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Wednesday 19 Feb 2025 | Actualizado a 04:02 AM

¿Vaso medio lleno o medio vacío?

/ 22 de diciembre de 2021 / 06:45

Una crisis global ha conmocionado al mundo, por la gran cantidad de muertes y las grandes dificultades económicas causadas. Estamos hablando del COVID-19. Sin embargo, por terrible que sea esta pandemia, el cambio climático podría ser peor. Después de dos años de espera, y muchas expectativas acerca de lo que nuestros gobernantes podrían hacer para efectivamente enfrentar una de las peores crisis que experimentará la humanidad, la crisis climática. Hoy, después de los resultados de la COP26 en Glasgow, ¿será que tenemos un vaso medio lleno o quizás medio vacío?

Es difícil medir los resultados de las negociaciones sobre cambio climático en términos absolutos. Glasgow estuvo lejos de ser un fracaso como Copenhague, pero tampoco fue un éxito transformador comparable a París. Se lograron avances, pero no lo suficiente para satisfacer a la ciencia que nos advierte sobre los efectos e impactos del cambio climático y mucho menos a los jóvenes que solo ven mediocridad en las acciones acerca de un futuro que es suyo.

Elevar la ambición de los objetivos nacionales de reducción de emisiones (contribuciones determinadas a nivel nacional, NDC) fue una tarea crítica para la COP26. En este frente, los gobiernos se quedaron cortos: si las nuevas metas actualizadas por 120 partes se implementaran por completo (y esto está lejos de ser seguro), se prevé que provocarán un calentamiento de 2,4 °C a finales de siglo, aún insuficiente.

El Pacto Climático de Glasgow, el principal resultado político de la COP26, solicita a los gobiernos que revisen y fortalezcan sus NDC antes de fines de 2022 para alinearlas con el objetivo de temperatura del Acuerdo de París. También hace por primera vez referencia a «acelerar los esfuerzos hacia la eliminación progresiva de la energía del carbón y la eliminación gradual de los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles». Las discusiones sobre financiamiento climático, adaptación y pérdidas y daños fueron el centro de atención en Glasgow y fueron puntos críticos de controversia, y aunque hay metas de recaudación sigue siendo incierto cuándo se recaudará la suma en su totalidad, si se movilizarán fondos entre 2020 y 2025, y a pesar de las metas para adaptación y el mecanismo de daños y pérdidas, queda claro que será necesario hacer mucho más para abordar las necesidades de los países en desarrollo vulnerables al clima.

La COP26 vio una serie de acuerdos plurilaterales sobre temas clave como la eliminación gradual de diversas formas de combustibles fósiles y el fin de la deforestación. Estas iniciativas tienen el potencial de acelerar la descarbonización, pero será fundamental monitorear su implementación y hacer que los gobiernos y otras instituciones rindan cuentas, y vayan más allá de los discursos, como el que ya escuchamos en Nueva York hace algunos años sobre el fin de la deforestación que nunca ocurrió.

Si bien se lograron algunos avances en la COP26, los próximos 12 meses serán cruciales para determinar si los acuerdos formales alcanzados en Glasgow brindan motivos para mantener el optimismo de que la meta de 1,5 °C todavía existe y son suficientes para generar confianza entre los países y entre los ciudadanos y los gobiernos, que hasta ahora vemos el vaso medio vacío.

Natalia Calderón es directora ejecutiva de la FAN.

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Crisis interconectadas, futuro frágil

Natalia Calderón

/ 13 de febrero de 2025 / 06:00

En un mundo cada vez más interconectado, la gestión de riesgos se ha convertido en una prioridad ineludible para gobiernos, empresas, comunidades y personas. Las crisis que enfrentamos hoy como planeta, desde conflictos armados hasta desastres climáticos y tensiones geopolíticas, no solo son complejas, sino que también están intrínsecamente relacionadas. En este contexto, el Informe Mundial de Riesgos 2025, presentado hace algunas semanas, se muestra como una herramienta esencial para entender y abordar estos desafíos.

