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Espacio público

El 16 de julio se inauguraron dos importantes espacios públicos en nuestra ciudad. Por un lado, el Gobierno inauguró el Parque de las Culturas en la Estación Central, y por otro, el gobierno municipal presentó la plaza Tejada Sorzano en Miraflores (cada cual por su lado, como perro y gato). A raíz de ello, el público expresó pros y contras en las redes sociales (el Feisbuk se llenó de mensajes obvios y majaderos) y los especialistas también comentaron sobre el tema.

En el argot urbanístico estas plazas —con o sin equipamientos contiguos— se denominan espacios públicos, que son los lugares de encuentro ciudadano. El espacio público es un tema que cobra relevancia al influjo de personalidades internacionales (como Jan Gehl o Jaime Lerner) que trabajan en esas áreas como una salida al inextricable problema urbano. No puedo evitar pensar que es una salida de destripador urbano: ya que no puedo cargar con todo, lo cortaré en pedazos.

El espacio urbano es motivo de estudios, proyectos y análisis en todos los centros urbanos del planeta. Se volvió el tema mimado por excelencia. Pero, a mi entender, pocos estudian y evalúan lo más importante del asunto que es la práctica social que se da en esos lugares. Lo fundamental no es el diseño o la funcionalidad planificada, sino el uso cotidiano de esas áreas urbanas y que debe ser promovido con absoluta libertad de ocupación. El destino final de todo proyecto urbano es el uso y usufructo que la población defina y realice en la vida útil de esos espacios públicos; como en el último clásico de fútbol que llenó la plaza de hinchas. Pero, vanitas vanitatis, el profesional se regodea en las estadísticas sociales o en la “genialidad” de su diseño. Por ello, pienso que el debate entre especialistas, para ensalzar o denigrar obras en el espacio público, es nomás muestra de una soberbia académica de un grupo profesional que no pudo resolver, en décadas, el problema urbano.

Por otro lado, la práctica social nos remite a temas culturales. ¿Cuál es nuestra manera de ocupar y vivir la ciudad? ¿Es la de los nórdicos como Jan Gehl o de cariocas como Lerner? ¿Debemos seguir el orden urbano occidental? La Paz es una ciudad pluricultural y de intensa movilidad social en términos de la apropiación de su territorio. Es una urbe que, poco a poco, es tomada por una clase urbana, andina y popular, con un peculiar mestizaje, que trae prácticas culturales que horrorizan a grupos civiles y académicos que luchan contra corriente en un mundo que anuncia el reino de la distopía urbana en todas sus latitudes. Ahora, pintorescas chusmas toman los espacios públicos aquí y también en el Capitolio del imperio.

Carlos Villagómez es arquitecto.