Voces

Tuesday 23 Apr 2024 | Actualizado a 22:39 PM

Abya Yala despierta, América tiembla

/ 13 de octubre de 2021 / 01:51

Nuevamente la wiphala nos convoca para defender nuestra dignidad, nuestra soberanía, nuestra revolución democrática y cultural, como hace 529 años cuando nuestros abuelos alzaron la wiphala como símbolo de rebelión y sublevación ante la Corona española.

Durante el periodo de las culturas ancestrales, la wiphala fue el símbolo de unión y articulación de las naciones andinas, amazónicas y chaqueñas, respetando la diversidad cultural para que todos tengan todo lo necesario y a nadie le falte nada, esa es la cultura de la vida que nos heredaron nuestros ancestros.

Sin embargo, el 12 de octubre de 1492 invadieron nuestro hogar, invadieron el Abya Yala para saquear los recursos y riquezas naturales, para esclavizar, evangelizar y exterminar a gran parte de los pueblos indígenas originario, instaurando lo que hoy se conoce como América.

Por tanto, no fue el encuentro de dos culturas, no fue un proceso de prosperidad, paz y entendimiento, como afirman algunos historiadores conservadores o la Presidenta de la Comunidad de Madrid. Durante la Colonia hubo una invasión, fue la satanización de nuestra identidad cultural, fue el mayor genocidio de la historia, que arrasó con 90 millones de hermanos indígenas.

Para los pueblos indígenas no cambió la historia. Más aún durante la República se profundizó el exterminio, el genocidio y el etnocidio, que es el desconocimiento de las identidades culturales. Una vez más, la wiphala emergió como un símbolo de rebelión, un símbolo ancestral de lucha por la defensa de la vida, los recursos naturales y la identidad cultural.

A 529 años de la resistencia, los pueblos indígenas originarios estamos cumpliendo con nuestra agenda de lucha: reconstituir nuestra identidad cultural, promover los procesos de cambio a través de las Asambleas Constituyentes, consolidar los Estados Plurinacionales, y defender los derechos de la Pachamama, la Vida.

En tiempos de cambio, la wiphala, nuestro símbolo sagrado ancestral, cobija a los pueblos indígenas, organizaciones sociales, sindicales, jóvenes y profesionales para seguir caminado en este nuevo amanecer, para pasar de la resistencia a la propuesta, porque unidos en la diversidad, los pueblos del sur proponemos un cambio estructural, migrar del Estado Colonial Republicano al Estado Plurinacional.

Migrar al Estado Plurinacional no significa retroceder, sino cambiar la estructura capitalista, antropocéntrica, depredadora, consumista, deshumanizadora y competitiva, para vivir en armonía y equilibrio con la Madre Tierra, promoviendo la complementariedad, la diversidad y la paridad, es decir retornar a nuestro paradigma comunitario de vida.

Es hora de regresar a casa, es hora de reencontrarnos con nuestras raíces milenarias, porque la fortaleza de nuestra revolución democrática y cultural se encuentra en nuestra identidad, en la sabiduría ancestral de Tupak Katari, Bartolina Sisa, Tupak Amaru, Micaela Bastidas, o los líderes históricos mapuches Caupolicán y Lautaro, o los jefes indios de Norteamérica, Oso Blanco y Toro Sentado.

No estamos solos, no somos huérfanos, en esta lucha nuestros abuelos nos acompañan.

Abya Yala despertó. A 529 años del periodo mas nefasto y oscuro de nuestra historia, desde el sur estamos proyectando y construyendo un nuevo horizonte de vida: América Plurinacional de los Pueblos para los Pueblos.

Nuestra identidad cultural es como un árbol de raíces profundas, por más que quieran romper las ramas o deshojarla, volverá a crecer, porque los pueblos como afirmaba mi Abuela Biviana Mamani Chacolla: “Wiñay markanakaja wiñayan wiñayaniwa, los pueblos ancestrales son eternos en la eternidad”.

Fernando Huanacuni Mamani es excanciller de Bolivia.

Comparte y opina:

Illa e ispalla: Semillas de la vida

/ 23 de diciembre de 2021 / 01:29

Las catástrofes naturales, las guerras, las alteraciones genéticas de las semillas, las formas modernas de cultivo y el cambio climático son algunos de los factores de la crisis alimentaria que afronta la humanidad. Según informes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cerca de 811 millones de personas pasan hambre en el mundo.

Sin duda, cada año nuestras tierras son más infértiles a causa del monocultivo, la monopolización, la depredación y la mercantilización de las tierras, un modelo rentable para las transnacionales, pero devastador para millones de familias.

A esta crisis debemos sumarle la propagación acelerada de nuevas variantes del SARS-CoV-2. Hasta la fecha, en el mundo se estima que más de 5,3 millones de personas fallecieron como consecuencia del COVID-19. Algunos expertos afirman que el virus fue creado en laboratorios y otros desestiman esa hipótesis.

