Las ciudades y la nueva normalidad
Una de las lecciones más importantes aprendidas en esta pandemia es sin duda el papel trascendental de la planificación que nos permita contar con un mínimo de preparación a posibles crisis como la del COVID-19. Las más grandes potencias del globo subestimaron también la importancia de la planificación y la población, lo pagó caro.
Actualmente, ante el avance de la vacunación y el tránsito a la nueva normalidad, el valor de la planificación es más importante que nunca.
El mundo está tratando de adaptarse, pero, en un escenario donde la incertidumbre es la característica y existe un ambiente que favorece al incremento de la pobreza o la desigualdad, esta tarea se hace cuesta arriba.
Hoy la crisis sanitaria se ha convertido en una crisis multidimensional y sus efectos pueden durar décadas; ha afectado a la economía en todos sus niveles y ha descargado en el conjunto de la sociedad sus efectos adversos, lo que ha generado crisis políticas en diferentes puntos del planeta que persistirán si no se generan políticas orientadas a la adaptabilidad en un proceso de planificación que atienda la inmediatez de la situación como la de largo plazo.
La débil planificación con la que nos encontró el virus a nivel de los Estados también se evidenció en los niveles subnacionales, municipales o locales. Las ciudades se convirtieron en el epicentro de la crisis tanto por la proporción de los contagios como por los efectos sobre su funcionamiento, y en el futuro serán también el epicentro de los efectos o resultados de la planificación de la adaptabilidad. Consiguientemente, en nuestro país, las grandes urbes tienen un desafío enorme en esta nueva era marcada por el COVID-19. La adaptación significa adecuarse a nuevas situaciones, pero también resolver los antiguos problemas que hoy son cruciales.
La informalidad en las ciudades debe ser abordada por las autoridades ediles con mucha prontitud, eficacia y sensibilidad para resolver en el corto plazo un asunto que por sus características hace más vulnerables a las familias que la viven.
En adelante el desarrollo del sector salud no será fructífero si no es considerado como un sector estratégico. Un nuevo rebrote u otra crisis sanitaria como la que se ha vivido puede echar por tierra todos los esfuerzos que se están haciendo por recuperarnos.
El distanciamiento físico, el posible aislamiento o confinamiento de los habitantes y la forma como encararemos la protección y cuidados a las personas son temas que requieren que urbanistas y administradores de ciudades los consideren en la normativa edil. Asuntos como los subcentros urbanos equipados con la mayor cantidad de servicios y debidamente abastecidos para las necesidades esenciales de la población para evitar la excesiva movilidad urbana, pero también el transporte público y el tráfico para obtener un mínimo de tiempo en ellos, pensando en las personas que tienen la necesidad de acometer grandes distancias dentro la ciudad; las ciclovías y la seguridad para el peatón que hoy prefiere evitar las aglomeraciones; viviendas con espacios para el teletrabajo o educación remota; lugares de desinfección; la ventilación o climatización en edificaciones; ambientes flexibles y seguros para la socialización en condominios, multifamiliares, urbanizaciones o edificios, son temas que las municipalidades deben abordar de la forma más idónea posible.
Las actividades y usos urbanos se están transformando, lo que convierte a la conectividad y la velocidad en línea en un servicio básico o esencial para la población, y los alcaldes o alcaldesas debe encararlo como una forma de promover el desarrollo y la lucha contra la desigualdad. Las nuevas formas de comercio y el empleo necesitan un ambiente propicio.
La adaptabilidad requerirá mucha innovación, la innovación requerirá nuevas políticas y éstas tendrán que venir acompañadas de nuevas regulaciones municipales de forma integrada y con una alta inclusión.
De la velocidad en la que nos adaptemos, dependerá nuestro futuro y el superar los efectos adversos de la crisis, es decir que las sociedades que triunfen en esta tarea serán las que se desarrollen de mejor manera.
Cometer el mismo error, de subestimar la importancia de la planificación en este tiempo, significará elevar el nivel de la crisis al ámbito político, convirtiendo a nuestras ciudades en lugares de convulsión social, conflictividad e inestabilidad política para las propias autoridades ediles.
Javier Zavaleta López es arquitecto, exdiputado y exministro.