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El rock como fenómeno social

El buen rock en inglés viene de un lejano imperio y el buen rock en español viene de cerca, es argentino. Nadie duda de ello. Y en el Olimpo gaucho convive un personaje que sobrepasa la calidad musical de sus colegas con otras destrezas: el Indio Solari.

El Indio (Carlos Alberto Solari, 1947) gambetea las fronteras del brillante rock argentino pisando el área de las pulsiones urbanas, girando jubiloso sobre su eje, y saltando hacia la médula de los imaginarios sociales. Posee un toque de genialidad perversa con el que convoca a una fanaticada que crece y crece sin parar, cautiva a generaciones de fanáticos con metáforas y sonidos que nacen de esa alma arrabalera tan proclive a los excesos del sentimiento, y con recursos lingüísticos propios evoca imaginarios profundos que superan con demasía a los provenientes de estudios académicos o de la politiquería. Pregunto, ¿cuántos artistas pueden lograr semejante representación simbólica?

Empezó su fulgurante carrera en los años 80 con una banda emblemática, Patricio Rey y los redonditos de ricota. A partir de entonces creció como una mancha urbana hasta congregar, hace poco y con su nueva banda, Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, a más de 300.000 fanáticos. Para que se entienda mejor: El Indio Solari es el único rockero que reúne masas que no solo bailan y enloquecen el día del concierto, sino que antes y después viven en campamentos apropiándose de los espacios públicos; es decir, Woodstock reinterpretado en clave gaucha, quintuplicando la población con música, carpas, descontrol, choripanes, pericos, fernets y otras acciones de extravagancia colectiva. El Indio Solari sube al escenario como un Nosferatu musical y las garras de su genialidad tocan las teclas del nervio social, pone en juego una catarsis colectiva donde se expulsan los demonios de una sociedad envilecida que precisa de esos actos catárticos. No solo es un concierto de rock, es el pogo más grande del mundo, de muchas generaciones y variadas clases sociales girando con el Jijiji de Su Majestad. Como expresan los estudiosos sociales, se trata de un “discurso Monista” donde se mezcla “lo alto y lo bajo, lo bueno y lo malo, Dios y el diablo… No se fragmenta la realidad entre lo que debe ser y lo que es”.

El Indio Solari no volverá a los conciertos de rock más memorables del país vecino. Declaró que tiene Alzheimer y poco a poco perderá sus capacidades artísticas y creativas. Tampoco sabe cómo se volvió el Indio y cómo ese alter ego logró representar el alma exultante de un pueblo en cada “misa ricotera”, solo sabe que “a medida que uno se pone grande aparece la cosa de sumergirse en la nada”.

Carlos Villagómez es arquitecto.