En las reuniones de esta semana, los dirigentes del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional tendrán la oportunidad de replantearse cómo puede utilizar el mundo sus recursos financieros para reducir los riesgos del cambio climático.

Para las economías que intentan alcanzar para 2050 la meta de un mundo con cero emisiones netas, un gran obstáculo será poder movilizar suficiente inversión privada para ayudar a los países en desarrollo a cumplir su parte. En las próximas décadas, se espera que las emisiones de mercados emergentes con un ritmo de crecimiento acelerado como Brasil, India, Indonesia y Sudáfrica aumenten a una tasa más alta que aquellas de los países ricos, como Estados Unidos, los miembros de la Unión Europea y Japón. Si es así, todo el mundo estará abrumado por los efectos del cambio climático.

Lograr la transición a cero emisiones netas requerirá niveles de inversión sin precedentes en tecnología e infraestructura. Será necesario que las inversiones en proyectos para reducir los niveles de carbono en los países pobres asciendan a más de $us 1 billón al año (más de seis veces la cantidad actual $us 150.000 millones).

¿Cómo conseguir ese nivel de inversiones a tiempo? Los países ricos deben destinar una mayor proporción del dinero de los contribuyentes a proyectos para impulsar la transición a cero emisiones netas en el extranjero.

El desastre climático no respetará fronteras nacionales. Si no tomamos medidas globales, todos los países pagarán costos enormes en relación con el calentamiento del planeta, incluidos los daños causados por desastres naturales más frecuentes y fallas en las cadenas de suministro. Invertir $us 100.000 millones en fondos públicos cada año en los siguientes 20 años nos permitirá evitar costos de al menos 10 veces esa cantidad, el resultado probable si no logramos cumplir para 2050 el objetivo de cero emisiones netas.

Una medida esencial para contar con el capital necesario para la transición de las economías de mercados emergentes a cero emisiones netas será utilizar fondos públicos para recaudar más capital privado. Con fondos gubernamentales asignados mediante subvenciones y subsidios es posible absorber algunos de los riesgos derivados de invertir en economías emergentes. Pueden lograr que los proyectos relacionados con el clima sean una opción viable para los inversionistas institucionales.

En la actualidad, la cantidad de capital privado recaudado por cada subvención o subsidio es mínima. Si comparte algunos de los riesgos que disuaden a los inversionistas privados de invertir, el financiamiento del gobierno puede ayudar a que los mercados emergentes sean una propuesta realista para los inversionistas privados.

Una alternativa es diseñar nuevas instituciones financieras para asignar capital al combate del cambio climático. No obstante, creo que es posible hacerles ajustes a los bancos multilaterales de desarrollo, agencias multilaterales y fondos climáticos existentes para que puedan asignar subvenciones y subsidios de los países desarrollados con mayor efectividad. Necesitamos aprovechar el conocimiento local de estas instituciones e invertir en soluciones como bancos ecológicos capaces de tomar este capital y combinarlo con fondos internacionales públicos y privados.

Mi esperanza es que los líderes que se reúnen en Washington estén dispuestos a actuar con audacia y presionar a los organismos internacionales para que renueven su enfoque de financiamiento climático para los países pobres. Se nos acaba el tiempo.

Larry Fink es presidente de BlackRock y columnista de The New York Times.