Este documento revela un panorama mundial cada vez más fracturado y un futuro más frágil, en el que los crecientes desafíos geopolíticos, medioambientales, sociales y tecnológicos amenazan la estabilidad y el progreso. En su última edición, se destacan temas como el cambio climático, desinformación y la información errónea y la polarización social, todos ellos interrelacionados y capaces de amplificar sus efectos adversos.

La creciente dominancia de las preocupaciones ambientales en las perspectivas de largo plazo representa tanto un desafío como una oportunidad sin precedentes para nuestra sociedad. Hace algunos años, la idea de que los riesgos ambientales pudieran ocupar un lugar central en nuestras agendas parecía lejana, pero hoy es una realidad innegable. Cuatro de los cinco mayores riesgos (y cinco de los 10 principales) se relacionan con el deterioro climático y ambiental. Los riesgos ambientales han empeorado tanto en intensidad como en frecuencia desde que se publicó el primer Informe de Riesgos Globales en 2006. Los riesgos a escala global, como el cambio climático y la pérdida de la naturaleza, están influyendo en las preocupaciones a largo plazo. Sin embargo, el reporte también refleja que existen diferentes perspectivas cuando se trata de clasificar los riesgos ambientales. Por ejemplo, las generaciones más jóvenes están más preocupadas por cuestiones ambientales, que los grupos de mayor edad. Además, existe una divergencia entre los sectores público y privado en la forma en que clasifican los riesgos ambientales.

En Bolivia, debemos reconocer el momento crítico que vive el país, los cambios sociodemográficos que experimenta, además de los cambios políticos en un año electoral y la creciente conciencia sobre los riesgos ambientales como los incendios forestales. La interacción de estos factores representa una oportunidad única para incidir en la correcta inclusión en la agenda pública y política de los temas ambientales, y en las decisiones de la población acerca de nuestros futuros gobernantes.

Aprovechar las oportunidades que emergen de la preocupación sobre cuestiones ambientales requiere un compromiso colectivo y una visión a largo plazo que priorice la sostenibilidad. Al integrar las preocupaciones ambientales en nuestras decisiones económicas, políticas y sociales, no solo podemos mitigar los riesgos que enfrentamos, sino también construir un futuro más resiliente y próspero para las generaciones futuras. En este camino, cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar. ¡Actuemos juntos!

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Sol Invictus

Natalia Calderón

/ 19 de diciembre de 2024 / 06:00

Diciembre, el último mes del calendario, es un período de cierre y reflexión, donde algunas culturas celebran el solsticio, un momento simbólico de oscuridad y renovación. Este ciclo de la naturaleza, que culmina con el retorno del Sol Invictus (el “Sol invencible”), nos ofrece una poderosa metáfora para el momento crítico que vivimos en relación con la crisis climática y la pérdida de biodiversidad. En este diciembre, en medio de la penumbra de la inacción global, es esencial recordar que la oscuridad es solo temporal, y que el renacimiento del sol —un símbolo de esperanza y renovación— puede ser la oportunidad de despertar a una nueva conciencia ambiental.

El año 2024 llega a su fin con una sensación palpable de estancamiento en los frentes de la biodiversidad y el cambio climático. A pesar de las promesas de las últimas cumbres internacionales, como la COP 16 de Biodiversidad en Cali y la COP 29 de Cambio Climático en Bakú, los avances siguen siendo insuficientes frente a la magnitud de los problemas que enfrentamos. Los compromisos de reducción de emisiones y protección de la biodiversidad, aunque valiosos en sus intenciones, no han alcanzado la urgencia necesaria ni la escala requerida y mucho menos el financiamiento adecuado para cambiar el rumbo.

La oscuridad de la inacción persiste, y con ella, las amenazas sobre la biodiversidad y el clima se intensifican, como si el sol estuviera eclipsado por una sombra impenetrable. En este sentido, diciembre, lejos de ser un momento de celebración, se convierte en un recordatorio de lo lejos que estamos de lograr los avances que necesitamos para mantener la vida en el planeta.

