Seamos dignos
Siempre que las trabajadoras asalariadas del hogar consiguen alguna medida que dignifique su trabajo, sale a luz la vieja amenaza: “Con tantas exigencias, ¿quién las va a contratar? Perderán su trabajo”. Los organismos internacionales, las organizaciones del sector contradicen esas sentencias recordando que en el mundo se lucha incansablemente para que el trabajo asalariado del hogar deje de bordear la esclavitud, que no se lo ejerza gratuitamente y sea ejercitado como cualquier otro trabajo. Esa lucha obtuvo su mayor reconocimiento internacional con la promulgación del Convenio 189 de la OIT, siendo Bolivia el tercer país en la región y el quinto en el mundo en ratificarlo mediante la Ley 309, esta medida implica que toda persona que sea contratada para cumplir tareas del hogar debe regirse a las normas establecidas en la Ley General del Trabajo, tanto en sus derechos como en sus obligaciones.
Pongamos el ejemplo de una persona a quien se contrata como portero de un edificio. Entre sus obligaciones están las tareas que debe realizar, las normas de comportamiento que debe seguir, el horario y los días de trabajo. Por otro lado, entre sus derechos están el salario que recibirá por las tareas realizadas, las vacaciones, el seguro de salud, el derecho a una vivienda con servicios de luz y agua pagados por la parte contratante. Con el seguro de salud, tanto empleador como empleado quedan protegidos, así lo establecen los estatutos vigentes en los condominios. Las normas son claras y todos están de acuerdo. En ese caso no hay discusión.
Con las leyes vigentes en Bolivia, las trabajadoras asalariadas del hogar tienen esos mismos derechos y obligaciones válidos para cualquier otro trabajador. Dentro de esos derechos adquiridos está el seguro de salud que ellas finalmente consiguieron el 28 de septiembre de este año, después de 19 años de gestión. Inmediatamente promulgado el decreto, la opinión ciudadana se dividió entre quienes tildan esta medida de abusiva con los empleadores, y quienes la toman como justa y necesaria. Indudablemente regular una actividad como el trabajo del hogar llevará su tiempo porque implica romper con las viejas prácticas que se dan en sociedades tan desiguales como la boliviana.
Un seguro de salud es bueno tanto para el empleado como para el empleador, porque frente a un accidente dentro del trabajo, una enfermedad de largo tratamiento, ambas partes estarán protegidas sobre todo ante lo imprevisto. Actualmente los empleadores suelen cubrir las consultas médicas, las intervenciones de emergencia. Como dice la frase que les escuché gritar a las trabajadoras del hogar: “Sin seguro de salud, no hay trabajo digno”, esto debería repetirse en todos los trabajos, en cualquier trabajo, porque la cuestión es ganar dignidad como seres humanos.
Lucía Sauma es periodista.