¿Quieres salvar la Tierra?
Si soy honesto, solo hay un lema que le daría al movimiento para frenar el cambio climático tras la cumbre de Glasgow, Escocia: “Todo el mundo quiere ir al cielo, pero nadie quiere morir”.
Esto no es serio, no cuando se habla de revertir todas las maneras en que hemos desestabilizado los sistemas de la Tierra. La respuesta al COVID-19 sí fue seria, cuando de verdad parecía que la economía mundial se estaba acabando. Nos defendimos con las únicas herramientas que tenemos tan grandes y poderosas como la Madre Naturaleza: el Padre Ganancias y la Nueva Tecnología.
Combinamos las empresas biotecnológicas innovadoras con la enorme potencia informática actual y una gigantesca señal de demanda al mercado, ¿y qué obtuvimos? En poco más de un año después de haber quedado en confinamiento a causa del virus, tenía una vacuna eficaz de ARNm contra el COVID-19 en mi cuerpo, ¡seguida de un refuerzo!
No vamos a descarbonizar la economía mundial con un plan de acción del mínimo común denominador de 195 países. No es posible. Solo lo conseguiremos cuando el Padre Ganancias y los emprendedores que asumen riesgos produzcan tecnologías transformadoras que permitan a la gente corriente tener un impacto extraordinario en nuestro clima sin sacrificar mucho, al ser solo buenos consumidores de estas nuevas tecnologías.
En resumen: necesitamos unas cuantas personas más como Greta Thunberg y a muchos otros como Elon Musk. Es decir, más innovadores arriesgados que conviertan la ciencia básica en herramientas aún no imaginadas para proteger el planeta con el fin de heredarlo a una generación que aún no ha nacido.
La buena noticia es que está ocurriendo. Dos ejemplos: El primero es Planet.com, tiene en órbita casi 200 satélites de imagen de la Tierra con el fin de que los cambios que se producen sobre el terreno sean “visibles, accesibles y prácticos”.
Con estas nuevas herramientas podemos empezar a remodelar el capitalismo. Durante años, las normas e incentivos del capitalismo permitieron a las empresas petroleras y del carbón extraer combustibles fósiles sin pagar el verdadero costo de los daños que causaban. Eso era fácil de hacer porque la naturaleza era difícil de valorar; la destrucción era a menudo difícil de ver en tiempo real; y los consumidores no tenían herramientas para reaccionar. Tenían que esperar a los tribunales.
Los satélites “nos permiten ahora incluir el capital natural en el balance de todas las empresas y países”, de modo que no solo se tendrán en cuenta los beneficios y las pérdidas de las empresas, “sino también todos sus impactos” en el medioambiente, me dijo Will Marshall, uno de los tres cofundadores de Planet y su director general.
Esos datos pueden utilizarse —en teoría— para desencadenar boicots de los consumidores, difundidos a través de las redes sociales, contra el gobierno o la empresa alimentaria o minera que está haciendo el daño, o pueden estimular la ayuda o la inversión extranjera en el país o la comunidad que protege sus recursos naturales.
La otra empresa es Helion Energy, que está trabajando en “la primera central eléctrica de fusión del mundo”. La energía de fusión ha sido durante mucho tiempo el santo grial de la generación de energía limpia. En junio, como lo informó el sitio web New Atlas, Helion publicó los resultados que confirmaban que su último sistema había conseguido calentar un plasma de fusión a una temperatura superior a los 100 millones de grados Celsius.
La generación actual del sistema de Helion, según informó Techcrunch.com, “no podría sustituir el Tesla Powerwall ni los paneles solares ya que el tamaño del generador es similar al de un contenedor de transporte. Pero con 50 megavatios, los generadores podrían dar energía a cerca de 40.000 hogares”. Como señaló New Atlas, “Helion prevé que generará electricidad a precios mínimos de alrededor de $us 10 por megavatio hora, menos de un tercio del precio de la energía de carbón o de las instalaciones solares fotovoltaicas actuales”.
¿Es Helion el santo grial? No lo sé. Solo sé esto: Nos hemos metido en este agujero gracias a lo peor del capitalismo: dejar que las empresas privaticen sus ganancias al saquear el medioambiente y calentar el clima, mientras socializan las pérdidas entre todos nosotros.
Podemos salir adelante, en parte, acelerando lo mejor del capitalismo estadounidense. Tenemos que revitalizar nuestro ecosistema de innovación para que el gobierno financie la investigación básica que supere los límites de la física, la química y la biología y, a continuación, combine esa innovación con políticas de inmigración que reúnan a los mejores talentos de la ingeniería del mundo y, después, dé rienda suelta a ese talento —impulsado por los que asumen riesgos— para inventar nuevas tecnologías limpias que frenen el calentamiento global a la velocidad y a la escala que necesitamos.
Thomas L. Friedman es columnista de The New York Times.