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‘Historiador golpista’ versus ‘dictador fugado’

Las tensiones políticas del país se resumen en la guerra de adjetivos de dos actores principales de la crisis poselectoral de 2019: Evo Morales y Carlos Mesa. La relación entre ambos políticos es insostenible desde 2016, cuando el segundo dejó de ser colaborador del primero en la demanda marítima, provocado por las divergencias surgidas luego del referéndum de febrero de ese año.

El encono de ambos llegó a extremos impensables, que también es impensable creer que en enero de ese mismo año Mesa hubiera elogiado por última vez la trascendencia del presidente derrocado: “Es imprescindible reconocer de nuevo que el gobierno de Evo Morales está sin duda entre los más significativos de nuestros casi dos siglos de vida independiente”.

Tres años más tarde, ya como rival electoral, sus conceptos respecto de Morales cambiaron radicalmente, al extremo de culparlo de un “fraude monumental” o llamarlo “dictador fugado”, como repite ahora en respuesta a otros calificativos del líder del Movimiento Al Socialismo (MAS).

Aquel episodio había comenzado con la suspensión de la Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP), sistema de información en línea no definitivo pero cuyo parón fue fervientemente denunciado por Mesa luego de las elecciones del domingo 20 de octubre de 2019. Entonces había llamado a vigilias en los tribunales electorales —cinco de ellos fueron quemados luego— y se consideró víctima de fraude electoral.

Desde esa vez, Mesa no ha dejado de pronunciar la frase en su intento de librarse de acusaciones y de otro calificativo de Morales en su contra, “historiador golpista”, que lo acuñó para denunciar que el expresidente y ahora político de oposición fue uno de los primeros operadores de lo que considera un golpe de Estado en 2019.

Mesa fue un actor clave de la ruptura constitucional que desembocó en la cuestionada llegada al poder de la senadora de minorías Jeanine Áñez, cuya sucesión defiende con mucha fuerza.

Morales no lo perdona. Escenario que encuentra, aprovecha para endilgarle a su rival el “golpe” y su papel. Mesa hace lo mismo, en respuesta. Pero en réplica, es tildado de haber generado la crisis de 2019 al zafar el referéndum de 2016 que le dijo no a la repostulación y forzado una resolución del Tribunal Constitucional que supuso su derecho a la repostulación.

Cierto, Morales forzó los hechos y por eso se desencadenaron las protestas en 2019, resolución que, sin embargo, no terminó con el resguardo de la institucionalidad democrática del país.

Entonces, a la luz de los hechos, ¿quién de ambos rivales se acerca a la verdad? Obviamente, cada quien defiende sus tesis, lo que mutuamente llaman “relatos”. Pero en ambos casos hay dos hechos y dos relatos.

Claro, habrá que identificar cuáles de esas tesis son relatos y cuáles, hechos. En eso no habrá consenso/acuerdo, debido a intereses políticos, pero los bolivianos vieron cómo sucedieron. Y entre esos relatos está la tesis de la “sucesión impecable”.

Mesa considera y defiende que la sucesión de Áñez “fue impecable”. ¿Impecable más allá de la línea de sucesión? Sabe él, y está registrado en la cobertura de los medios, que exigió que en la sucesión no participe ningún masista y, al contrario, sea una senadora de minoría, fuera de la línea de sucesión, la elegida: Áñez.

Ante hechos inéditos de entonces, impecable habría sido el esfuerzo sobrehumano por instalar los actores políticos y “demócratas” la Asamblea Legislativa, como Mesa proclamaba ese 10 de noviembre, y la reconfiguración de las directivas antes de forzar una sucesión amparada en una declaración constitucional basada en una vieja Constitución, y destinada al “Vicepresidente de la República”. Y bajo el cumplimiento de la Constitución y los reglamentos legislativos, incluso en las formas: no hubo sesión, no hubo quórum ni hubo acto de posesión, sino, al contrario, hubo una imposición de la banda por parte de un oficial de la Casa Militar, y no en la Asamblea Legislativa sino en la intimidad del Palacio de Gobierno, solo con la presencia de correligionarios y familiares.

Que se digan adjetivos Morales y Mesa, pero a la luz de los hechos hubo una sucesión irregular, menos impecable, a no dejarse engatusar con ese relato.

Rubén Atahuichi es periodista.