Pero en medio de esta oscuridad, diciembre nos invita a mirar hacia el Sol Invictus, el retorno de la luz después del solsticio. En muchas culturas, este evento se celebra como la victoria del sol sobre la oscuridad, un símbolo de esperanza y renovación. El Sol Invictus no solo marca el regreso de la luz, sino que nos recuerda que siempre hay una oportunidad para renacer, para reconstruir y para avanzar, incluso cuando el futuro parece sombrío.

Este diciembre, la metáfora del regreso del Sol Invictus debería ser un punto de inflexión. No podemos permitirnos seguir esperando que otros lideren el cambio. Las soluciones están al alcance de nuestras manos, pero exigen un esfuerzo conjunto, una voluntad colectiva para desafiar las estructuras económicas y políticas que han perpetuado las crisis interconectadas que enfrentamos. Debemos exigir una gobernanza más coherente, con metas concretas y evaluables para frenar la pérdida de biodiversidad y el calentamiento global. La ciencia nos ha dado las respuestas, ahora es el momento de implementarlas.

Diciembre, con la promesa del Sol Invictus, es más que un cierre de año: es una oportunidad para empezar de nuevo, para transformar la oscuridad de la inacción en la luz de la acción decidida. A medida que el sol brilla en nuestro cielo, debemos asegurarnos de que la luz también regrese a nuestras conciencias y a nuestras políticas. Es el momento de despertar, de renovar nuestras energías y de luchar, con determinación y sin descanso, por un futuro donde la biodiversidad y el clima sean priorizados por encima de todo.

Natalia Calderón
es directora ejecutiva, Fundación Amigos de la Naturaleza

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El tiempo nos gana la carrera

Sin embargo, hoy los jóvenes nos inspiran con su compromiso por las causas ambientales

Natalia Calderón

/ 17 de enero de 2024 / 07:31

Estamos en 2024, a tan solo seis años de 2030, un año en el que hemos fijado enormes ambiciones para nuestro clima y nuestro planeta. El nuevo año empieza con la esperanza de que tanto a nivel individual como colectivo hagamos lo suficiente para lograr esas ambiciones.

Cada gramo de carbono que evitemos emitir, cada fracción de grado que evitemos para el calentamiento, cada especie que logremos salvar, cada incendio que logremos prevenir, cada día que actuamos antes, importa. Necesitamos que las declaraciones y compromisos nacionales y globales se traduzcan en acciones reales a gran escala, pero también necesitamos acciones locales e individuales de todos los tamaños.

Lea también: No es suficiente

El tiempo corre, y todo lo que ha sucedido en 2023 nos indica que el progreso aún es demasiado lento para la acción climática y la protección de la biodiversidad. Mientras tanto, los problemas ambientales parecen agravarse año tras año y las oportunidades para hacer cambios se nos escapan de las manos.

Cambio climático. El 2023 ha sido el más cálido registrado en los últimos 174 años. Y 2024 puede ser peor. Todo indica que los niveles de emisión de gases de efecto invernadero (GEI), debido al uso de combustibles fósiles, seguirán aumentando. Aún requerimos la voluntad política de los líderes mundiales de comprometerse con acciones ambiciosas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, la movilización de recursos financieros para apoyar la acción climática en los países en desarrollo y la capacidad de superar la oposición de los intereses económicos detrás del uso de combustibles fósiles. La conclusión de la COP28 en Dubái fue un ejercicio reciente de aceptación de un resultado menos que perfecto para celebrar el progreso real y preservar el impulso.

Deforestación. En Bolivia seguimos viendo cifras de incremento de deforestación (aproximadamente. 428.908 hectáreas en 2022), que nos posiciona entre los países con mayor deforestación a nivel regional y mundial, mientras que el ámbito internacional existe un consenso de que es necesario tomar las medidas necesarias para frenar la deforestación e inclusive ponerle fin hasta 2030. El desafío de disminuir la deforestación y aumentar la producción requiere un esfuerzo articulado entre diferentes sectores, agendas, intereses y actores, y sobre todo voluntad política para fijar una agenda de sostenibilidad y el fortalecimiento de instrumentos comando y control de la ilegalidad y el tráfico de tierras.

