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¿El último round de Rómulo Calvo?

Un error de occidente al momento de estudiar a Santa Cruz es pensar que la élite política cruceña es uniforme, que los bloques de poder actúan de manera unificada y que responden todos a los mismos intereses; o que la “unidad cruceña” lo resiste todo.

Estas últimas semanas, las diferencias en la élite política de Santa Cruz fueron notables, por lo que la exposición de lo sucedido resulta muy útil para intentar comprenderlas.

El Comité Cívico pro Santa Cruz convocó a un paro indefinido porque Rómulo Calvo vio una oportunidad para revitalizar su liderazgo en los reclamos y temores de los gremiales y transportistas por la Ley 1386. Con habilidad, Calvo permitió que el comité sirviera de espacio de expresión de demandas de sectores que tradicionalmente no están afiliados al movimiento cívico, sino más bien al MAS.

Por otra parte, el gobernador Luis Fernando Camacho, que desde hace tiempo está en una búsqueda de la hegemonía política sobre su región, entendió que sumarse muy pronto al paro podría tener un efecto contraproducente sobre los sectores populares de Santa Cruz que él busca conquistar; además, existía el riesgo de que la medida fracasara. Así que, estratégicamente, Camacho no apareció durante los primeros días del paro. Solo se sumó cuando el paro ya se había consolidado. Fue en ese momento que sus voceros se encargaron de regar la nueva de que si Camacho no convocaba el paro, tampoco lo hacía el comité cívico. El camachismo hizo una intensa campaña para quitarle protagonismo al comité. En sus recorridos por las rotondas, Camacho se mostró empático con las demandas de “nuestros gremiales” y “nuestros transportistas”; nunca las atribuyó al comité.

Camacho aprovecha el paro para darse un baño de multitudes. El paro le sirve para acercarse al ciudadano que se pregunta dónde estarán las obras de Luis Fernando como gobernador. El nuevo mandamás cruceño está intentando sustituir al excaudillo regional Rubén Costas, lo que no es fácil, tanto porque se necesita tiempo como porque hoy mucho menos dinero está depositado en las arcas de la Gobernación. Por eso, su argumento siguen siendo las calles, no la gestión.

La consolidación del paro no fue obra de Camacho, Calvo o los grupos movilizados. Lo que consolidó un paro que al principio languidecía fueron los siguientes hechos: una represión exagerada de la Policía el primer día (cara factura pagada por el Gobierno por sancionar con razón a esta institución por el motín policial de 2019), el desfile de tropas militares rumbo a Santa Cruz (aunque en realidad se trataba de un aniversario del ejército y no tenía el objetivo de amedrentar, creó la indignación que se necesitaba) y, finalmente, la salida de algunos militantes del MAS a desbloquear. En lugar de trabajar y normalizar al país, esos masistas cayeron redondos en la propuesta de la oposición: parar.

Gracias a todo esto, durante una “gloriosa” semana, Calvo convocó a los cívicos de todo el país, encabezó uno de los polos y, por un momento, se convirtió en el líder más importante de la oposición. En medio de este auge, Camacho tomó la decisión de desplazarlo. El líder de Creemos no podía permitir un liderazgo en ascenso en su propia región. Camacho tiene claro que su proyección no es nacional y que lo único que posee con seguridad es el territorio oriental, que no puede poner en juego.

Con esto, Camacho no se porta distinto que cualquier otro caudillo. Su egocentrismo también explica por qué no postuló Svonko Matkovic como candidato a alcalde, pese a que con la fuerza de Creemos en Santa Cruz de la Sierra era imposible que este perdiera. Pero esto hubiera significado la existencia de “dos cabezas”, lo que era intolerable para Camacho.

Una vez que la movilización consigue la abrogación de la Ley 1386, Rómulo Calvo no sabe cómo administrar la victoria y comete el gravísimo error de un ludópata: no recoger el premio e ir por más. Camacho reconoce la debilidad de la medida y, como denunciaron desde el propio comité, presiona para su suspensión, primero, y luego, cuando esta se produce, manda a su militancia a pedir la renuncia de Calvo con acusaciones imperdonables para un comiteísta: “Transó con el MAS”, “cobarde”, “no nos consultó”, etc.

Por su lado, el MAS, en lugar de alquilar balcones y disfrutar de lo que podría ser el “último round” de Calvo, se equivoca nuevamente e ingresa a la pelea: judicializa a Calvo (aunque este es una “joya” y no necesita que el MAS le abra procesos; los tiene solo: viene acumulando causas desde 2003). Al parecer, el MAS sigue sin entender que en ese territorio solo se pierde, con o sin causa justa, porque el desprestigio de la Justicia es tan grande que arrastra y porque logra lo contrario de lo que desea: cohesionar a sus adversarios.

Camacho debe enfilar detrás suyo al comité para hegemonizar al departamento. Falta saber si lo logrará en los próximos meses apartando a Calvo.

Susana Bejarano es politóloga.