Icono del sitio La Razón

Un horizonte de esperanza para 2022

“La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”, escribió Cortázar como contraargumento al pesimismo existencial de Oliveira —protagonista de La Rayuela— frente a la vida. En efecto, la esperanza es la fuerza que hoy moviliza a la humanidad en defensa de la vida. La esperanza colectiva no es una emergencia espontánea o un maná divino, es el horizonte que resulta de la movilización social. Efectivamente, ante la crisis general y la pandemia, la defensa de la vida está inmersa en los movimientos globales de lucha contra la desigualdad y la pobreza, el racismo y la discriminación, la privatización de los bienes públicos y comunes, el deterioro de los ecosistemas y el calentamiento global, la explotación, el patriarcado, etc.

La esperanza ha vuelto a ser patrimonio de las bolivianas y los bolivianos. Tras grandes movilizaciones sociales en 2020 para la recuperación de la democracia, las energías colectivas están enfocadas en la lucha contra el COVID-19 y la reconstrucción económica. La tasa de crecimiento económico estimada para Bolivia en 2021 asciende a al menos 5%, lo que expresa la energía colectiva y la movilización social que alimentan un horizonte esperanzador. La sociedad boliviana ha reencontrado el entusiasmo por el futuro con justicia social.

Hoy, la esperanza colectiva en Bolivia es resultado de políticas económicas en defensa de la vida mediante vacunas gratuitas de acceso universal contra el COVID- 19, el apoyo a la reconstrucción productiva como fuente de trabajo y sustento de las familias, y la asistencia con bonos sociales de las personas más vulnerables. La esperanza ha vuelto con la reconstitución del modelo económico de crecimiento y redistribución de la riqueza que, además, en su segunda fase está orientado a la Industrialización con Sustitución de Importaciones (ISI). La ISI ofrece la tasa de interés más baja de la historia —0,5% anual— para que pequeños, medianos y grandes productores industriales y agropecuarios reactiven sus actividades industrializando Bolivia.

La justicia social es otra dimensión importante de la esperanza colectiva. La política económica en 2021 no ha descuidado esta dimensión. De hecho, Bolivia ha reforzado la progresividad del sistema tributario con la devolución de impuestos a los ingresos bajos y la aplicación de impuestos a las grandes fortunas. Ante la crisis actual, el viejo mundo está discutiendo profundamente la desigualdad y, por ejemplo, el impuesto a los megamillonarios; en ese sentido, Bolivia se ha adelantado a los debates mundiales, y hoy es paradigma del cambio. Así, la esperanza colectiva de las bolivianas y bolivianos es que la recuperación económica será justa y los beneficios serán redistribuidos progresivamente.

El 2022 es una gestión de muchos retos para la humanidad, aún está pendiente el acceso masivo a las vacunas contra el COVID-19 en los países más pobres. Asimismo, el mercado mundial no es más el espacio de certidumbre institucional de las sociedades, es decir, es un momento liminal de búsqueda de alternativas críticas y heterodoxas, locales y/o nacionales. Por lo mismo, 2022 continuará movilizando las energías colectivas de los movimientos globales por la defensa de la vida. Bolivia ha hecho una lectura correcta de la situación, y ha encaminado una política económica enfocada a enfrentar ambos problemas cruciales. Por tanto, este año presenta un panorama positivo para Bolivia en la construcción de una “nueva normalidad” de recuperación, crecimiento y justicia social.

Ariel Ibáñez Choque es economista.