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A no dudarlo: los servicios secretos no duermen

Una de las ventajas que poseemos quienes estamos en la llamada “tercera edad” es ver los acontecimientos en perspectiva de mayor tiempo. Podemos armar cronologías a veces por mitades de siglo. Los simples años se nos pasan volando, casi sin sentirlos. Por eso contamos por décadas. La revolución del 9 de abril, la subida de los militares al poder con su secuela de acciones tiránicas, la dura confrontación con los trabajadores asalariados de las minas, el surgimiento de la televisión, la llegada del Che a Bolivia, la instalación de dictaduras militares en América Latina, la recuperación de la democracia, el ingreso a la era de la internet… en fin, todos son sucesos ocurridos en la segunda mitad de la centuria pasada y marcaron intensamente a nuestra generación.

Pero el simple recuento de los hechos no basta. Hay que intentar penetrarlos con la indagación, cotejarlos con la información documental que a veces se revela luego de permanecer “clasificada” por décadas. Se puede y se debe arriesgar interpretaciones que busquen explicar las causas y las concatenaciones entre fenómenos aparentemente desconectados entre sí.

Por ejemplo, no son un hecho aislado, sino parte de un plan global, las acciones encubiertas de la CIA, en coordinación con el Pentágono, para encumbrar al general René Barrientos Ortuño, entre 1962 y 1966, los documentos recién fueron “desclasificados” en 2004, más de 40 años después (Foreign Relations of the United States, FRUS, volumen 31, documentos 147-180). Revisando esta documentación se establece que la CIA gastó más de $us 1 millón para llevar al poder al aviador boliviano mediante un golpe de Estado. Bill Broe, jefe de la división latinoamericana del servicio clandestino le reportaba entusiasta a Richard Helms, entonces jefe máximo de la CIA, que “Con la elección de René Barrientos como presidente de Bolivia, el 3 de julio de 1966, esta acción se ha completado satisfactoriamente”. La CIA envió a la Casa Blanca el expediente sobre Barrientos en ocasión de la visita de éste a los Estados Unidos. El asesor de seguridad nacional Walt Rostow, a tiempo de pasarle este informe al presidente Lindon Jhonson le decía: “Esto es para explicarle por qué el general Barrientos puede darle las gracias cuando cene con él el próximo miércoles día 20”.

En algunas ocasiones mediante la movilización ciudadana y la presión internacional es posible obtener dictámenes judiciales o resoluciones administrativas para que dicha “desclasificación” sea un tanto menos mezquina, algo más acelerada y sobre todo accesible. Según Wikipedia, «El National Security Archive es una institución no gubernamental sin fines de lucro localizada en la Universidad George Washington en Washington DC en Estados Unidos. Fundada en 1985 por Scott Armstrong, esta institución archiva y publica documentos desclasificados por el Gobierno de los Estados Unidos relacionados con la política exterior de dicho país. El archivo recolecta y analiza los documentos de varias instituciones de gobierno obtenidas gracias a la ley de libertad de información (Freedom of Information Act). El archivo entonces selecciona para hacerlos públicos en forma de manuscritos y microfichas a la vez que los publica en su página web…”

Uno de los principales investigadores del National Security Archive era Peter Kornbluh, quien se ocupó detenidamente en el caso de la dictadura chilena de Pinochet consiguiendo “desclasificar” más de 24.000 documentos del Departamento de Estado y de la CIA que tratan sobre la guerra secreta contra el gobierno constitucional de Salvador Allende.

La próxima quincena veremos algo de esa guerra secreta para detectar y/o imaginar lo que hacen ahora —fines de 2021— para desestabilizar al Gobierno boliviano y para torcer el rumbo de los cambios que con su lucha labró el pueblo chileno.

Carlos Soria Galvarro es periodista.