Icono del sitio La Razón

Prevenir para no arder

Los incendios forestales son una de las mayores amenazas hacia la conservación de la biodiversidad. En 2019, Bolivia fue el escenario de una de las temporadas más extremas registradas con cerca de 6 millones de hectáreas quemadas, siendo el departamento de Santa Cruz el más afectado con 4,1 millones de hectáreas.

El acelerado avance de la frontera agrícola; el cambio climático con estaciones secas, severas y prolongadas; la deforestación, entre otros, demandan una mayor atención para encarar la gestión de incendios forestales, adoptando prácticas de prevención y control para evitar llegar a escenarios extremos como los de 2019 y ahora parecen estar volviéndose a repetir.

La implementación de buenas prácticas en torno al manejo del fuego junto a los actores directos es una estrategia positiva y propositiva que se viene implementando en comunidades de la Chiquitanía. Las medidas de prevención están basadas en lo que se denomina el “triángulo de la prevención”, que está constituido por medidas coordinadas de educación, prevención cultural en torno al fuego, prevención física y la prevención legal.

La prevención está enfocada en las buenas prácticas de uso del fuego, donde los actores locales toman en cuenta la hora del día, calendario de quemas, condiciones favorables del clima y otros aspectos como medidas de prevención y también habilitación para actividades agropecuarias. El entender el concepto del manejo integral del fuego que incorpora aspectos ecológicos, económicos y técnicos es la clave para evitar los grandes eventos de incendios.

El quemar, sin tomar en cuenta el triángulo de prevención, es lo que provoca fuego en zonas vulnerables que luego se transforman en incendios. Estas acciones están penadas por ley y deben ser sancionadas. Las acciones de prevención deben ser aplicadas en las zonas de mayor vulnerabilidad del país para evitar escenarios extremos en torno a los incendios forestales. Si bien, la situación climática no es el mejor aliado, los otros factores que dependen del hombre sí pueden serlo al aplicarse una buena gestión y estrategias basadas en la prevención y reducción de riesgos.

Agosto, un mes crítico por los fuertes vientos, sequías prolongadas y heladas de meses anteriores, es un mes propenso a fuertes incendios. Si tomamos en cuenta la importancia de la prevención podríamos evitar escenarios dramáticos para los ecosistemas y la biodiversidad que hemos atestiguado en pasadas gestiones.

Bolivia requiere la adopción de enfoques integrales, que logren equilibrar las acciones de contingencia y fiscalización, con acciones de prevención, considerando las necesidades de uso del fuego de la población y promoviendo la participación comunitaria y la colaboración entre los distintos actores involucrados en la problemática. Las respuestas efectivas al problema deben estar incorporadas en instrumentos de política pública, que a su vez estén integrados en un contexto más amplio de gestión del territorio y contribuyan al manejo sostenible de los recursos naturales, el desarrollo local y la conservación del medio ambiente.

Entender que la prevención tiene mayor valor que apagar el fuego cambiará por completo el escenario de los incendios forestales en Bolivia.

Karina Sauma es directora de Comunicación de la FAN.