cómo terminó dicha reunión, el Presidente nos había comunicado que el Órgano Ejecutivo también encararía un proyecto similar y él apostaba a que ellos terminarían su nuevo edificio antes que el Legislativo. Siete años después habíamos perdido la apuesta, pero la nueva Asamblea Legislativa Plurinacional ya se erigía imponente en su nueva estructura.

La necesidad de contar con nuevos ambientes no era simplemente para oficinas de los parlamentarios, era también evidente la pequeñez de ambos hemiciclos, principalmente en el de asambleas, donde todos los senadores tenían su curul en el pasillo por la falta de espacio y era también cierta la incomodidad en las plateas para ilustres invitados; pero uno de los aspectos más ruinosos eran las modificaciones que año tras año se le realizaba al edificio histórico, ya sea para mejorar la eficiencia del espacio o para introducir en sus muros, pisos y techos, nuevas tecnologías para el trabajo legislativo. Estábamos derruyendo de a poco un símbolo histórico de la libertad y la democracia.

Pese a que la economía del país vivía un mejor momento, Álvaro nos había pedido que todo el costo se financie con los saldos presupuestarios no ejecutados de la Vicepresidencia y las cámaras de Senadores y de Diputados, es decir que no se pediría un presupuesto adicional para esta construcción, lo que supuso una mayor complicación ya que contaríamos con un presupuesto a cuentagotas durante los próximos años. Fue algo que resolvimos mediante distintos artificios presupuestarios y con un gran espíritu de cuerpo entre bancadas oficialistas y opositoras que se sumaron a la idea de recortar gastos y generar saldos para la construcción durante los siguientes 11 años.

Así Bolivia comenzaba a encarar el edificio más importante del siglo XXI. El centro político de la Patria como es la plaza Murillo vería formarse ante sí una edificación que simbolizaría la nueva era plurinacional.

Para esta tarea colosal la Asamblea debía tomar decisiones de la misma talla y el proceso requeriría acciones extraordinarias que son necesarias de narrar por este medio, y para esto pediré a las y los lectores que me acompañen en los siguientes artículos acerca del nuevo edificio de la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Javier Zavaleta López es arquitecto, exdiputado y exministro.

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