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Ética y creatividad

Sócrates fue el más grande maestro de la retórica y el lenguaje. Uno de los puntos “fuertes” que enmarcó sus reflexiones fue la creatividad, la cual lo llevó a ser denominado el “maestro de la invención” de las ideas. Algo por demás singular, pues le posibilitó conducir al mundo al nuevo camino, el de la humanidad. Esto no solo en lo referido a la reflexión, como es de suponer, sino a la creatividad necesaria en la vida del ser humano. Un verdadero pensador creativo.

Como se sabe, la creatividad es la invención natural extraída de la mente y la habilidad de saber transformar ciertas situaciones, elementos y otros en nuevos hechos o realidades.

De esa manera, de la actitud imaginativa de Sócrates derivaron diferentes corrientes filosóficas. Entre lo más importante de su legado estuvo su afirmación: “Una vida sin búsqueda no merece vivirse”. Una consideración que demostró cuán importante es el desarrollo del conocimiento, siempre que esté pensado dentro de una argumentación racional.

En esa lógica, la ética, a nuestro entender, no solo se convierte en uno de nuestros valores humanos, sino también en el sentido de nuestra vida.

No faltaron otros pensadores contemporáneos como Heidegger, quien aseguró que el hombre de hoy no solo requiere ser competitivo, sino esencialmente creativo. Una visión que es vital en estos tiempos, ya que motiva a la competitividad, es decir, luchar por el triunfo y que éste además se encuentre acompañado por una conducta ética.

Lo más importante de aquello es que ese actuar debiera ser asimilado como parte ineludible de la integridad de las personas.

El interior del ser humano es la realidad más importante para el trabajo de la ética y, aunque no se crea, lo más difícil de moldear.

La ética es una parte de la filosofía, quizá la más determinante del hacer profesional, sin embargo, no siempre se logra que el ser humano se apropie de ella.

Por tanto, es una cualidad fundamental de la conducta humana, pues es parte del sentir que acompaña el “hacer creativo”.

Está claro que la vida del ser humano no es fácil, lo que le puede llevar a cometer errores que podrían enmarcarse en la falta de ética. Pero, incluso así, ésta vive en su interior y es una parte vital de la formación de su conducta.

Es fundamental comprender además que la ética no está reñida con el tiempo y menos con la cualificación de valores. Tampoco puede ser algo impuesto en la persona porque, a fin de cuentas, forma parte de su ser.

Patricia Vargas es arquitecta.