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Demócratas, están en peligro

Los demócratas se enfrentan a un verdadero peligro. No están haciendo lo suficiente. No avanzan con la suficiente rapidez en las principales promesas de campaña del presidente Joe Biden. Las señales de advertencia están por todas partes. Siguen debatiendo sus proyectos de la ley de infraestructura y de gasto social. Y cuanto más se alarga la lucha, más fea parece.

Al final, creo que los demócratas no tendrán más remedio que aprobar algo, sin importar el tamaño, porque la consecuencia del fracaso es el suicidio. Los demócratas deben llegar a las elecciones intermedias con algo que puedan considerar una victoria, con algo que al menos se acerque a las transformaciones que Biden prometió.

Pero el presupuesto no es el único problema. Todavía existe una crisis en la frontera. El manejo de los inmigrantes haitianos fue una vergüenza para este gobierno, y las imágenes de los oficiales restallando sus riendas como látigos serán difíciles de borrar de la memoria. En cuanto a la reforma de la Policía, las negociaciones sobre esa legislación se vinieron abajo, con el habitual señalamiento de culpables como epílogo. Pero las órdenes ejecutivas están muy limitadas cuando se trata de la Policía estatal y local, y cualquier orden que emita un presidente puede ser anulada por el siguiente.

Además, está el ataque masivo y generalizado al derecho al voto que se está produciendo en todo el país. Como dijo el Centro Brennan para la Justicia a principios de este mes: “Hasta ahora, en un año sin precedentes para la legislación del voto, 19 estados han promulgado 33 leyes que harán más difícil el voto de los estadounidenses”. Y sin embargo, todavía no está claro si hay suficientes votos en el Senado para aprobar la protección de los votantes.

Por no hablar de que el COVID-19 sigue matando a muchos estadounidenses. La ola de casos durante el primer año de Biden erosionó cualquier optimismo sobre el desarrollo y la aplicación de vacunas.

Los demócratas han sido incapaces de ofrecer mucho para contentar a sus votantes y sus principales puntos de la agenda se han estancado en el Congreso durante tanto tiempo que muchos de esos votantes se están impacientando y desilusionando.

Como resultado, muchas encuestas recientes han mostrado que los índices de aprobación de Biden cayeron en picada hasta el nivel más bajo de su corta presidencia: según una encuesta reciente de la Universidad de Quinnipiac, el 38% de los encuestados aprobaba el desempeño laboral de Biden, pero el 53% lo desaprobaba.

Más de la mitad desaprueba su gestión de la economía, el ejército, los impuestos y la política exterior y casi el 70% desaprueba su enfoque de la reforma migratoria y la situación en la frontera con México. Solo su gestión del COVID-19 recibió un índice de desaprobación menor, del 50%.

Los electores negros siguen siendo los que más apoyan a Biden en muchas de estas métricas, pero incluso su apoyo parece blando de una manera preocupante.

Tal vez los demócratas aprueben un proyecto de ley de gasto masivo y lo pregonen bien, y la gente olvide su decepción en otros temas y se deleite con el montón de dinero que los demócratas planean gastar. Tal vez. No hay duda de que este país necesita con desesperación las inversiones que los demócratas quieren hacer. De hecho, necesita incluso más inversión que la que los demócratas han propuesto.

Pero incluso si consiguen aprobar tanto el marco de infraestructuras como el proyecto de ley de gasto social, esas inversiones pueden llegar demasiado tarde para desactivar el creciente descontento. Un presidente impopular con cifras de aprobación a la baja es un líder herido con poco capital político que lo respalde.

Biden es mejor que Trump, pero eso no es suficiente. La gente no solo votó por Biden para derrotar a un villano, también quería a un defensor. Ese defensor brilla por su ausencia.

Charles M. Blow es columnista de The New York Times.