Razones estructurales
A la pregunta ¿por qué teniendo un territorio inmenso con enormes riquezas no llegamos a construir un Estado de bienestar para tan pocos habitantes?, casi nunca respondemos con autocrítica y casi siempre con sandeces como las respuestas racistas, donde unos acusan a una raza maldita, y otros culpan a los extranjeros de todos nuestros males. No tenemos argumentos razonados y no ejercitamos la autocrítica porque en Bolivia hace 200 años que solo nos dedicamos al ejercicio insulso de la politiquería.
Un pequeño texto, Sociedades Comparadas, del geógrafo Jared Diamond, nos presenta, en lenguaje ameno, las razones estructurales del porqué unos países progresan y otros no. Diamond cita varias causas, enfatizando dos en particular: una, la geografía: “… no solo los países tropicales cercanos al ecuador son más pobres que los de las zonas templadas, sino también que los que carecen de salida al mar son mas pobres que los que tienen costas y ríos navegables”. Dos, las instituciones: “Países con buenas instituciones, como gobiernos honrados y formas de imponer el cumplimiento de leyes y contratos, suelen ser más ricos que aquellos donde el gobierno es corrupto y no se respetan contratos ni leyes”. De ambas pecamos olímpicamente.
Nuestra geografía es mediterránea, difícil y compleja, con cerca de un millón de kilómetros cuadrados de territorios agrestes en la parte andina y muy complicados en el oriente con inmensas llanuras anegadizas. Sin embargo, esa difícil geografía está llena de riquezas. Diamond define esa fortuna como “la maldición de los recursos naturales”, y señala: “Paradójicamente, los países ricos en recursos naturales suelen ser pobres”, argumentando que la ecuación de riquezas naturales más instituciones corruptas dan como resultado pobreza y atraso. Como somos acríticos y fieles custodios de instituciones heredadas e inoperantes, no vemos los problemas de nuestra arquitectura institucional, sea esta colonial, del Estado republicano o del actual, y soportamos un estado unitario, con gobernanza centralista, y a cargo de partidos políticos que son la institución más venal, corrupta y perversa. A todo ello, debes sumar la angurria del capitalismo internacional, chino o americano, para soterrar tu optimismo.
A las razones explicadas en el texto citado agrego otro dato decisivo: la escasa población boliviana, con apenas 11 millones de personas aisladas entre sí y del mundo global, y sin salud y educación plenas. El encuentro entre un territorio inmenso y una población poco cultivada reproducirá siempre una frustración perpetua de no mediar, algún día, un cambio histórico pleno de lucidez colectiva.
Carlos Villagómez es arquitecto.