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Violencia diluida

Las luchas de las mujeres en Bolivia tienen diferentes momentos que serán importantes de recordar, especialmente los de las últimas etapas; brevemente nombraremos las luchas por la democracia, de los años 70, con la instauración del imaginario de las libertades democráticas, como un espacio de confluencia de mujeres y hombres que luchaban contra la violencia de las dictaduras. Es una etapa que necesitamos recordar, primero por la presencia activa y contundente de las mujeres, que sostuvieron las luchas, los reclamos por los detenidos, desaparecidos y asesinados, pero a la vez la presencia de ellas en las movilizaciones. Las mujeres vivieron también en sus cuerpos las represiones, la violencia, que por tratarse de mujeres tenían características específicas de crueldad y humillación.

La etapa de los años 90, con la instauración del neoliberalismo y los y las neoliberales como beneficiarios de toda esa acumulación de luchas por las libertades democráticas; los neoliberales incorporan a “sus mujeres” en los partidos y como dueñas de ONG —algunas llamadas feministas y otras activistas de la equidad de género—. Son estas mujeres neoliberales, muchas de ellas exizquierdistas que ya no creían en la posibilidad de cambiar o revolucionar el sistema capitalista y que funcionalmente se unieron a éste, buscando reformas cosméticas y finalmente recicladoras del sistema.

La Ley 1674, de la violencia doméstica, fue producto de esa vergonzosa negociación, que diluía la principal razón de nuestras luchas: denunciar que había una violencia específica hacia las mujeres por ser mujeres y que era ejercida por los hombres contra las mujeres propiciada y con el apoyo del sistema de dominio patriarcal, expresados en el Estado nación.

Hoy, la Ley 348, luchada por los movimientos y organizaciones sociales dentro del proceso de cambios y el Estado Plurinacional, es una revolución conceptual y práctica que visibiliza esta violencia específica ejercida hacia las mujeres por parte de los hombres. Ubica las responsabilidades del Estado Plurinacional para reparar esa histórica violencia a través de la propuesta de la despatriarcalización y la descolonización, como procesos pilares de la construcción del suma qamaña (vivir bien).

El sistema patriarcal y los y las machistas se van a defender, y ya por parte de los operadores de justicia está la resistencia a estudiar y comprender el cambio de paradigma. La insistencia de diluir la Ley 348 en la concepción y aplicación de la vetusta Ley 1674, donde la violencia era “igual” venga de donde venga. Hoy los y las neoliberales, misóginas y lesbofóbicas, junto al sistema de “justicia”, salen en santa alianza para diluir las luchas, las conquistas y claridades teóricas y prácticas.

Que las mujeres podemos ser violentas, sí. ¿Quién dice que no? Pero el ámbito de la Ley 348 como norma y las marchas y reflexiones del 25 de noviembre son, para cada año, continuar luchando para denunciar que hay una violencia específica contra las mujeres por ser mujeres y que son los hombres, nuestros hermanos y compañeros, que la ejecutan. Después podemos estar discutiendo las misoginias, lesbofobias, doble moral y racismos. Discursos de odio, de hombres y mujeres de la nueva inquisición.

Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.