Amazonía, proteger 80% para 2025
El punto de inflexión alertado por científicos reconocidos (Thomas Lovejoy y Carlos Nobre) es el momento donde la Amazonía, el pulmón que sostiene el balance del clima global y la reserva de agua dulce más grande del planeta, podría entrar a un punto de no retorno (20-25% de deforestación y degradación). Es decir, su función ecológica cambiará de tendencia: de bosque tropical a sabana desértica, devastando vida silvestre y liberando millones de toneladas de carbono a la atmósfera, convirtiéndose en una fuente de emisión.
En antesala a la cumbre climática COP26 (Glasgow, Escocia), David Attenborough advierte que «cada día que pasa y no hacemos algo es un día perdido». Los riesgos de un planeta más caliente son reales. Atravesamos «la década decisiva» para encaminar hacia un mundo más seguro ahora.
La Amazonía, un mega-sistema (bioma, cuencas y regiones administrativas) presente en nueve países está en el umbral del punto de no retorno (Raisg, 2021), el 22% de su territorio fue transformado por la deforestación y degradación (incendios y pérdida de carbono) y un 66% está bajo presión de megaproyectos (carreteras, petróleo, minería, centrales hidroeléctricas y agropecuaria).
La secuela es que la Amazonía sufre alteraciones climáticas. En Bolivia (San Ignacio de Velasco y Ascensión de Guarayos) la lluvia redujo un -17% a nivel anual y -64% en agosto y septiembre. Mientras tanto la temperatura media mensual registra ascensos de +2ºC provocando sequías más intensas y prolongadas, consecuentemente mayor recurrencia de incendios y pérdidas socioeconómicas de consideración.
Para evitar los peores impactos y frenar el calentamiento global es urgente la protección del 80% de la Amazonía. Esto es posible y necesario porque el 72% de su territorio contiene sitios con muy alta funcionalidad y representatividad ecológica o Áreas de Prioridad Clave (Raisg, 2021). Un 16% de la Amazonía requiere ser restaurada para garantizar la conectividad de ecosistemas claves. Los territorios indígenas y áreas protegidas juegan un papel central para lograr esta meta, porque se ha demostrado su efectividad en la conservación de ecosistemas. Más de 273 millones de hectáreas (32% de la Amazonía) definidas como Áreas de Prioridad Clave no tienen ningún nivel de protección y deben ser prioridades inmediatas para nuevas áreas protegidas y reservas cogestionadas.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), a través de la Moción 129, se ha sumado a este llamado, para evitar el punto de no retorno en la Amazonía protegiendo el 80% para 2025. En Glasgow (COP 26), la esperanza reside en que la Amazonía sea una prioridad de la política global. La Amazonía en pie brinda un portafolio de oportunidades socioeconómicas de largo plazo, es la mejor vía para frenar la crisis climática global; sus ecosistemas son clave para la seguridad alimentaria, seguridad hídrica y salud ecológica mundial. Proteger la Amazonía es proteger la vida del planeta.
Marlene Quintanilla es directora de Investigación y Gestión del Conocimiento de la FAN.