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Thursday 28 Mar 2024 | Actualizado a 04:06 AM

Catar: pequeña gran potencia

/ 16 de octubre de 2021 / 01:47

Dos hechos recientes consolidaron la reputación de Catar como insoslayable jugador de primera línea en el mosaico geopolítico del mundo: la caída de Kabul a manos de los talibanes, acaecida el 15 de agosto y, aunque pareciera episodio trivial, la compra del sextuplete balón de oro Leonel Messi para el emblemático equipo estrella, de su propiedad, por 160 millones de euros ($us 185,7 millones).

Analistas de toda orientación admiten que la diplomacia catarí ha empleado los cuantiosos ingresos de sus exportaciones de gas con extraordinario buen juicio en inversiones que no solamente buscan lucros bursátiles, sino también rendimientos que engrosen su ya evidente prestigio como mediador en situaciones de extrema tensión. Unos creen que Catar padece del complejo del enano (con sus escasos 11.586 km2) frente a su poderoso vecino Arabia Saudita (2.149. 600 km2) tan rico o más que él y, atribuyen a ello, su hábil uso del soft power traducido en donaciones de diversa índole, a través del fondo soberano Qatar Investment Authority que desparrama $us 300.000 millones en activos que cubren varios puntos cardinales del planeta, aunque fuera un monto muy inferior al equivalente propósito de otras monarquías petroleras como Abu Dhabi (650.000 millones) o Kuwait (692.000 millones). La comparación es pertinente para apreciar el impacto de los réditos intangibles entre uno y otro.

Catar, el dorado del gas, es en PNB (Producto Nacional Bruto) por habitante el Estado más rico del mundo, con tan solo 300.000 ciudadanos nativos (y 2.500.000 extranjeros) será en 2022 el primer país musulmán en albergar la Copa mundial de futbol, para lo que gastó $us 300.000 millones en infraestructura deportiva, que tristemente costó la vida de 6.500 obreros migrantes.

El ámbito de sus relaciones externas pasa por las rivalidades vecinales con sus homólogos petrolíferos (Arabia Saudita, Bahréin, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos) que de 2017 a 2021 impusieron un duro bloqueo a ese singular emirato cuya audaz diplomacia opacaba ambiciones similares en las petro- monarquías del golfo. Aunque el factor de preminencia religiosa sea un elemento adicional de discordia, Catar sigue adelante con su propia hoja de ruta, dominando además los medios a través de su potente red televisiva Al Jazeera, rival de CNN, también en el área occidental.

La entrada de Catar en la Unión Europea la hizo por la puerta francesa por medio de inversiones en hotelería (los grandes cinco estrellas parisinos Le Royal Monceau, The Peninsula, De la Marine y otros) calculándose en 3.600 millones de euros ($us 4.100 millones) el capital catarí invertido en el Hexágono. En retorno, 120 empresas francesas se han instalado en Doha, sumando el excedente comercial francés en 3.200 millones vis a vis Catar.

Todo el festival de cifras millonarias provenientes del minúsculo emirato explica no solo un razonado planeamiento de su economía, donde la diversificación de sus fuentes de ingreso por concepto de las ventas de gas ha bajado al 58%, liberándolo de su condición de monoproductor, destinando el restante 42% a otros rubros, incluyendo servicios. A ello habrá que aumentar el factor militar que alberga equitativamente bases militares de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Turquía.

Su actual esquema de relaciones externas es el fruto de 25 años de paciente construcción diversificando sus alianzas para que ese equilibrio de cierta dependencia externa mitigue los celos de su vecindario, no siempre inocuo. Añádase a ese elemento su posición geográfica central en el Medio Oriente, su solidez económica y su serena compostura que lo coloca en buen rol de mediador internacional. Esas credenciales sirvieron para que los talibanes afganos instalasen en Doha su gobierno en el exilio con la tolerancia americana que llegó a negociar allí su precipitada capitulación.

Su suave diplomacia le permite financiar proyectos en la banda de Gaza, regida por Hamas y a la Hermandad Musulmana que aun figuran en la lista de organizaciones terroristas. En breve, la escarcela catarí está siempre disponible a veces para causas disimiles o contradictorias.

Ese nuevo estilo de hacer amigos y evitar adversarios, ha hecho que Catar, no obstante su exiguo tamaño, proyecte su imagen junto a las grandes potencias que reconocen la utilidad de su juego diplomático, en el convulso mundo árabe.

Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.