Aunque los problemas ambientales son muchos y la mayoría están relacionados entre sí, hay algunos que, por su gravedad, merecen más atención que otros. Los incendios forestales, la escasez de agua, las sequías extremas, los avasallamientos y el tráfico de tierra, la minería ilegal, el comercio ilegal de fauna silvestre, el narcotráfico, la deforestación y el cambio climático, están poniendo riesgo la viabilidad y permanencia de nuestras áreas protegidas y otros espacios claves para la funcionalidad ambiental y resiliencia climática, y el bienestar de la población boliviana.

El tiempo nos está ganando la carrera. Sin embargo, hoy los jóvenes nos inspiran con su compromiso por las causas ambientales, si bien no son los causantes de los desafíos ambientales que el mundo enfrenta ahora, pero están ansiosos por involucrarse más en resolverlos, y ahora más que nunca juegan un rol fundamental en las urnas y en el progreso y el impulso que nuestro país y nuestro planeta necesitan en estos momentos críticos.

(*) Natalia Calderón es directora ejecutiva de la FAN

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No es suficiente

Natalia Calderón

/ 22 de noviembre de 2023 / 08:44

Estamos a una semana de que inicie la vigesimoctava cumbre climática de las Naciones Unidas, cuyo objetivo principal es evaluar los esfuerzos globales para mantener al alcance del objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Meta acordada por 195 países en el Acuerdo de Paris de 2015, un punto de inflexión en la lucha contra el calentamiento global. Después de mucho tiempo, miramos con optimismo que ya no se trataba de debates, observaciones o declaraciones de intenciones, sino de un compromiso real, con cifras, hecho ante el mundo entero y sobre todo un compromiso con la vida y las generaciones futuras.

Sin embargo, han pasado ocho años y nos encontramos en un momento crítico para el mundo. El planeta enfrenta temperaturas récord y fenómenos meteorológicos extremos en todo el mundo, desde sequías, incendios devastadores hasta tormentas catastróficas e inundaciones que han amenazado vidas, economías y ecosistemas. Ninguna parte del mundo está ajena a los impactos del cambio climático. Y por supuesto Bolivia no es la excepción.

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Las sucesivas cumbres climáticas apenas han logrado avances significativos y hace algunos días Naciones Unidas nos advirtió que los esfuerzos no son suficientes y que los países deben tomar medidas más ambiciosas ante el cambio climático durante la próxima COP28, a realizarse en Dubái. Tristemente afirmó que de acuerdo con sus previsiones se alcanzará un pico en la cantidad de emisiones contaminantes globales esta década, pero sin que se registre “la disminución acelerada que la ciencia dice es necesaria”, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero deben reducirse en 45% a finales de esta década en comparación con los niveles de 2010, para cumplir el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C.

Este escenario solo nos muestra que no hemos hecho lo suficiente. Esta COP tiene la oportunidad de marcar la diferencia, sin embargo, se requiere una serie de factores habilitantes que hasta ahora no están claramente puestos sobre la mesa, como la voluntad política de los líderes mundiales de comprometerse con acciones ambiciosas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, la movilización de recursos financieros para apoyar la acción climática en los países en desarrollo y la capacidad de superar la oposición de los interés económicos detrás del uso de combustible fósiles.

No perdamos la esperanza que aún podemos y debemos hacer algo para enfrentar esta crisis climática juntos. Como sociedad es momento de actuar, esforzarnos en el espacio colaborativo y del multilateralismo, pero además buscar otros espacios. La mayor parte de los progresos en la lucha contra el cambio climático se articulan gracias al compromiso de la sociedad civil, algunas empresas que buscan la sostenibilidad, gobiernos locales y acuerdos de cooperación bilateral, además bajo la presión de la opinión pública.

