Magia
En el curso titulado La verdad y las formas jurídicas del profesor Michel Foucault se hace referencia al Derecho feudal de los siglos XII y XIII, en el que los litigios se resolvían mediante pruebas. Un tipo de prueba era la de tipo verbal. Cuando un individuo era acusado de algo —robo o asesinato— debía responder a esta acusación con cierto número de fórmulas, garantizando que no había cometido delito. Sin embargo, el éxito o el fracaso se encontraba en pronunciar las fórmulas adecuadamente, sin errores y en el tiempo adecuado, pues un cambio en las palabras o una elección errónea de la fórmula invalidaba a la misma y con ella a la verdad que se pretendía probar. Muchas veces pronunciar la fórmula fuera de tiempo o con una dicción distinta hacía perder el proceso. En el devenir del tiempo las personas que eran parte en un litigio serán reemplazadas por otras, entrenadas en conocer los ritos y los tiempos adecuados para decir las fórmulas mágicas, los llamados ad auxilium vocatus o simplemente ad vocatus, de donde proviene la palabra «abogado», es decir el aprendiz de fórmulas mágicas para la resolución de conflictos. Se trata de un aprendiz, porque las fórmulas no le pertenecen, pero sabe usarlas.
Decir el derecho, o juris dicare será uno de los orígenes de la palabra «jurisdicción», y en esta condición de «decir» el Derecho se encuentra la relación con la magia. Como señala el profesor de Teoría del Derecho de la Universidad de Bruselas, Laurent de Sutter, en el derecho romano antiguo, iurare no significa pues decir el derecho sino pronunciar la plegaria adecuada, es decir, hacer uso de la fórmula adecuada de conjuro. El llamado ius, de donde viene la idea de iustitia (justicia), se relacionaba con la potestad de invocar poderes supra terrenales en busca de garantizar la verdad de una declaración. Asimismo, el proceso judicial era concebido como un diálogo estrictamente sacramental, con la utilización de fórmulas retóricas ante autoridades, muchas de ellas religiosas, en ambientes rodeados de símbolos, que aseguraban el buen desarrollo del proceso. Por ello el Derecho se empezó a concebir como un mundo de palabras, pero no cualquier palabra, sino palabras que cobran realidad. Es así que el lenguaje del Derecho se concibe en el modo gramatical de la conminación, del mandato, de la orden directa que busca producir efectos en la realidad. Y resulta también curioso que los legisladores a momento de aprobar una norma la sancionen. La palabra sanción viene del latín sanctio que significa santificar. La antigua toga de los jueces recuerda la actividad ceremonial, cuasi religiosa, con la que administraban justicia.
Laurent de Sutter, el profesor mencionado anteriormente señala, en sus clases de jurisprudencia en Bruselas, que el Derecho es magia.
Farit Rojas T. es abogado y filósofo.