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No somos los mismos

Hasta hace más de un año estábamos seguros de que el pasado se había convertido en demasiado pequeño para seguir habitándolo, hasta el punto en que no faltaban quienes ensalzaban a las grandes metrópolis que destruían barrios enteros de la gente de bajos recursos para la edificación de grandes infraestructuras, ratificando con ello que el presente se había convertido en efímero para la situación que vivía el planeta en cuanto a su desarrollo, también tecnológico e informático de esos momentos. Una realidad que de alguna manera tenía mucho de cierto.

Grandes ciudades, vida exaltada, libre a tábula rasa y de pronto llegó el COVID-19, que no nos hizo retroceder en el tiempo, pero nos demostró que toda esa mirada de un futuro ya concebido y hasta planificado por las grandes potencias debía detenerse por casi dos años. Esto, sin olvidar que posiblemente este virus llegó para quedarse.

Una pandemia que, por otra parte, nos ha demostrado otra realidad: que aún somos muy vulnerables, tanto que son 5 millones los que ya fallecieron en el planeta.

El mundo no se para y seguirá adelante en la ciencia, tecnología, educación y otras áreas, pero lo cierto es que ya no somos los mismos de ayer, ya que la población del planeta es otra, más reflexiva. El mirar el dolor ajeno nos ha demostrado que no somos invencibles, sino seres humanos. Débiles frente a semejante pandemia y muy sensibles como para soportar con indiferencia la pérdida de semejante número de vidas. Lo lamentable es que el peligro no terminó pues ya estamos frente a la cuarta ola.

Una situación que ha transformado aquella mirada fría y soberbia sobre un mañana de imposiciones, por un planeta que nos ha recordado cómo puede reaccionar ante tal postura.

A pesar de ello, las transformaciones son parte de la esencia misma del camino al futuro, lo cual no solo exige nuevas visiones sino que éstas formen parte innata de su desarrollo. Esto reafirma que el ser humano nunca dejará de soñar con el mañana, ya que aquello forma parte de su devenir.

Por tanto, nada detendrá el que sigamos adelante. Estamos conscientes de que viviremos cambios y de que recuperaremos la fuerza para seguir viviendo en libertad.

Lo más sobresaliente es que gracias a esta dura situación la era de la información se ha consolidado y hoy su cobertura traspasa fronteras antes inimaginadas. Así, las limitaciones que antes tuvo la población para comunicarse, hoy fueron subsanadas a través de los medios tecnológicos. En otras palabras, la sociedad, en este tiempo de crisis, cubrió su necesidad de contacto humano a través de la comunicación virtual.

Sumado a todo ello, el COVID-19 nos ha llevado a plantearnos también la necesidad de transformación de las ciudades. Una realidad que exige que éstas hoy sean concebidas con un sentido más humano no solo de la urbe en sí, sino de sus espacios de esparcimiento y recreación.

Toda vez que no somos los mismos de hace dos años, es necesario entender que hoy “el espacio urbano y vivencial no solo refleja a la sociedad sino que la expresa”.

Ha quedado demostrado, pues, que quienes le dan “sentido y significado” al desarrollo del planeta son los seres humanos y, en esa medida, la responsabilidad de éstos en su conservación es todavía mayor. Si bien hoy no somos los mismos, tenemos la energía no solo para superar el momento que vivimos, sino comenzar a construir un futuro pleno de desarrollo y sin amenazas sanitarias.

Patricia Vargas es arquitecta.