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Un árbol y un millón de puertas

Una de las más emblemáticas piezas audiovisuales de la región sobre comunicación política se llama No y narra la potente campaña electoral que, junto con otras variables, permitió la victoria de la opción del No en el plebiscito nacional de Chile de 1988. En ese entonces, en los albores de que la comunicación política se formalizara como una rama especializada de la comunicación, el país vecino ponía en marcha una de las campañas ciudadanas más recordadas de la historia comunicacional del continente. Siendo su principal virtud precisamente la construcción colectiva sobre la cual fue erigida. Veintitrés años después, Chile está siendo testigo de una nueva campaña electoral que, sin duda alguna, podrá pasar a los anales de la historia y constituirse en un preciado objeto de estudio.

Desde la cima de un árbol, el 19 de junio de 2021, hace apenas medio año, Gabriel Boric, candidato a la presidencia de Chile, iniciaba la campaña para competir en las primarias internas de su coalición de izquierda. La imagen fue filmada de manera no planificada en Punta Arenas, recogiendo una vieja relación de las y los niños de esa región con los árboles cipreses. Hoy, el “emoticón” de árbol en las redes sociodigitales y las múltiples variaciones de la imagen de Boric mirando hacia el horizonte subido a un ciprés inundan el espacio digital. Así, sin realmente quererlo, apenas en el lanzamiento de esa campaña nacía el ícono —y, en consecuencia, la punta del relato— de la misma.

Su campaña, así como su figura, obtuvo notoriedad (y valor) al emerger por fuera de la centralidad. Una campaña descentralizada para un candidato que no proviene de Santiago de Chile podría sonar como una apuesta casi imposible si no fuera que estamos hablando del posible futuro presidente de la nación vecina. La equilibrada combinación de la movilización/ acción ciudadana, las campañas de tierra, el uso de la cultura digital y la importantísima capacidad de capitalizar la iniciativa espontánea de la ciudadanía han sido factores claves que han caracterizado la campaña de este candidato desde la vez en que se le vio en la cima de un árbol, iniciando este recorrido.

Luego, en la misma jornada en la que las apretadas encuestas electorales cumplieron su vaticinio y este candidato pasaba a la segunda vuelta pero en segundo lugar, y mientras la ciudadanía que lo votó se sumergía en la desesperanza, el candidato, con su equipo, no tardó nada en anunciar que iniciaba la tercera fase de esta campaña corta de varias etapas y que lo hacía poniendo a la cabeza de la misma a Izkia Siches, una médica de su generación que debido a su preponderante rol como presidenta del colegio médico de Chile fue barajada por muchos meses como una opción presidencial y reconocida por la revista Time como una de las y los 100 líderes del futuro. Con Izkia, proveniente de Arica, y el candidato nacido en Punta Arenas nacía la fase final del relato de esa campaña: un millón de puertas, una campaña de tierra cuyo objetivo es recorrer todos los rincones de un país históricamente gobernado desde su capital. Las repercusiones son impresionantes.

Los patrones y las claves que nos recuerda la campaña de Gabriel Boric no son nuevas en comunicación política. Pero paradójicamente tienen un poderoso efecto renovador. Pocas cosas renuevan más la confianza en la institucionalidad política que la esperanza, algo que la pandemia y los escenarios de alta polarización política insisten en tapar de la mirada ciudadana. En tiempos de desapego y desenamoramiento con la política institucionalizada, que la campaña de este candidato se haya forjado desde y con la participación de la ciudadanía activa constituye una buena nueva que celebrar. Y un hito electoral, que desde la comunicación política huelga escudriñar.

Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka.