Un canadiense relató que sintió algo parecido a un pinchazo doloroso en el cerebro. Una estadounidense escuchó una especie de crujidos en la cabeza. Una francesa sufrió una hemorragia nasal abundante. Otros presentaron dolores de cabeza, lloraron o quedaron conmocionados.

Todos fueron sometidos a pruebas de COVID-19 con hisopados nasales profundos. Aunque muchas personas no se quejan de su experiencia, para algunas, la prueba del hisopo (una herramienta vital en la batalla mundial contra el coronavirus) les provoca una aversión instintiva, las hace retorcerse o sentir que les tiemblan las rodillas.

Desde que surgió el coronavirus, se han introducido millones de hisopos en millones de narices para detectar un virus pernicioso que ha cobrado la vida de millones de personas en todo el planeta. Una de las maneras de luchar contra el virus, según las autoridades, es hacer pruebas frecuentes y en sectores amplios. Lo fundamental ha sido utilizar una prueba que la gente esté dispuesta a realizar en repetidas ocasiones.

El hisopo suele ser la solución.

El alcance del hisopado plantea preguntas: ¿quién lo hace bien? ¿A qué profundidad debe introducirse el hisopo en la fosa nasal? ¿Cuánto tiempo debe pasar ahí? ¿Una prueba precisa tiene que ser incómoda? Sea injusto o no, algunos países tienen fama de hacer pruebas brutales. En primer lugar, una breve lección de anatomía: no, no están picándote el cerebro con un hisopo.

El hisopo atraviesa un pasaje oscuro que conduce a la cavidad nasal. Esta se encuentra dentro de un hueso cubierto de tejido blando y sensible. En la parte posterior de esta cavidad (más o menos alineada con el lóbulo de la oreja) se encuentra la nasofaringe, donde la parte posterior de la nariz se une a la parte superior de la garganta. Es uno de los lugares donde el coronavirus se replica de manera activa y es donde es probable que se obtenga una muestra satisfactoria del virus.

El recelo ante la prueba puede deberse a un hecho muy sencillo: la mayoría de la gente no soporta que le metan algo tan adentro de la nariz. Además, las pruebas evocan algunos de nuestros temores más oscuros: los de cosas que pueden meterse en nuestros orificios y escarbar en nuestro cerebro.

El dolor aparece cuando el hisopo (una bolita de nailon unido a un palo parecido al de una paleta) se introduce en un ángulo incorrecto, señaló Yuka Manabe, profesora de Medicina especializada en enfermedades infecciosas de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.

Hay tres tipos principales de pruebas de hisopado nasal para el COVID-19: nasofaríngeo (el más profundo), a medio cornete (el medio) y nasal anterior (la parte poco profunda de la nariz). Aunque la ciencia está evolucionando, los expertos tienden a coincidir en que el hisopado más profundo es el más preciso.

Según una revisión de estudios publicada en julio en la revista científica PLOS One, los hisopados nasofaríngeos tienen una precisión del 98%; los hisopos poco profundos tienen una eficacia del 82 al 88% y los hisopados de la parte media del cornete tienen un desempeño similar.

La OMS tiene directrices sobre la mejor manera de hacer las pruebas; las complicaciones han sido escasas. Algunos sostienen que los hisopados nasales ocupan un lugar relativamente bajo en la escala de las pruebas de coronavirus más delicadas.

Este año, China les exigió a algunos viajeros del extranjero, incluidos los diplomáticos, que se sometieran a las pruebas anales de COVID-19, lo que enfureció a los gobiernos extranjeros.

Livia Albeck Ripka y John Yoon son columnistas de The New York Times.