Frente a esta disyuntiva, los gobiernos de países industrializados y/u organismos internacionales solo se concentran en discutir sobre el incremento de recursos financieros que se requiere para “ayudar” a los países clasificados como de “alta prioridad”. Pero mientras no se ataquen las causas estructurales que provocan esta crisis, no podremos detenerla y cada año seguiremos acumulando informes con cifras exorbitantes a nivel mundial, pero más que cifras cargaremos con la muerte de millones de personas.

La humanidad necesita comprender que los modelos y estándares de sociedades modernas, que impuso el sistema capitalista, son el origen de la desnaturalización y la depredación de la Madre Tierra; son estructuras capitalistas donde el ser humano se desarticula de su identidad, de su espiritualidad y de sus principios ancestrales.

La humanidad debe interpelarse para decidir si continuará inmersa en una estructura moderna, que ha provocado el deterioro de la vida, u opta por recuperar los saberes ancestrales, retornar a nuestra identidad cultural y caminar la senda de la Cultura de la Vida.

El 21 de diciembre, acompañamos la Fiesta Ceremonia de la Illa y la Ispalla, que coincide con el solsticio de verano.

Cada 21 de diciembre, la comunidad se reúne en las wakas para recibir los primeros rayos del Padre Sol, que al amanecer ilumina el fruto de la primera siembra, ese fruto que es la ch’ama y la qama, fuerza física y espiritual que se necesita para proyectar un futuro basado en el paradigma ancestral comunitario: Vivir Bien con la Madre Tierra.

A través de esta fiesta ceremonia, los pueblos del Abya Yala llaman a la illa e ispalla con el fruto de la primera siembra (nayra sata) y luego lo guardan, ya que serán las semillas de la siguiente siembra. Para las culturas ancestrales, illa se traduce como la fuente, el origen, la semilla de todo lo animal, e ispalla, de todo lo vegetal y mineral.

Desde el paradigma ancestral comunitario se concibe que todo vive y que todo es importante en la comunidad, ya que la desaparición o el deterioro de una especie es el deterioro de la vida. Por lo tanto, la Madre Tierra es nuestra fuente de vida, de ella emergemos y a ella regresamos.

En esta fiesta ceremonia debemos agradecer por todo lo que nos dio la Pacha, la Vida. Y debemos comprometernos a cumplir con nuestro rol generacional, dejar buenos hijos a la Madre Tierra y dejar buenas semillas para que en el futuro todos tengan todo lo necesario y a nadie le falte nada.

Jallalla.

Fernando Huanacuni Mamani es excanciller de Bolivia.

Comparte y opina:

‘Wiñay pacha’, el reencuentro con nuestros ancestros

/ 4 de noviembre de 2021 / 01:27

Dulce o truco, truco o trato, dulce o travesura, son algunas de las frases que caracterizan la noche de Halloween; una celebración donde los disfraces, las calabazas, los dulces, las discotecas se apoderan de la industria.

Esa industria que pretende lucrar con el terror, la muerte, el miedo, sin ningún tipo de discriminación geográfica. Sin ir más lejos, España estimó recaudar 700 millones de euros ($us 812 millones) en la noche de Halloween; Estados Unidos, según la consultora Prosper Insights & Analytics, $us 9.100 millones (casi 8.000 millones de euros). Una vez más, el capitalismo ha mercantilizado la vida social de las familias modernas.

Ante esta realidad, la humanidad debe interpelarse para decidir si continuará inmersa en una estructura moderna, que ha provocado el deterioro de la vida, u opta por migrar hacia la reconstitución de la identidad cultural. Y esa reconstitución solo se consolidará cuando nos enraicemos con la historia, la Pacha.

Por ello, los pueblos ancestrales, en noviembre, celebran el encuentro con los seres que nos han antecedido en esta vida, aquellos que partieron al wiñay pacha, ese lugar eterno de donde venimos y a donde regresamos, porque la vida es un viaje sagrado.

A diferencia de occidente, para las culturas milenarias el concepto de “muerte” no está relacionado con el fin de una etapa o algo trágico, sino a aprender a morir día a día, como si fuese el ultimo. Pues de esta vida solo nos llevaremos aquello que sembramos en los corazones de las demás personas, de eso trata la Cultura de la Vida.

Por tanto, el sentido de celebrar el wiñay pacha es construir un puente entre lo visible y lo invisible, para reencontrarnos con nuestros ancestros, para comunicarnos con ellos.

No se trata solamente de hacer un acto más, sino que se trata de comprender, consolidar y acompañar el camino que han tejido los abuelos; ese camino que en “tiempos de cambio”, Pachakuti, remueve las tierras del Abya Yala y fortalece la identidad cultural que es la conexión con nuestras raíces milenarias y con la Cultura de la Vida.

Este es un nuevo tiempo en el que debemos abrir nuestro corazón, para que los mensajes de los abuelos y las abuelas fluyan y restablezcan los lazos con la fuerza ancestral: la primera fuerza que es nuestra “identidad cultural”, que nos permitirá recuperar el equilibrio, y la segunda fuerza es “honrar a los ancestros” para caminar en la senda de la sabiduría de la experiencia generacional; en aymara decimos: suma qamaña, vivir bien.

Fernando Huanacuni Mamani es excanciller de Bolivia.

Comparte y opina:

Últimas Noticias