¿Ya te vacunaste?
En este tiempo las vacunas son tema de conversación entre todos los grupos sin importar edad, ocupación, estado civil o profesión. Se arman charlas sobre si ya están vacunados, si ya tienen la segunda dosis o no. La comunicación entre los grupos de amigos o compañeros de trabajo, sea virtual o presencial, tiene a las vacunas como tema favorito para romper el hielo. La conversación fluye, se comparten las direcciones sobre dónde están vacunando, en qué centros las filas son más cortas o en qué lugares lo hacen sábados y domingos. El tema da para mucho, porque siempre queda averiguar sobre los efectos que sintió, si en su familia todos recibieron la misma vacuna, etc., etc.
Frente a esas voces, hay otras que sin ninguna vergüenza propagan una serie de negras profecías decretando la muerte para quienes se vacunan, de tonterías como convertirse en hombres lobo, de quedar estériles, de la introducción de un chip para ser controlados. Lo dicen sin empacho, sin sonrojarse por su enorme ignorancia. Son los grupos antivacunas que siembran dudas, difunden teorías conspiracionistas absolutamente dislocadas. El Centro de Lucha Contra el Odio Digital (CCDH), del Reino Unido, ha detectado 12 grupos antivacunas con 58 millones de seguidores en varios países del mundo, estos grupos pagan anuncios en Facebook dirigidos a madres jóvenes en los que muestran niños enfermos supuestamente por efecto de las vacunas. Esas madres pasan la información en sus redes y así se convierten en activistas. El mismo centro también ha calculado que las redes sociales se embolsan $us 1.000 millones al año por diseminar información falsa y nunca desmentirla. En esos anuncios aparecen supuestos “expertos” que arguyen, por ejemplo, el poco tiempo en el que los científicos han elaborado las vacunas. Ocultan el hecho de que estos experimentos llevan al menos 20 años de trabajo. Los movimientos antivacunas generalmente representan a otros intereses sectarios de grupos religiosos, políticos o económicos que buscan su propio beneficio sin importarles el daño que puedan ocasionar. Así se inició en Europa y Estados Unidos el rebrote del sarampión hace cuatro años. Así también es el peligro al que exponen a las personas que enferman con el COVID-19 y terminan muriendo después de pasar por el calvario de una unidad de terapia intensiva.
Con esos absurdos comentarios hacen escarnio de los tremendos esfuerzos que realiza la humanidad para salvarse del virus. Las vacunas son una forma de decirle sí a la vida, a la esperanza, al regreso de los niños y adolescentes a la educación, a la recuperación de las fuentes laborales, de las actividades culturales, de los viajes, los encuentros. La vacuna es la única alternativa para continuar con la vida.
Lucía Sauma es periodista.