‘¡Abajo Dios y su concubina la Patria!’
Durante las primeras décadas del siglo XX circularon en Bolivia algunos textos anarquistas de autores como Bakunin, Proudhon, Tolstói y Kroptokin, cuyas ideas motivaron e inspiraron a muchos jóvenes de aquella época. Uno de ellos, casi nunca nombrado en la historia oficial, fue el anarquista cochabambino Cesáreo Capriles a quien se le atribuye el grandilocuente grito de protesta “¡Abajo Dios y su concubina la Patria!”. Este personaje, que cautivó a quienes llegaron a conocer y estudiar su vida, es rememorado por Pablo Stefanoni en su libro Los inconformistas del Centenario. Intelectuales, socialismo y nación en una Bolivia en crisis (1925-1939).
Nacido en una familia católica y poseedora de un importante capital cultural, Cesáreo llegó al mundo en 1883. Contó con una significativa biblioteca familiar, que le permitió desarrollar tanto el hábito de la lectura como el pensamiento crítico. No era un hombre parecido al promedio de los de su tiempo. A lo largo de su vida residió en diferentes latitudes; en su juventud, por ejemplo, vivió en 1907 en Uncía donde pretendió emprender un negocio de comunicaciones telefónicas y tras su fracaso permaneció ahí trabajando como vendedor en una pulpería. Huáscar Rodríguez García, autor de La Choledad antiestatal, el anarquismo en el movimiento obrero boliviano (1912- 1965) estudió algunas epístolas de aquel tiempo, firmadas por Capriles. Durante la segunda mitad de los años 20 se mudó a La Paz y posteriormente a Estados Unidos, donde trabajaría alrededor de un año en una mina de carbón.
Pero los datos anteriores que a priori presentan características no curiosas, toman relevancia con Arte y Trabajo, la revista que fundó en 1921 Cesáreo Capriles. La publicación, estudiada por historiadores afines a la historia de las ideas como Nivardo Rojas, fue uno de los espacios alternativos más importantes para la difusión de ideas críticas y revolucionarias para la generación de los inconformistas del bicentenario, a decir de Stefanoni. Impulsada por el anarquista Capriles, Arte y Trabajo no fue solo una revista de pensamiento anarquista, sino que reunió entre sus autores a un abanico de escritores que hoy forman parte de los anales de la Historia. Entre ellos se puede mencionar a José Antonio Arze, un ícono del marxismo boliviano, quien además fue parte del directorio de la revista y cercano amigo de Capriles; o la poetisa insigne de Bolivia, Adela Zamudio. La política partidaria, la cultura, el cine y el debate ideológico, entre otros temas, encontraron cabida en la publicación que se sostenía en parte por los espacios publicitarios que ésta contenía y en parte por el bolsillo de su impulsor.
Arte y Trabajo tomó posición contestaria y obrerista respecto a diversos acontecimientos y tensiones políticas de la época. Fue, sin lugar a duda, parte fundamental del proyecto de vida que Guillermo Lora atribuyó al anarquista, esto es “empujar hacia adelante el proceso social”. Tristemente, hoy en día no se tiene una colección completa de lo que fueran los 10 años de vida de aquella revista.
Así, con el giro político que significó para el círculo anarco-comunista cochabambino la presidencia de Hernando Siles y el consecuente “silismo” al que se enfilaron muchos de sus amigos cercanos, Capriles tomó distancia de Cochabamba, con rumbo a La Paz y después a Estados Unidos, como se mencionó antes. Posteriormente, fiel a sus principios, para la década de 1930, deviene en uno de los convencidos de que la Guerra del Chaco no era la única opción del país; es de suponer que Capriles fuera un crítico del nacionalismo exacerbado que planteaban el Gobierno, los militares y los defensores de la guerra. Su anticlericalismo fue una constante, tal el punto que, como relata Pablo Stefanoni recogiendo los recuerdos de don Nivardo Paz Arce, Cesáreo solía perturbar a las monjas en las calles con expresiones efusivas como “¡Viva el demonio!”.
El pegacuras, apodo que le fuera dado a Capriles por haberle propiciado unos golpes a un sacerdote franquista que se cruzó con él en un comercio, fue un personaje de alta creatividad, de alto compromiso social y, por supuesto, un hombre sin filtros impuestos por las convenciones sociales conservadoras. Escribir sobre Capriles, parafraseando a Stefanoni, es algo muy parecido a profanar una tumba, pues entrado en los 70 años de vida, como testimonio nietzscheano de su existencia, dice Rodríguez García, el anarquista decidió desaparecer del mapa. Lo último de él que supieron sus conocidos fue que recabó todas sus fotografías y la mayor cantidad posible de cartas que firmó; probablemente las desapareció antes de desaparecer él mismo. Pablo Stefanoni cierra el acápite de su libro referido a Arte y Trabajo y Cesáreo Capriles mencionando que todas las hipótesis plantean que el anarquista se adentró al Chapare para nunca volver a la vida y vanos fueron los intentos de sus amigos e incluso de la Escuela de Aviación para encontrarlo. Nunca sucedió y hasta hoy no se tiene ni una sola fotografía del pegacuras.
Valeria Silva Guzmán es analista política feminista. Twitter: @ValeQinaya