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El otoño de los patriarcas

Carlos Antonio Carrasco

/ 16 de marzo de 2024 / 14:50

Con el dramático aumento de esperanza de vida, pareciera que la caricatura del patriarca retratada por García Márquez hubiese adquirido la tonalidad de irrefrenable epidemia en todos los confines del mundo, principalmente en los Estados Unidos con la aproximación de los comicios presidenciales en los que dos ancianos se disputan el cargo. Cualquiera que sea el ganador, Donald J. Trump tendría 82 al término de su mandato (2028) y Joseph R. Biden 86, conjetura que está provocando agria polémica en ambos bandos y que ha dado paso a remembranzas etéreas en la historia. En efecto, el legendario Dwight Eisenhower murió a los 78; Franklin Delano Roosevelt a los 63 y el simpático Ronald Reagan a los 93 años, dejando su pasantía en la Casa Blanca a los 79.

El debate se encandila acerca de cuán viejo es ser viejo para ejercer el cargo y en su caso los efectos colaterales que conlleva el peso de los años, citándose como riesgo para la seguridad del Estado, la perdida parcial de la memoria, lo que causa más hilaridad que conmiseración, como los recientes gafes en que incurrió Biden al confundir al presidente de Egipto con el de México o aquellas de Trump que llamó al mandatario húngaro como si fuera de Turquía. Sin embargo, otros casos más allá del Atlántico son mayormente patéticos si recordamos al argelino Abdulaziz Bouteflica, que gobernó desde su silla de ruedas hasta cumplir 82; también el tunecino Habib Bourgiba (84) o el actual mandamás de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas (88); el presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang (81), sin contar la lista de octogenarios que se aferran al poder: Sabah al Jaber Sabah (91) en Kuwait; Emmerson Mnangagwa (81) en Zimbabue; Nangolo Mbumba (82) en Namibia; Paul Biya (91) en Camerún; Alaassane Ouattara (82) en Costa de Marfil; Alexander van der Bellen (80) en Austria; Michael D. Higgings (82) en Irlanda; Sergio Matarella (82) en Italia; George Vella (81) en Malta, y dejaremos de lado al papa Francisco (87 ), anclado en el Vaticano. Naturalmente, la paradoja es que la esperanza de vida en África, donde abundan las gerontocracias, es de 62 años, mientras que en Europa está fijada entre 77 y 83.

En Bolivia, la experiencia histórica bajo la veterana batuta no fue tan mala desde Tomas Frías (1874-1876), de 79 años, con impecable ejecutoria, hasta Víctor Paz Estenssoro, cuyo cuarto periodo salvó que “Bolivia se nos muera” cuando cumplía 82. Y, entre los presidentes más jóvenes, excepto el venezolano Antonio José de Sucre o el beniano Germán Busch, tampoco podría resaltarse en aquellos ni su brillo heroico ni alguna preclara inteligencia.

En lo que atañe a la conservación de una buena memoria, valga decir que el acopio de nombres y lugares en los octogenarios es geométricamente muy superior que en los adolescentes o en los treintañeros, por la simple razón que en los años vividos los viejos debieron recoger multitud de datos para almacenarlos en su cerebro, cantidad —obviamente— menos importante en los más jóvenes. Por lo tanto, el riesgo en los ancianos de no recordar será siempre mayor.

Muy atinadamente, Biden se defendió diciendo que “la cuestión que enfrenta nuestra nación no es cuán viejos seamos, si no cuán viejas sean nuestras ideas”.

Carlos Antonio Carrasco
es doctor en Ciencias Políticas y miembro
de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.

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América Latina, entre Milei y Bukele

/ 2 de marzo de 2024 / 06:46

Argentina, el segundo país sudamericano más grande (2,78 millones de km2) y El Salvador, el más chiquito centroamericano (21.041 Km2), democráticamente, regalaron al mundo, en periodo carnavalero, dos singulares ejemplares que, desde ese Macondo donde abunda el realismo mágico, exporta espacios preferentes en la prensa planetaria: Uno es el bonaerense Javier Milei (52), figura televisiva de frondosa melena felina, ojos azules, sonrisa fácil, solterón sin hijos pero con cinco perros adoptados. Economista de ideas extravagantes tan libertarias y pro-capitalistas que incluso sorprendió al auditorio monetizado en Davos. De emociones radicales, al decidir convertirse al judaísmo, siguió viaje a Israel para frotar su naso en el muro de las lamentaciones de Jerusalén y ofrecer su modesto concurso al primer ministro israelí para reforzar el genocidio que se opera en Gaza. Sin esperar la ceremonia de su propia circuncisión según manda el kabbale, guardose el sagrado texto hebraico en la faltriquera y armado de una caja de alfajores cordobeses, acompañado de su hermana Karina, como todos los caminos conducen a Roma, imploró audiencia a su compatriota el papa Francisco, de quien antes se había referido como al “hijoeputa que predicaba el comunismo”. Cristianamente, el ilustre jesuita al perdonar su arrepentido lamento, le obsequió una estampita de Mama Antula, la primera santa argentina canonizada ese mismo día. Al retornar a Buenos Aires, Milei lo hizo en vuelo comercial, donde una vez a bordo estrechó manos con todos y cada uno de los atónitos pasajeros. Terminada esa inusitada luna de miel, en la capital lo esperaba un congreso adverso que derrumbó gran parte de sus pretendidas reformas con el apoyo de miles de piqueteros bulliciosos que harán difícil que termine pacíficamente su mandato presidencial.