Urge pasar la página, y no quedarnos cada año con los sinsabores de las constantes desilusiones diplomáticas. Desde nuestro lugar debemos hacer cambios para que todos nos comprometamos a realizar los esfuerzos necesarios para encaminar al mundo hacia un futuro más próspero, que hasta ahora las cifras de la ciencia nos muestran que está muy lejano.

(*) Natalia Calderón es directora ejecutiva de la FAN

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Tiempos de guerreras amazonas

Ahora, más que nunca, esta gran riqueza cultural y natural albergada en la Amazonía afronta diversos retos

Natalia Calderón

/ 5 de julio de 2023 / 08:20

El nombre de Amazonía proviene de la legendaria tribu de las amazonas. En la mitología griega, las amazonas fueron una raza de mujeres guerreras que se destacaban por su coraje, orgullo y belleza. Dícese que cuando los conquistadores europeos exploraban la región, se encontraron con mujeres guerreras, recordaron la leyenda y bautizaron el río con el nombre de Amazonas.

Hoy en día la Amazonía alberga el bosque tropical continuo más extenso del mundo, el cual representa el 40% de la extensión de Sudamérica y una gran biodiversidad. Además, es la cuenca fluvial más grande del mundo y contiene el 20% del agua dulce del mundo. En esta región habitan alrededor de 410 pueblos indígenas cuyos territorios abarcan 28% de su superficie y cuenta con áreas protegidas que cubren 23% de la región.

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La Amazonía se encuentra inmersa en una encrucijada debido a las altas tasas de deforestación y degradación que, combinadas, alcanzan ya el 26% de la región, y además un 66% de la Amazonía está sujeto a algún tipo de presión fija o permanente, según datos de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG).

La atención y esperanzas de los próximos días y semanas estarán fijadas en la Cumbre de Presidentes Amazónicos que se celebrará el 8 y 9 de agosto en la ciudad de Belém do Pará en Brasil, para rescatar los principios contenidos en el Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) firmado en 1978, ya que la Amazonía es clave en las estrategias de conservación de la biodiversidad mundial, al mismo tiempo que se combate la pobreza y la desigualdad en la Amazonía y promueve el desarrollo sostenible en la región, considerando el rol fundamental de los pueblos indígenas y comunidades tradicionales para la conservación de la biodiversidad en la zona.

Este evento se constituye en una oportunidad para rescatar un tratado de cooperación que ha estado vigente durante varias décadas, pero que hasta ahora ha fracasado a la hora de abordar estrategias efectivas compartidas entre los países para frenar el deterioro del bosque amazónico y enfrentar juntos desafíos como el cambio climático y la desigualdad. 

Nuestra mirada estará puesta en transitar de los discursos y declaraciones a la acción a través de una hoja de ruta conjunta, donde se tomen en cuenta los aportes de la sociedad civil, pues su experiencia en la transformación y la investigación de conflictos sociales y socioambientales en la región amazónica es invaluable en la toma de decisiones. Las organizaciones de la sociedad civil venimos jugando un rol importante en el acompañamiento de procesos locales para la construcción de alternativas viables ante la crisis climática y la pérdida de biodiversidad, por lo que contar con este aporte, así como con la información técnica y científica recabada durante años, contribuirá a la construcción de políticas de impacto y alcance duradero.

Ahora, más que nunca, esta gran riqueza cultural y natural albergada en la Amazonía afronta diversos retos, que requieren atención urgente y se constituyen en un llamado a que actuemos cual Guerreras Amazonas para defender la vida. Estamos convencidos que la cooperación, la visión integral y la acción colectiva son fundamentales para enfrentar los desafíos ambientales, sociales y económicos de la región amazónica, en particular los relacionados con la crisis climática, la pérdida de biodiversidad, la contaminación del agua y el aumento de la desigualdad, la pobreza y el hambre.

(*) Natalia Calderón es directora ejecutiva de la FAN

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