Cada día que pasa trae nuevas evidencias de que el calentamiento global está aumentando más rápidamente de lo que se pronosticaba hace algunos años. Resulta en consecuencia necesario adoptar las medidas que lo contrarresten con mayor prontitud de lo pactado a nivel internacional, y eso atañe a todos los países del mundo. En Bolivia necesitamos asimismo tomar medidas efectivas para cambiar los modos de explotación de los recursos naturales, la composición de la matriz energética y la expansión de la frontera agrícola mediante la deforestación de los bosques del Oriente. La Amazonía, de la cual formamos parte, es el principal pulmón del planeta y todos los países amazónicos tienen la obligación de preservar esta reserva forestal de talla global.

Por otra parte, la lucha contra la pandemia del COVID-19 y sus variantes constituye un problema global, que no admite soluciones individuales y reclama más bien un formidable esfuerzo de cooperación entre todos los países del mundo, pero eso no está ocurriendo.

Estos dos problemas deben formar parte de la visión estratégica del país y de la propuesta responsable sobre los objetivos nacionales en el mediano y largo plazo. Las metas de desarrollo establecidas en el pasado necesitan un importante ajuste que tome en consideración las nuevas circunstancias existentes en el país y en el contexto internacional.

Resulta imprescindible atender las fracturas regionales y étnico-culturales, así como superar las fuerzas centrífugas que están presentes en este momento en el país. Se trata de tensiones que impiden la definición colectiva de una visión de futuro en medio de la incertidumbre que caracteriza a la situación internacional, donde se han presentado fenómenos nuevos con respecto al orden internacional que prevaleció hasta fines del siglo XX.

El actual alza de precios internacionales provoca dinámicas diferenciadas en las regiones del país, que traen consigo intereses y fuerzas motrices localizadas territorialmente, lo que obliga a conformar un núcleo endógeno de autodeterminación apto para juntar las voluntades de los liderazgos políticos y económicos regionales, con miras a tener un mecanismo de coordinación para articular y hacer congruentes los intereses de todas las partes.

La exploración de coincidencias resulta imprescindible y requiere un trabajo de preparación y negociación de acuerdos estables que se inserten en una estrategia compartida de desarrollo, donde existan fuerzas motrices y efectos multiplicadores, que se articulen en cadenas productivas y eslabonamientos económicos y tecnológicos.

Por el contrario, la inversión pública en empresas estatales deficitarias esteriliza los esfuerzos encaminados a aumentar las recaudaciones tributarias mediante nuevos impuestos a las grandes fortunas y una mayor fiscalización a los pequeños emprendimientos, puesto que así no se generan las condiciones suficientes para impulsar el crecimiento de la economía y la generación de empleo decente. A tales efectos, en cambio, resulta imprescindible la inversión reproductiva del sector privado, además de que es la única manera de aumentar valor agregado a las exportaciones, adquirir la tecnología imprescindible y llegar a mercados exigentes.

Se trata por consiguiente de poner en marcha una estrategia económica que incluya diversos agentes económicos bajo la coordinación del Estado, mediante acuerdos y pactos transparentes con enfoque de sostenibilidad a largo plazo.

Existe un potencial interesante en el país para trasladarse a un modelo de mayores contenidos transformadores en lugar de insistir en el extractivismo. Convertir esos potenciales en realidades es una tarea de visión estratégica del Estado y de gestión eficaz de las políticas económicas, sociales y ambientales por parte del Gobierno.

Horst Grebe es economista.