Entretanto, en el istmo centroamericano, a sus 42 años de edad, Nayib Bukele era nuevamente elegido presidente de El Salvador, por abrumadora mayoría (85%), junto a un parlamento totalmente controlado. De padre palestino, lleva en su ADN la habilidad y la astucia de los vendedores de alfombras mágicas en los bazares orientales y esa ventaja, trasladada a su profesión de publicista, le sirve para atraer millones de militantes a su partido Nuevas Ideas. En su primer periodo presidencial (2019-2023), en una economía ya dolarizada, implantó el bit-coin como otra alternativa de moneda corriente. Pero, sobre todo, impuso el  “estado de excepción” para atrapar y encarcelar, sin juicio previo, a más de 76.000 pandilleros que agrupados en la Mara Salvatrucha y la Mara 18 aterrorizaron diversas colonias salvadoreñas durante 30 años, contabilizando 120.000 asesinatos. Gran hazaña que convirtió a El Salvador de ser el país más inseguro del mundo a la antípoda de excelsa seguridad. Sus detractores acusan a Bukele de irrespeto a los derechos humanos y —sin excusas— los delincuentes encerrados en una moderna cárcel, semidesnudos, con solo alimentación básica, sin derecho a visitas, ni teléfono o comunicación alguna con el exterior, languidecerán hasta su muerte en esas condiciones, bajo la inculpación de su pertenencia a las maras, comprobada por los ostensibles tatuajes que portan y que constituyen la única e irrefutable evidencia de los crímenes cometidos. En su segunda entronización, Bukele prometió dos batallas más: acabar con la burocracia superflua y encarcelar a los corruptos en prisión idéntica a la de los pandilleros. Con ese atractivo programa su popularidad suma y sigue, con tal éxito que el Ecuador azotado por el asedio de los narcotraficantes imita abiertamente aquel modelo, y otras naciones de la región y el mundo alaban los éxitos logrados.

La región latinoamericana enfrenta el dilema de esos dos modelos, al medio de mandatarios anodinos los unos y peligrosamente populistas, los otros. Y, para colmo, ambos fenómenos fueron ovacionados por la Convención Conservadora Americana bajo el alero personal de Donald Trump.

Carlos Antonio Carrasco
es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia
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Kennedy-Paz Estenssoro

/ 17 de febrero de 2024 / 07:37

A la una de la tarde de aquel fatídico 23 de noviembre de 1963 (hace 60 años) llamé de urgencia al presidente Víctor Paz Estenssoro (VPE), despertándolo de su tradicional siesta, para comunicarle que John F. Kennedy había sido asesinado. El jefe quedó atónito y apenas balbuceó “¿es oficial la noticia?” Cuando le repliqué que el embajador americano Ben Stephansky era mi fuente, se cortó la llamada y esa tarde VPE no vino a Palacio, pues hacía justo un mes que se había cumplido la visita de Estado, donde el flamante difunto lo recibió con todos los honores, iniciando además una relación de notable afinidad. El mandatario boliviano había preparado meticulosamente cada momento del programa de viaje establecido, comenzando por formar equipos de trabajo para todas las ocasiones. En la elaboración de los borradores de discursos sobresalían Augusto Céspedes y René Zavaleta. En la misión de avanzada a Washington, viajamos dos semanas antes, Ted Córdova Claure para los afanes de prensa y Carlos Antonio Carrasco para los arreglos protocolares. En la comitiva de acompañamiento figuraban el ministro de Economía, Alfonso Gumucio Reyes y el general Alfredo Ovando Candia, comandante del Ejército, entre otros.

