Paradojas del arte
La Asamblea Legislativa Plurinacional decidió premiar a una joven artista alteña, Rosemary Mamani, y negarle esa distinción al consagrado creador paceño Roberto Valcárcel. Llevados por consignas entraron en paradojas (que explicaré en el lenguaje más sencillo posible) propias del arte, el espacio ecuménico de los contrasentidos.
Rosemary (le expreso mis respetos) es cultora de un estilo llamado hiperrealismo. Sobre la base de fotografías desarrolla una técnica depurada y minuciosa para copiar fielmente la realidad en cualquier medio; es decir, la artista busca una fidelidad híper acentuada del mundo circundante. Para ello, toma la foto de un humilde rostro arrugado y lo detalla magistralmente. Esa escuela preciosista (llamada también realismo) es muy querida por cientos de artistas bolivianos que sostienen, equivocadamente, que es arte boliviano porque retrata el lamento y la pobreza; y, por ende, es de protesta y revolucionario.
Por su lado, Roberto fue un cultor del arte de la transgresión y la inconformidad en múltiples soportes: pintura, dibujo, fotografía, arquitectura, performance, instalaciones, arte conceptual, y dibujo realista. Fue el más importante pedagogo del arte contemporáneo y promotor de varias generaciones de nuevos artistas; es decir, una carrera que apabulla a la de la novel artista. Pero, el currículo de cada artista no es tema de esta nota, y a ambos les reconozco sus méritos y talento.
Entonces, ¿cuál es la paradoja artística en el reconocimiento de la Asamblea Legislativa? El realismo es consecuencia de la obsesión occidental por copiar el mundo exterior. Siglos de perfección técnica hasta la invención de la fotografía. Por nuestra parte, las culturas del sur hicimos, mayoritariamente, lo opuesto: concebimos arte de la abstracción, “geometrizamos” la realidad como se aprecia en el arte prehispánico o el arte tribal africano. Para agrandar aún más esta paradoja comentaré que Picasso, después de una visita a una exposición de arte africano a principios del siglo XX, “creó” el cubismo copiando esas máscaras africanas en un célebre cuadro. A partir de ahí (descontando las excepciones del este), occidente volvió a cultivar el arte de la abstracción.
La Asamblea Legislativa premió un arte realista (diría con malicia: complaciente y occidentalizado) y negó la distinción a un creador transgresor. Si las parlamentarias indígenas vieran sus tejidos comprenderían que ellas visten abstracción y no realismo socialista, ni otras pajas del mal entendido estético de la clase política. Por ello, siempre es bueno recordar el parecido entre el arte nazi y el arte chino de la Revolución Cultural: son la misma bazofia realista.
Carlos Villagómez es arquitecto.