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Bolivia y Chile, ¿un mismo proceso?

Es inevitable no analizar las similitudes entre los sucesos que conducirán a Gabriel Boric a convertirse en el próximo presidente de Chile y el proceso democrático boliviano que lo antecedió en más de una década. ¿Será posible que la figura de Boric pueda entrañar más coincidencia con el ascenso de Evo Morales que con el de Salvador Allende, más allá de la simple adherencia ideológica?

¿El estallido social de 2019 en Chile es comparable con la “guerra del gas” en Bolivia en 2003? Ambas crisis surgieron del descontento social acumulado —resultado del agotamiento del modelo neoliberal—, desencadenaron una crisis política que luego se tradujo en crisis de representatividad política y culminó con el exterminio de los partidos tradicionales. En ambos periodos de irrupción social se incubaron nuevos liderazgos y emergieron nuevas fuerzas políticas como los movimientos sociales y otros segmentos hasta entonces excluidos por la clase política.

La convulsión social no solo resucitó la vetusta batalla entre la izquierda y la derecha, sino que encarnó una contienda social entre antagónicos. En Chile se produjo una disputa generacional entre la herencia pinochetista —muy arraigada en la población adulta mayor— frente a una nueva sociedad de jóvenes. En cambio, en Bolivia, la eclosión se produjo del redescubrimiento de la identidad cultural y los regionalismos.

Boric y Morales surgieron de esas crisis, cosecharon los réditos políticos de una larga lucha social que en Chile comenzó en 2006 con las protestas contra la educación desigual y en Bolivia, con el legado de Condepa y la “guerra del agua” de 2000. Ambos diputados de una izquierda reducida —en proporción a las mayorías de centro y de derecha— lograron subsistir entremedio hasta lanzar sus propias candidaturas.

Las demandas sociales no solo buscaron un cambio de gobierno, sino reformas profundas al Estado. En Bolivia, esas exigencias condujeron a la refundación del Estado Plurinacional, dejando atrás al republicano. En Chile, este proceso también ha comenzado en 2021, con la instauración de la Convención Constitucional encargada de redactar la nueva Constitución, que ya reconoció la representación política de las minorías indígenas.

La victoria de Boric —al igual que la de Morales— puede entenderse no solo por la simpatía que despertó en la población un candidato alterno, sino por la personificación que encarnaba su figura como garante del cumplimiento de la agenda de demandas sociales como la educación gratuita en Chile o la agenda de octubre en Bolivia. De otra manera, ¿cómo explicar el ascenso meteórico del ahora fenómeno Boric si no es a través del contexto social? ¿Podría interpretarse que la sociedad chilena ya habría escogido su camino y solo estaba a la espera del liderazgo que la conduzca?

Los triunfos de Boric y Morales gozaron de un amplio respaldo popular. Morales ganó su primera elección en 2005 con cerca del 54%, mientras que Boric obtendrá más del 55%. La alta participación en ambas elecciones también es un dato común. Sobresale la reciente elección chilena porque, a diferencia de la nuestra, el voto no es obligatorio y ni las altas temperaturas impidieron a los chilenos salir a votar. El empoderamiento con la figura del candidato podría explicar parte de este fenómeno democrático.

La victoria de Boric es el fracaso del desgastado modelo neoliberal altamente desigual que abanderó José Antonio Kast —su oponente—, incapaz de reinventarlo. En Bolivia, la crisis política se precipitó por las contradicciones de ese modelo entre sus postulados y magros resultados económicos.

Para los economistas neoliberales —ahora en peligro de extinción— estos resultados pueden sonar a pesadilla. La economía chilena dejará —poco a poco— de ser el ejemplo favorito de sus abstracciones. Para los recientes confesos al marxismo, la lectura de los hechos es una señal de alarma. La izquierda populista se apoderó del Cono Sur y parte del Pacífico. ¿Podría esta pandemia de zurdos afectar otras naciones vecinas? Brasil y Colombia tendrán que hacer cuarentena.

Si estas similitudes no son solo meras coincidencias de dos personajes en dos momentos distintos del tiempo, ¿qué podría deparar el futuro para el pueblo chileno viéndose con lentes bolivianos? Por supuesto sería muy pretencioso pensar que la economía chilena va a parecerse más a la boliviana en pocos años, pero las similitudes entre las propuestas económicas de Boric y el modelo boliviano dan mucho por conjeturar.

Omar Velasco Portillo es economista.