El tablero de la geopolítica global muestra varias tendencias de cambio, que traen consigo implicaciones para los países latinoamericanos. En primer lugar, conviene mencionar que la retirada precipitada de las tropas estadounidenses de Afganistán tendría que obligar a los diseñadores de la política exterior de ese país a reconsiderar la idea de que se pueden imponer sistemas institucionales mediante intervenciones militares prolongadas. Como quiera que eso ocurra o no, las repercusiones de la salida de Afganistán después de 20 años de guerra, ya están acarreando repercusiones de diverso orden en la zona del Asia central, que pueden dar lugar a enormes movimientos migratorios, así como a una mayor presencia de Rusia y China.

En segundo lugar, parece evidente que en el enfrentamiento con la China, la estrategia de los Estados Unidos está cambiando, como se evidencia claramente con la nueva alianza entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia, que desplaza la relación que existía en el pasado entre los Estados Unidos y Europa, y afecta en particular a Francia que tenía un contrato multimillonario para el suministro de submarinos a Australia, el cual ha sido cancelado como consecuencia del mencionado acuerdo, que tampoco fue consultado con la Unión Europea. Se trata de un acuerdo estratégico de defensa en la región que busca frenar la creciente influencia de China en la zona indo pacífica, y que permitirá a los tres países compartir información en áreas tales como la inteligencia artificial, cibernética, sistema de submarinos y capacidades de ataque de largo alcance.

En tercer lugar, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente Biden ha anunciado que Estados Unidos regresa a la escena multilateral y que, entre otras decisiones, se reincorpora al Acuerdo de París sobre Cambio Climático. Bajo tales circunstancias cambian las expectativas de los resultados que pudiera tener la próxima reunión de la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP 26) que se llevará a cabo en noviembre en Escocia. Un mayor optimismo se justifica también a partir del cambio que ya se anuncia en la correlación de fuerzas europeas cuando las elecciones de este domingo modifiquen la coalición de partidos del nuevo gobierno federal en Alemania.

De manera general, los compromisos de los países industrializados afectan a las estructuras productivas que determinan los grandes flujos de comercio internacional, la matriz energética global y las perspectivas de los avances tecnológicos en materia de digitalización. Además, el Pacto Verde de la Unión Europea resultaría ciertamente reforzado con la probable incorporación del partido de los Verdes en el próximo gobierno de Alemania. Bajo tales condiciones podrían cumplirse algunos compromisos de los países industrializados, tales como un mayor financiamiento para el cambio climático en los países en desarrollo; que se aplique plenamente el Acuerdo de París, y que se convenga una efectiva reducción de las emisiones de gas de efecto invernadero a nivel global.

Los aspectos mencionados demuestran que se encuentra en pleno desarrollo un proceso de construcción de nuevas alianzas liderado por los Estados Unidos, que deja por fuera a la región latinoamericana como conjunto, sin perjuicio de que se mantenga la relación con algunos países individuales, como es el caso del papel que juega México en el tema de las migraciones de Centroamérica y el Caribe.

Se constata una vez más que la división de la región, puesta de manifiesto en la reciente reunión de la Celac, impide ciertamente que América Latina participe con una sola voz en la reconfiguración del orden internacional y en los principales foros que atienden los temas centrales de la transición geopolítica global, al mismo tiempo que despliega un relacionamiento a geometría variable con la China.

Horst Grebe es economista.