¿Industrializar o no industrializar…?
Con el llamado del Presidente y la Central Obrera Boliviana se vienen desarrollando Cumbres Productivas en todo el país, insistiendo en la implementación de un modelo de sustitución de importaciones e industrialización. Sin embargo, la estructura de los talleres da para todo, el resultado es un pliego petitorio. En Potosí se remarcó la importancia de la refinería de zinc.
Desde que se dio al Estado la posibilidad de encarar la planificación productiva entró en el debate: ¿por dónde ir? En la década de 1960 el dilema, al decir de René Zavaleta, fue: Industria pesada o Desarrollo pastoril: se adoptó la marcha al Oriente. El costo fue enorme: más de 120.000 collas fueron a “colonizar” Santa Cruz y el Norte de La Paz. Esta colonización consistía en abrir brecha asediados por el mariguí, las víboras, el paludismo, la fiebre amarilla. La mayor inversión de ese periodo fue el plan de colonización y la vertebración caminera. Así se fueron postergando los procesos de fundición e industrialización de la minería, la fuente de acumulación para la expansión económica. El resultado lo vemos ahora, un desarrollo que no superó el atraso y la dependencia.
El debate sobre la importancia de la refinación del zinc es de vieja data. En 1966, cuando se desmontaba la minería nacional, diputados como David Áñez Pedraza y Marcelo Quiroga Santa Cruz lograron insertar un candado en el contrato de arrendamiento de la mina Matilde para que la Phillips Brothers construyera una refinadora de zinc, compromiso que nunca se cumplió.
Son varios eventos y documentos elaborados en el gobierno del “proceso de cambio” que insisten en el carácter estratégico de la fundición de los minerales: Decálogo del Programa del MAS, Plan Nacional de Desarrollo, Constitución Política del Estado, Agenda Patriótica, Ley de la Empresa Pública, Ley de Minería y Metalurgia. En estos documentos se señala que más del 50% de valor de los minerales se queda en el exterior como costo de realización, realidad para que muchas minas estén paralizadas y para que el productor minero apenas sobreviva: no es suficiente identificar yacimientos sino hacerlos rentables. En este caso, el problema no es tanto encontrar la solución (que ya fue identificada), sino actuar con la oportunidad debida.
Anteriormente fuimos reflexivos en nuestras frustraciones, las que nos ratifican a seguir en el empeño. Pero estas adversidades no son exclusivas de la minería, lo mismo ocurrió con la urea y el amoniaco, cuando la oligarquía, montada en el poder, desahució la factoría y la cerró para hundirla. Los argumentos esgrimidos, sin ninguna base, fueron económicos y técnicos, cualquier cosa para justificar una decisión política, cerrar el paso a la industrialización y continuar siendo consumidores de productos del primer mundo. ¿Dónde está el espíritu nacional?
Lo propio ocurrió con el litio. El desarrollo del proyecto tuvo muchas dificultades, por ser nuevo en nuestra práctica productiva, pero se superaron las etapas de laboratorio y pilotaje con óptimos resultados, lo que conllevó a la formación de profesionales capaces y el desarrollo de una tecnología adecuada, así se pasó a la etapa industrial. La oposición “cívica” pretendió limpiarse la boca antes de comer pidiendo mayores regalías, el gobierno de facto lo cerró sin argumento alguno. Hoy el proyecto continúa paralizado y su “actualización” está en manos de una consultora extranjera. ¿Qué patriotismo podemos pedirles a estos señores?
La falta de capacidad organizativa de las regiones y de los trabajadores impidió una acción para evitar estos exabruptos. Hoy el costo es cuantificable en varios millones de dólares, pero peor, se ha dañado el proceso de industrialización en proyectos estratégicos, poniendo cizaña en los que están en marcha.
En el momento menos esperado y con mano invisible y artera se matan los proyectos de la industrialización. En la lucha por las fundiciones de estaño se llegó al asesinato de dos técnicos comprometidos para hacerlas realidad, la oligarquía nunca tuvo reparos en el crimen para cuidar sus intereses.
Ante semejante enemigo, no queda sino preparar una fuerza superior: la organización del pueblo para emprender el camino de la industrialización. Sin embargo, sin el concurso decidido del Gobierno no se logrará superar estos difíciles pasos. Las Cumbres debieran buscar un resultado mayor: la voluntad política, que se logra con una amplia discusión, el convencimiento racional, que crean el compromiso y la acción vigilante de los sectores sociales. Es decir una democracia directa y participativa.
José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero.