Inundados de basura
Este año se hicieron campañas de limpieza en el lago Titicaca y también en el Uru Uru, el esfuerzo de cientos de personas no fue suficiente. Las orillas del Titicaca están rodeadas de desechos que propios y extraños dejan sin pudor. Quien se sienta en la playa a pasar el rato, lleva una bolsa con pasankallas que dejará donde las comió, y si toma algún líquido en una botella de plástico, también quedará donde bebió, esto ya es detestable. Pero no es lo peor, las imágenes que nos llegaron en marzo de este año desde el lago Uru Uru nos parecen de terror, como lo calificaron entonces era un mar de basura, el primer hallazgo fue el cadáver de un hombre entre cientos de miles de botellas pet, bolsas plásticas de todos los colores y tamaños, escombros de construcción; todos estos desperdicios inundaron el Uru Uru y lo hicieron desaparecer bajo la inmensidad de la basura. Nueve meses después, el 13 de noviembre, se repite la historia y encuentran el cadáver de una mujer en medio de los desechos que no terminan nunca. Mayor la desazón cuando los expertos informaron que también se encontraban desechos de minerales como el cadmio, zinc y arsénico. En tres días de trabajo se sacaron 10 toneladas de basura, pero aún falta y la minería continúa contaminando.
¡Qué tristeza ver esas imágenes! Mirándolas sin poder creer uno se pregunta ¿cómo se llegó a esto? No es posible pasar por allí sin darse cuenta de tal cantidad de desperdicios. Todos aportaron con una botella, con una bolsa, con un pedazo de pared derrumbada, con el pedazo de trapo que ya no sirve, con el zapato que tiene desprendida la suela, etc. Todos dejaron lo que pudieron, lo que tenían a mano. Qué tal si hubiera sido al revés y cada quien hubiera dejado su botella, su bolsa, su trapo donde correspondía dejar y no en el lago, la historia sería otra. Para comenzar todos tendríamos un hermoso lago vivo y limpio.
La peor contaminación, la más peligrosa, está ubicada en la parte noreste del Uru Uru, donde llegan los metales pesados transportados por el río Tagarete que desemboca en el lago, llevando las aguas contaminadas que se vierten sin ninguna vergüenza y también sin que aparentemente ninguna autoridad se imponga, prohibiendo y sancionando esa actividad. Digo aparentemente para no pecar de omisión, aunque a simple vista hay claramente una ausencia de autoridad. Ese lago que está contaminado por los desperdicios de la mina San José ha visto desaparecer a sus peces y patos, así como cualquier atisbo de vida vegetal. Los lagos son riqueza natural que debe ser cuidada y preservada, verlos contaminados, llenos de basura, nos hace pensar que, como tantas otras cosas, hablar del respeto a la Madre Tierra no pasa de un discurso simplón y oportunista, condescendiente con la incumplida normativa que ha demostrado ser absolutamente ineficaz en los hechos.
Lucía Sauma es periodista.