A causa del COVID-19, desde marzo de 2020 hasta este pasado mes de abril, más de un millón de niños en todo el mundo perdieron a una madre, un padre, un abuelo u otro adulto de quien dependían como su tutor o cuidador principal. En Sudáfrica, 1 de cada 200 niños perdió a su cuidador principal. En Perú, fue 1 de cada 100.

Dadas las brechas internacionales en las pruebas de coronavirus y los informes de casos, es probable que estas cifras sean una subestimación. Pero nuestro equipo de investigadores, que incluye a expertos de organizaciones de salud pública y universidades de todo el mundo, usó modelos matemáticos, así como datos de letalidad y fertilidad de 21 países con el 76% de muertes globales por COVID- 19 para calcular el número de niños que perdieron un cuidador (algunos perdieron a uno de sus padres, o ambos. Otros perdieron a abuelos que cuidaban de ellos). Creamos una calculadora en línea que muestra estimados mínimos para cada país en el mundo.

Lo que descubrimos fue una pérdida de familiares a una escala que no se había visto desde que el sida devastó por primera vez el África subsahariana. “¿Recuerdan la situación de África en 2002, cuando nos dimos cuenta de que todos los adultos muertos equivalían a niños huérfanos?”, preguntó la autora principal de nuestro estudio, Susan Hillis, asesora técnica superior para COVID-19 en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.

Ahora, se está viendo una situación similar con el COVID-19. Nuestros cálculos sugieren que, cada 12 segundos, un niño pierde a un cuidador importante a manos del coronavirus. Aunque se han administrado miles de millones de vacunas contra el COVID-19 en todo el mundo, más del 75% se ha usado para inocular a los residentes de los países más ricos a nivel mundial.

En vista de que la cobertura de vacunación generalizada podría tardar años, el número de niños afligidos podría aumentar de manera exponencial en todo el mundo. El sufrimiento y el futuro de estos niños son responsabilidad de la comunidad internacional. Otros brotes causantes de muertes masivas, como el VIH y el virus del Ébola, podrían mostrarnos el camino para salir adelante.

En 2003, Estados Unidos asumió un compromiso revolucionario con los niños de todo el planeta afectados por la epidemia del sida. Decretó que el 10% del Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA, también conocido como PEPFAR por su sigla en inglés, se destinaría al apoyo de niños cuyos cuidadores principales hubiesen fallecido o estuvieran contagiados. Este programa sigue apoyando a las familias que se ocupan de niños que perdieron a sus cuidadores, lo cual ayuda a impedir que los niños sean llevados a instituciones.

También proporciona fondos a hogares para cubrir gastos de alimentos y otras necesidades básicas de los niños. Existen programas de paternidad que ayudan a prevenir la violencia, mejorar las relaciones y la salud mental, así como subsidios para que los niños, y sobre todo las niñas, puedan ir a la escuela. Dieciocho años después, esta orden judicial sigue manteniendo el apoyo de ambos partidos, y el programa aún invierte cientos de millones de dólares en cuidados seguros, estables y cálidos basados en una estructura familiar. La evidencia sugiere que programas como éste ayudan a los niños a avanzar en la escuela y a mejorar su salud física y mental.

El mundo necesita una iniciativa parecida al PEPFAR que pueda ofrecer la misma clase de apoyo a los niños afectados por el COVID- 19. El aumento de la vacunación en todo el mundo impedirá que los cuidadores mueran. Cuando los niños pierden a un padre debido al COVID-19, lo ideal es que reciban el apoyo de una trabajadora social o una organización comunitaria. Los hermanos deben permanecer juntos, y se les debe preguntar a los niños con quién quieren vivir. También se requieren inversiones para brindar servicios de cuidado seguros basados en una estructura familiar y ofrecer programas de paternidad a los nuevos cuidadores, así como dinero para comprar alimentos y pagar la escuela.

Los programas así son viables y pueden ser asequibles. Los programas de apoyo a padres vía telefónica, que ayudan a los cuidadores a manejar el estrés, les sugieren estrategias para fomentar la disciplina sin violencia y les muestran maneras de mantener a los niños a salvo de la violencia sexual, pueden costar tan solo $us 8 por niño. En Kenia, una subvención de apoyo infantil para las familias con niños huérfanos o vulnerables cuesta alrededor de $us 18 al mes, y las investigaciones muestran que las familiares que lo usan dan prioridad al pago de alimentos y educación.

La comunidad internacional necesita considerar opciones como ésta. El hecho de que los niños pierdan a sus padres y a sus cuidadores por el COVID-19 es una pandemia derivada.

Lucie Cluver es profesora de asistencia social para niños y familias en la Universidad de Oxford y la Universidad de Ciudad del Cabo; es columnista de The New York Times.