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Hacia otra ideología de lo urbano II

Insistiré en el tema identitario con dos interrogantes: ¿Por qué nuestra identidad social/urbana está fragmentada?, ¿por qué es imprescindible reconstruir nuestro sentido urbano de pertenencia?

A principios del siglo XX, nuestra estrenada condición como sede de gobierno significó importantes inversiones en servicios e infraestructura urbana, y a partir de esos años fuimos creciendo aceleradamente en la hoyada hasta generar otra ciudad: El Alto. Nuestra ciudad vecina se gestó en el fracaso de la Reforma Agraria y por el Decreto 21060 que empujó a poblaciones rurales y obreras hacia la altiplanicie. Pero el curso sinuoso de nuestra historia política pervirtió la condición de sede y ahora soportamos en nuestro espacio urbano las centenarias diferencias de la política nacional en detrimento de nuestra calidad de vida. Además, al ser una ciudad de economía terciaria abocada a los servicios, no solo perdimos un desarrollo sostenible sino que nos volvimos monotemáticos: todo es política.

A esos efectos nocivos propios de nuestra formación social, debemos sumar la ruptura de nuestro sentido de pertenencia. La pugna política infectó nuestros imaginarios y en las últimas décadas ensombreció nuestro futuro urbano. Es por esta situación, de perversidad cíclica, que debemos trabajar para reconquistar el sentido de pertenencia o, también llamada, identidad social/espacial. Recuperar la paceñidad es una tarea ideológica, entendiendo la ideología como la construcción cultural de una sociedad. Y ese sentido de pertenencia, que es identidad espacio/temporal, debe entronizarse por encima de las categorías binarias ( facho/rojo, golpe/fraude, pitita/azul, indio/k’ara, campo/ciudad, etc.) que forman parte del ideario político de hoy en día; un ideario cuyo objetivo mayor es la fragmentación de la sociedad. (Dicho sea de paso: no existen referencias históricas de planificación urbana, sostenible y sustentable, con la mirada mezquina de los partidos políticos).

Este nuevo tiempo reclama reconstruir nuestra identidad urbana. Debemos fundar una ideología de pertenencia sobre nuestras prácticas sociales urbanas en relación al territorio. De las tres dimensiones (socio-cultural, histórica y natural) que presentan algunos autores como estrategias para la construcción de la identidad urbana, es en la dimensión natural donde tenemos, las paceñas y paceños, la impronta mayor. Estamos rodeados de imponentes montañas que cobijaron a varias generaciones bajo el cielo azul más diáfano del planeta. Esa es una marca identitaria imborrable e inalterable por siempre en nuestras vidas y en nuestra historia urbana.

Carlos Villagómez es arquitecto.