Icono del sitio La Razón

El año que se va

Ha llegado diciembre y la mayoría de la población ha desplazado a un segundo plano la pandemia. La ciudad está vestida de gala para la llegada de las fiestas de fin de año; las luces se entremezclan con el tránsito de ida y vuelta de los ciudadanos, que buscan distraerse, mirar, pasear, vivir. Esto porque el encierro y las restricciones fueron muy largos, por lo que ahora que llega la festividad de la alegría, merece que se la reciba con esmero.

Con toda razón, el Año Nuevo será —una vez más— una fiesta de esperanza, ya que nos llevará a soñar con un futuro mejor, de más oportunidades de trabajo que eleven la calidad de vida de la gente. Sobre este punto, vale la pena rememorar al filósofo Henri Lefebvre, quien afirmaba que la vida se compara con el correr del agua, ya que es capaz de transmitir confianza a nuestros cuerpos para que los movimientos sean fluidos y eleven y consoliden el estado de ánimo ante la llegada de un nuevo año.

Por otra parte, esta festividad representa el inicio de un nuevo tiempo en el que se debieran consolidar las transformaciones del siglo XXI, que si bien fueron muy duras, vinieron cargadas de nuevos desafíos que alentaron grandes reformas y novedosas visiones, con la sensibilidad siempre presente.

No podemos olvidar, sin embargo, la variante Ómicron, que se teme que llegue con fuerza al país. Pero, incluso así, hoy existe más valor para enfrentarla, debido a que la población aprendió mucho de las dos cepas anteriores, que sin duda fueron las más crueles de nuestra existencia.

Otro de los aspectos para destacar en este fin de año son las telecomunicaciones, el internet y los sistemas informatizados, los cuales lograron que el planeta alcance la interrelación, comunicación y entretenimiento más relevantes de los últimos años. Un hecho que elevó los indicadores sociales relacionados con la apropiación tecnológica y comunicacional.

Fue justamente el desarrollo de la informática y las distintas plataformas lo que durante todo este tiempo mantuvo a la población mundial en un estado de relativa calma, gracias al acceso, por ejemplo, a una inmensa cantidad de material musical. Una muestra de aquello fue la popularidad que adquirió la canción Resistiré (creada hace 33 años), cuya letra ayudó a fortalecer el alma y dar el aliento emocional ante el dolor que la gente vivía en el orbe.

Tampoco faltó la capacidad digital para exponer virtualmente bellas obras de arte, que elevaron el espíritu de las personas y mostraron la belleza creada durante los 20 siglos anteriores. De igual forma, fueron importantes aquellos otros materiales, como los audios y videos, que orientaron en los cuidados sanitarios.

Por su parte, el sistema comunicacional confirmó que el mundo es muy pequeño cuando su población requiere estar en contacto directo. De ese modo, el uso masivo de la informática y lo comunicacional, acompañados de los celulares, lograron que la población del planeta sobrellevara el impacto que causó el COVID-19.

Estamos seguros de que las personas están fortalecidas por la experiencia vivida y la sabiduría adquirida ante la adversidad. La fuerza de una sociedad como la nuestra la ha hecho capaz de enfrentar no solo los duros problemas sanitarios, sino también económicos. Es que gracias a sus múltiples habilidades creativas, la población logró sustentar a su familia y a la vez avanzar con seguridad hacia el futuro.

Felices fiestas, bolivianos y no bolivianos que radican en esta tierra, que bien merece tener un mañana mejor, sin olvidar que su fuerza radica en la unidad del país.

Patricia Vargas es arquitecta.