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Faltan valores

Empeñados en seguir el ritmo que marca la política en nuestro país, casi todos los ciudadanos están obligados a polarizarse por el oficialismo o la oposición, la defensa de uno u otro bando es tozuda, irracional, ciega o sorda a cualquier argumento sesudamente pensado y estructurado por el opositor. Nada alcanza para convencer, ni la realidad palpable, ni los datos estadísticos, ni los estudios, ni las investigaciones, todo es posible de ser transportado al propio molino por un lado o por el otro, es como si hubiese una doble vida, donde la verdad es lo que menos importa, solo interesa la ficción que se alcance a construir.

Mientras esto sucede con la vida política que parece ocuparlo todo, hay otro cúmulo de información sobre asesinatos, violaciones, que está devorando los noticieros de radio, televisión, páginas enteras en los periódicos, mensajes por doquier en las redes sociales que chorrean sangre. Los feminicidios ya son crónica roja, no son tratados como un problema social derivado del machismo y la inequidad de género, no se ahorran los detalles de cómo sucedió la tragedia, cuántas puñaladas, en qué lugares del cuerpo etc., etc. Se han convertido en los datos cotidianos, como se da el clima o la hora. Las noticias sobre asesinatos cometidos por jóvenes no se detienen en analizar qué está afectando a la juventud.

Esta semana con dos hechos absolutamente macabros, dos desmembramientos, nos preguntamos: ¿Qué está pasando con nuestra sociedad? ¿Qué está pasando con ciertos grupos de jóvenes? ¿Por qué se dan hechos tan horrorosos? Algo deben querer decir chicos de 19 o 20 años que cometen esas atrocidades. Demasiado ocupados en la politiquería, en la economía del centavo, poco o nada de tiempo y trabajo queda para cimentar valores, para construir formas dignas de vida.

Los padres, los maestros, los adultos en general, ¿conocen a los adolescentes con los que viven o se relacionan? No es lo mismo estar en una misma casa que convivir, compartir en un mismo hogar. En la convivencia al menos debería percibirse los cambios de humor de un adolescente, de un joven que se siente frustrado, que tiene hábitos extraños, que dan señales de una psicopatía, o que hay signos de consumo de drogas o alcohol.

Los bolivianos tenemos que escuchar y escucharnos, tenemos que abrir el debate, la reflexión sobre las causantes y las soluciones de la tragedia espiritual que vivimos como sociedad. Estamos necesitados de una reeducación, de afianzarnos en valores, estamos urgidos de mensajes bien fundamentados que construyan conocimientos, que signifiquen crecimiento personal, que sean un indicativo de que se va por buen camino para convertirnos en modelos dignos de imitar.

Lucía Sauma es periodista.