En movimiento
Evo Morales regresó a la Casa Grande del Pueblo después de 13 meses y 17 días. Lo hizo como presidente del MAS. Llegó en taxi y cruzó los controles con las manos en los bolsillos antes de dirigirse al piso X para reunirse con el Presidente y Vicepresidente del Estado, el presidente de Diputados y dirigentes del Pacto de Unidad.
Es posible que este evento sea el acto más importante para el funcionamiento del partido de gobierno desde que Luis Arce asumió el mando del Órgano Ejecutivo. Sin duda, la faceta anecdótica del hecho —el retorno de Evo Morales— es secundaria frente a la importancia de dicho cónclave. Es la primera vez que se reúnen, formalmente, los actores relevantes del MAS para evaluar y definir tareas de gestión. Eso se conoce —en teoría política— como “coordinación institucional entre las diversas áreas organizativas de un partido de gobierno”.
Es una respuesta de las élites dirigentes a la vocación unitaria demostrada por las bases del MAS en la “marcha por la patria”. Esa marcha no tuvo un nítido objetivo, pero puso en evidencia la fuerza de esa “voluntad colectiva nacional-popular” que recuperó la democracia con un contundente triunfo en las urnas y, ahora, demanda la reconducción del “proceso de cambio” que ingresó —golpe de Estado y pandemia de por medio— en una fase que exige cierta reformulación programática. Esa vocación de las bases fue percibida como una exigencia de unidad en la cima del partido y la reacción fue oportuna. Oportuna, porque el MAS necesita forjar un modelo decisorio que sustituya al esquema de manejo gubernamental vigente durante las gestiones de Evo Morales y que funcionó en torno a la centralidad de un liderazgo que ejercía los cargos de presidente del Estado y presidente del MAS, entre otros. No pudo forjarlo antes porque —entre el golpe de Estado y el retorno al poder— se impuso la necesidad de tomar decisiones de manera contingente. Y tampoco durante el primer año de gestión gubernamental porque no estaban definidos los papeles de los actores relevantes del partido que, además, entraron de manera prematura en una errónea disputa por la candidatura presidencial para 2025. Errónea y asincrónica, como fue la apuesta por la reelección de Evo Morales desde fines de 2015.
Por esas razones, es importante que se establezca un modelo decisorio en el gobierno de Luis Arce que incluya un rol para el presidente del partido. Desde su retorno al país, Evo Morales asumió la presidencia del MAS e impulsó su institucionalización, no obstante, el fortalecimiento del partido provocó —y provoca— algunos conflictos con —y en— las organizaciones sindicales, como ocurrió en las elecciones subnacionales de 2021. Durante un año, el partido ha sido un recurso de poder utilizado por Evo Morales para restituir su liderazgo —histórico— aunque sin cuestionar ni disputar la autoridad de Luis Arce (la hipótesis de “presidente títere” es absurda); no obstante, tampoco se estableció un mecanismo formal de participación colaborativa del presidente del MAS puesto que no se articuló un modelo de toma de decisiones que contemple una instancia de coordinación entre las distintas áreas organizativas del partido de gobierno. Un modelo que fortalezca la autoridad presidencial en el manejo del Órgano Ejecutivo y la coordinación con la bancada parlamentaria. Es posible que la reunión del 27 de diciembre pasado sea un paso firme en esa dirección. Si es así, el MAS habrá dado un salto cualitativo para asegurar la estabilidad interna del Gobierno porque estaría definiendo un nuevo mapa de poder organizativo como partido. Nada más, nada menos.
Fernando Mayorga es sociólogo.