¿Vaso medio lleno o medio vacío?

Una crisis global ha conmocionado al mundo, por la gran cantidad de muertes y las grandes dificultades económicas causadas. Estamos hablando del COVID-19. Sin embargo, por terrible que sea esta pandemia, el cambio climático podría ser peor. Después de dos años de espera, y muchas expectativas acerca de lo que nuestros gobernantes podrían hacer para efectivamente enfrentar una de las peores crisis que experimentará la humanidad, la crisis climática. Hoy, después de los resultados de la COP26 en Glasgow, ¿será que tenemos un vaso medio lleno o quizás medio vacío?
Es difícil medir los resultados de las negociaciones sobre cambio climático en términos absolutos. Glasgow estuvo lejos de ser un fracaso como Copenhague, pero tampoco fue un éxito transformador comparable a París. Se lograron avances, pero no lo suficiente para satisfacer a la ciencia que nos advierte sobre los efectos e impactos del cambio climático y mucho menos a los jóvenes que solo ven mediocridad en las acciones acerca de un futuro que es suyo.
Elevar la ambición de los objetivos nacionales de reducción de emisiones (contribuciones determinadas a nivel nacional, NDC) fue una tarea crítica para la COP26. En este frente, los gobiernos se quedaron cortos: si las nuevas metas actualizadas por 120 partes se implementaran por completo (y esto está lejos de ser seguro), se prevé que provocarán un calentamiento de 2,4 °C a finales de siglo, aún insuficiente.
El Pacto Climático de Glasgow, el principal resultado político de la COP26, solicita a los gobiernos que revisen y fortalezcan sus NDC antes de fines de 2022 para alinearlas con el objetivo de temperatura del Acuerdo de París. También hace por primera vez referencia a «acelerar los esfuerzos hacia la eliminación progresiva de la energía del carbón y la eliminación gradual de los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles». Las discusiones sobre financiamiento climático, adaptación y pérdidas y daños fueron el centro de atención en Glasgow y fueron puntos críticos de controversia, y aunque hay metas de recaudación sigue siendo incierto cuándo se recaudará la suma en su totalidad, si se movilizarán fondos entre 2020 y 2025, y a pesar de las metas para adaptación y el mecanismo de daños y pérdidas, queda claro que será necesario hacer mucho más para abordar las necesidades de los países en desarrollo vulnerables al clima.
La COP26 vio una serie de acuerdos plurilaterales sobre temas clave como la eliminación gradual de diversas formas de combustibles fósiles y el fin de la deforestación. Estas iniciativas tienen el potencial de acelerar la descarbonización, pero será fundamental monitorear su implementación y hacer que los gobiernos y otras instituciones rindan cuentas, y vayan más allá de los discursos, como el que ya escuchamos en Nueva York hace algunos años sobre el fin de la deforestación que nunca ocurrió.
Si bien se lograron algunos avances en la COP26, los próximos 12 meses serán cruciales para determinar si los acuerdos formales alcanzados en Glasgow brindan motivos para mantener el optimismo de que la meta de 1,5 °C todavía existe y son suficientes para generar confianza entre los países y entre los ciudadanos y los gobiernos, que hasta ahora vemos el vaso medio vacío.
Natalia Calderón es directora ejecutiva de la FAN.