El avión presidencial aterrizó en Williamburg, donde esperaban cuatro helicópteros que nos transportaron al día siguiente hasta el Rose Garden de la Casa Blanca. Al nomás pisar césped, vi por primera vez a pocos metros la inolvidable silueta de JFK, vestido de traje gris rayado, camisa blanca y una corbata club tie de líneas azules. Alto, con los hombros un tanto volteados hacia adelante, avanzó hacia nosotros pausadamente junto al embajador Enrique Sánchez de Lozada, mientras esperaba el descenso del helicóptero de VPE, con quien se confundió en cordial abrazo. Al día siguiente, JFK ofreció un almuerzo en la Casa Blanca, con solamente 50 cubiertos, lo que permitió la fluida conversación presidencial. Por la tarde VPE brindó entretenida conferencia de prensa con afilados periodistas ávidos de conocer la diferencia del boliviano con el cubano Fidel Castro. En la tercera jornada, correspondió a VPE reciprocar a JFK con otro almuerzo ofrecido en su honor, en la residencia de la embajada junto a una centena de comensales entre senadores, congresistas, ministros y el vicepresidente Lyndon Johnson. Previamente, en la antesala se procedió al usual intercambio de regalos, ocasión en que el presidente americano no pudo evitar el brillo de sus ojos al abrir el paquete: se trataba de dos auténticos incunables conseguidos en un convento de Sucre, pues era coleccionador apasionado de esas joyas. A los postres, noté que JFK volteaba el menú al dorso y que VPE escribía algo en él. Más tarde supimos el intenso interés que JFK manifestó por el reclamo marítimo de Bolivia y que pidió a VPE le explicase en un diagrama el diferendo con Chile. Con las balas asesinas de Dallas, se esfumaron muchas aspiraciones bolivianas y, al cabo de un año, VPE, a su turno, fue víctima de un golpe de Estado que lo expelió al exilio.

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Qatar: Pionero afortunado del ‘soft power’

/ 3 de febrero de 2024 / 06:42

En mis clases universitarias en Paris, en el marco de la enseñanza de relaciones internacionales, para explicar con el ejemplo el alcance del “soft power” (poder blando) en el ejercicio de las vinculaciones diplomáticas, ningún otro caso más emblemático que Qatar, aquel pequeño enclave de 11.586 kilómetros cuadrados de desierto árido bordeado de playas y dunas colgadas sobre el golfo Pérsico que limita enteramente con Arabia Saudita, su poderoso vecino. Con una población de 2. 2 millones de habitantes, de los cuales únicamente 300.000 son nativos, su ingreso per cápita esta calculado en 83.900 dólares (contra por ejemplo 44.400 en Francia). Su poderoso emir es Tamin ben Hammad Al Thani que a sus 44 años dirige la diminuta potencia, fuerte de su fortuna personal estimada en 2.500 millones de dólares (Forbes). Su gobierno ha tenido la habilidad de invertir sagazmente los réditos de su riqueza petrolera (alrededor de 475 billones de dólares) en rubros que le retroalimentan en influencia política, cultivo de su imagen en el mundo y mas que todo convertirse en mediador imprescindible en los conflictos que sacuden la paz y la seguridad interestatales. Muy criticado por no siempre observar escrúpulos morales, parece importarle mas obtener sus objetivos, sin detenerse en la calidad de los medios que emplea en esos afanes. Qatar, generoso en coimas, provocó la caída de aquella italiana, vicepresidenta del Parlamento Europeo, a quien las autoridades belgas le confiscaron varias maletas con dinero en efectivo. Igualmente, logró ser la sede del campeonato mundial de futbol (2022) seduciendo a los barones de la FIFA y hace dos semanas el senador americano Robert Menéndez, conocido por corifeo de Qatar, fue convocado judicialmente para explicar el origen de algunas dadivas detrás de ciertas actuaciones congresales. Pero. entre las acciones que ayudaron a Qatar a transformar su riqueza petrolera en poder político alrededor del planeta, está haber acogido en su seno, la base militar estadounidense que controla el perímetro de los países del Golfo Pérsico, montar una línea aérea de alcance global, poseer el famoso elenco futbolero “Paris Saint Germain”, alimentar la red televisiva Al-Jazeera que propala en árabe y en inglés los puntos de vista qatarís sobre la actualidad mundial. Todos esos elementos juntos reposan en un singular logro de soft power que sin un solo disparo convierte a Qatar en un mediador único e inefable en la solución de conflictos que, de otra manera, no tuvieran otra opción que la lucha armada. Valiosa contribución a las potencias occidentales a quienes ofrece puentes imprescindibles para la negociación de paz o simples arreglos de modus vivendi para el cese de hostilidades. Tales fueron y son los casos de enfrentamientos de terceros con Irán, Rusia o con entidades no-estatales como HAMAS, Hezbolla en Líbano o los talibanes en Afganistán.

Indudablemente, esa ductilidad diplomática despierta celos y suspicacias en sus vecinos igualmente ricos pero carentes de visión o apetito geopolítico. Así es como en 2017, la coalición adversa conformada por Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahrain y Egipto rompieron lazos con Qatar acusándolo de favorecer al extremismo islámico, llegando los saudíes al extremo de cortar el acceso marítimo del tramo que lo une a la península: es decir, un bloqueo aparentemente letal que luego se resolvió.

Y, ahora, en la guerra que libra Israel contra HAMAS en la franja de Gaza, tanto los judíos, como sus aliados occidentales acuden presurosos a Doha, en procura de la sagacidad qatarí para llegar a acuerdos que liberen a los rehenes aún en poder de HAMAS, para abrir vías de tránsito de suministro de alimentos y combustible para la asediada población de Gaza o simplemente medicinas para los cautivos.

De esta manera, Qatar juega en la liga mayor de las grandes potencias, inflando su imagen de amigable componedor en enredos asimétricos.

Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia

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Europa y la bomba migratoria

Otra faceta singular sobre este problema fue la salida del Reino Unido (Brexit) de la Unión Europea

Carlos Antonio Carrasco

/ 20 de enero de 2024 / 07:54

Hace cinco años, el escritor francés Michel Houellebecq publicó su novela Sumisión, en la que la presión musulmana aprovechaba el sistema democrático y usando las fisuras de la textura electoral, logra mediante alianzas circunstanciales hacer elegir a su candidato Mohammed Ben Abbes, presidente de la República, sometiendo al pueblo a la modalidad que pregona en su credo religioso islamista.

Lo que hace un lustro parecía una quimera, hoy en 2024 se torna en una posible realidad en varios países de la Unión Europea, donde el factor de la migración se ha convertido en el principal tema del debate político-electoral.

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Y las alianzas non sanctas protagonizadas por la extrema derecha muestran ya sus frutos, comenzando por la victoria de Georgia Meloni en Italia, a la que sigue Geert Wilders en Holanda, mientras ocurren violentas manifestaciones en Irlanda, paralelas a las guerras de las pandillas en Suecia, la irrupción de la AfD (Alternativa para Alemania) como segunda fuerza partidaria, el probable triunfo de la FPO en la elecciones venideras de Austria e igual pronóstico para el Frente Nacional en Francia, son todos los ingredientes del espectro de la extrema derecha en el viejo continente. El común denominador de este vertiginoso ascenso del extremismo se explica por el temor a la inmigración ilegal que se agolpa en las fronteras para entrar al territorio europeo a como dé lugar, sin respetar las legislaciones vigentes y que una vez instalados se constata su difícil integración en la comunidad nacional de migrantes que preservan sus propios valores religiosos y culturales, provocando inefable ruptura con el resto de la ciudadanía que debe afrontar grupos identitarios contrarios a los ritos constitucionales. Por lo tanto, el electorado, sintiéndose impotente ante la falta de acción concreta de contención a la migración irregular por parte de los partidos tradicionales, vuelca sus esperanzas en las formaciones radicales, particularmente de la derecha. Por ejemplo, cuando la excanciller alemana Angela Merkel acogió a un millón de refugiados sirios, fue motivo principal para el viraje popular hacia la AfD (Alternativa para Alemania), que la empujó a la cima de la preferencia electoral. En Francia, el fortalecimiento del Frente Nacional de Marine Le Pen se debe a que 70% del pueblo galo desea que la ley migratoria sea más rígida para evitar la entrada de indocumentados, siendo ese el elemento principal en el reciente cambio del gabinete ministerial. Incluso en los países escandinavos, pese a una fuerte tradición de recepción salamera a los demandantes de asilo político, la situación ha cambiado y hoy, la primera ministra danesa Mette Frederiksen declaró sin ambages que “la inmigración no-occcidental es el más grande desafío para Dinamarca”

Otra faceta singular sobre este problema fue la salida del Reino Unido (Brexit) de la Unión Europea, debido principalmente a la fluidez migratoria del continente hacia las islas británicas. Sin embargo, siete años después, la tendencia persiste y Londres se vio obligada a pactar con el gobierno de Rwanda un acuerdo para deportar hacia ese país africano a todos los demandantes de asilo que lleguen ilegalmente a sus costas. Igual preocupación es la prioridad principal en las elecciones a realizarse en 2025 en Irlanda, aquella tierra que acogió gentilmente a una masiva ola de refugiados ucranianos y que ahora deplora el impacto económico y cultural que esa modalidad implica, en el mundo laboral y en la escasez de vivienda.

(*) Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia

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