Latinoamérica bajo la lupa
La CEPAL, bajo el liderazgo de la economista mexicana Alicia Bárcena, ha publicado hace pocos días uno de sus informes bandera: el Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2021. El tema de este año es la “dinámica laboral y políticas de empleo para una recuperación sostenible e inclusiva más allá de la crisis del COVID- 19”. Personalmente presto mucha atención a los lanzamientos de estas publicaciones porque creo que nos ayudan a elevar la mirada por encima de las tres o cuatro frases que se repiten y circulan alrededor de un aburrido carrusel, cuando se trata de discutir sobre la economía boliviana y sus posibilidades.
Bárcena nos ha acostumbrado durante los últimos años a análisis regionales de alta calidad y pertinencia, profundizando el análisis de las tendencias estructurales de la economía latinoamericana y haciendo esfuerzos importantes por encontrar salidas mediante propuestas intelectualmente innovadoras y técnicamente sólidas. Aprovechando los recursos tecnológicos actuales y el alcance de las redes sociales y las plataformas multimedia, Bárcena nos ha ayudado a ver lo que pasaba con la región durante el tumultuoso 2020, con informes ágiles y datos certeros.
Regresando al estudio, el documento arranca con un análisis de la economía mundial y regional. Argumenta que este año la región observará un crecimiento positivo del 5,9% en gran medida por efecto “rebote” pero que para 2022, las limitaciones estructurales reducirán el crecimiento a un 2,9%. En ese contexto, Bolivia logrará un 5,2% este año y un 3,5% en 2022.
En el frente externo, el parón económico de 2020 tuvo como consecuencia inesperada, un leve superávit comercial para la región, cosa no vista desde 2007. Con el fin de las cuarentenas y otras medidas de restricción de la circulación, la actividad económica ha regresado y, con ella, se reactiva el comercio exterior. Los buenos precios de las exportaciones latinoamericanas impedirán que la región tenga una brecha externa muy abultada, pero de que habrá déficit externo, lo habrá y el “Estudio” lo estima en un 0,2%. Para nuestro país la situación es otra y más bien se espera un modesto superávit comercial.
Las cuentas fiscales de todos los países de la región sufrirán déficits, pero éstos serán levemente menores a los de 2020, en gran parte gracias a la recuperación de los precios de los productos primarios de exportación —en otras palabras, gracias a la renta de los recursos naturales—.
El estudio nos invita a poner nuestra mirada más allá de la coyuntura y a observar los patrones estructurales regionales: los bajos niveles de inversión, el lento avance de la productividad, el bajo ritmo de crecimiento observado luego del fin del “superciclo” de precios de productos primarios y el desproporcionado efecto del desempleo sobre mujeres y jóvenes.
Las nuevas políticas propuestas por el “Estudio” para salir adelante, giran alrededor de la reactivación del turismo sostenible, la transición hacia energías renovables, la movilidad urbana sostenible, la revolución digital, la manufactura de la salud, la bioeconomía, la economía circular y la importantísima economía del cuidado.
Los temas transversales propuestos tienen que ver con una mayor inversión para la universalización de los servicios básicos, inversión para mejorar las condiciones de empleabilidad de jóvenes y de mujeres, y políticas de reactivación para Pymes.
Todo esto cuesta dinero, por supuesto. Para ello, el estudio propone combatir la evasión fiscal —estimada en más del 6% del PIB regional—; consolidar el impuesto a la renta de personas físicas y corporaciones, extender el alcance de impuestos sobre el patrimonio y la propiedad — impuesto a las grandes fortunas—; impuestos a la economía digital, ambientales y relacionados con problemas de salud pública; y revisar y actualizar de forma progresiva las regalías por la explotación de recursos no renovables.
Por otro lado, el estudio propone una política monetaria expansiva, reconoce la importancia de la última reasignación de DEG —que no deuda— del FMI como un elemento que alivia, pero llama a una acción conjunta de los países de la región para incidir multilateralmente en la armonización de instrumentos fiscales (impuestos a las personas y a las corporaciones) y monetarios.
En resumen: no es momento de hacer ajustes al gasto; de hecho, es momento de gastar más, pero afinando la puntería y destinando recursos a sectores innovadores; las políticas de reactivación deben enfocarse también en eliminar paulatinamente los desequilibrios de género y generacionales y, por último, es imprescindible que la región refuerce los mecanismos de acción conjunta: al igual que una golondrina no hace verano, es muy poco lo que se puede alcanzar mediante la acción individual.
Pablo Rossell Arce es economista.