Las restricciones a los viajes están interrumpiendo el comercio internacional y frenando la recuperación de los billones de dólares que la pandemia ha añadido a la deuda mundial. Para frenar los daños y abrir las fronteras del mundo de forma segura, necesitamos un sistema global de certificación de vacunas, un proyecto que requerirá el liderazgo que solo el Grupo de los 20 puede proporcionar.

Se han hecho intentos admirables para reabrir las fronteras, pero a menudo han sido poco sistemáticos, unilaterales y transitorios. Los cambios frecuentes en los protocolos de entrada han dejado a los pasajeros confundidos, mientras que las cuarentenas obligatorias y las múltiples pruebas son excesivamente costosas y poco prácticas, y no necesariamente están basadas en la ciencia. Ese no es un modelo sostenible, dado que vamos a convivir con el COVID-19 por algún tiempo.

Consideremos la evidencia. Las restricciones han supuesto un duro golpe para el turismo mundial —responsable de uno de cada 10 puestos de trabajo en todo el mundo— y corren el riesgo de causar un daño más amplio y profundo. Las empresas no pueden o son reacias a enviar empleados a otros países para reunirse con clientes, lo que reprime la innovación y tensa las relaciones. Además, la Unión Europea retiró a Estados Unidos de su lista de países cuyos residentes se consideran inocuos para dejarlos entrar a las 27 naciones del bloque sin requisitos de cuarentena y pruebas, aunque dependerá de cada Estado miembro seguir las restricciones o no.

La solución está en la certificación mundial de vacunas efectivas para viajar. Sabemos que las vacunas pueden reducir de manera significativa la probabilidad de infección y transmisión, y es un testimonio de la ciencia mundial que hayamos desarrollado vacunas y administrado casi 5.200 millones de dosis tan rápidamente. Pero sin el reconocimiento de esas vacunas en las fronteras y la capacidad de las personas para demostrar su estado de vacunación, este progreso no se traducirá en una mayor facilidad para viajar. Esto podría lograrse con un sistema global, eficiente y basado en datos que reconozca las vacunas para viajar, haga un seguimiento de su efectividad cambiante y certifique el estado de vacunación de una persona y su posible refuerzo.

Esto requiere un sistema de datos interoperable y transfronterizo para que los países puedan intercambiar información, y un programa global coordinado en el que los países reconozcan las vacunas para viajar que no han sido aprobadas por sus sistemas reguladores nacionales. Esto permitiría a las personas que han recibido vacunas efectivas viajar a cualquier país que reconozca esa vacuna para viajar.

El éxito se verá reducido si una vacuna efectiva no es reconocida en el país al que el titular de la tarjeta sanitaria quiere viajar. Por eso es fundamental la distinción entre la aprobación reglamentaria nacional de una vacuna y su reconocimiento para los viajes transfronterizos.

Para complementar este sistema, la ampliación de los sistemas mundiales de vigilancia genómica a cargo de grupos internacionales como la Organización Mundial de la Salud y otras entidades ayudaría a rastrear qué vacunas funcionan contra qué variantes, de modo que los países pudieran actualizar las vacunas que reconocen en función de los datos más recientes.

No se debe esperar que un país apruebe todas las vacunas. Eso es poco realista Más bien, debería haber una lista central de vacunas que los países reconozcan para los viajes, basada en datos y pruebas de efectividad en el mundo real.

Un buen punto de partida para esta lista serían las siete vacunas aprobadas por la OMS. La lista tiene que ser dinámica y basarse en datos, pues no todas las vacunas pueden funcionar contra todas las variantes, y los países deben tener la capacidad de tomar decisiones basadas en la ciencia para permitir que las personas susceptibles a las variantes crucen sus fronteras.

Una dependencia excesiva de las vacunas aprobadas en el país dejará al mundo varado. De las vacunas reconocidas por la OMS como efectivas, solo cuatro están aprobadas en el Reino Unido y la Unión Europea y tres están aprobadas condicional o totalmente en Estados Unidos. Hay algunos países donde no se reconoce la condición de vacunado de las personas debido a la vacuna que recibieron. Por supuesto que la política de viajes es un asunto soberano, pero es necesario que exista la opción de reconocer el riesgo reducido que implican aquellos viajeros que cuentan con el esquema completo de vacunación.

Reconocemos todos los desafíos que supone tomar medidas eficaces a nivel del G20, pero una oportunidad se presentará justo esta semana que viene cuando los ministros de Salud del G20 se reúnan en Italia. El G20 debería planear el establecimiento de un sistema antes de la temporada de viajes de invierno. Imponer una política de viajes coherente y viable es esencial para una recuperación económica mundial segura y rápida.

Tony Blair, John Bell y David B. Agus son columnistas de The New York Times.