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Vacaciones para el deporte

En medio de una nueva ola de contagios de COVID-19 que se extiende por todo el mundo, los funcionarios deportivos se esfuerzan en pensar cómo mantener sus temporadas con los horarios intactos, y así garantizar la rotación habitual de competencia e ingresos. No deberían vacilar con una estupidez como esa. Es hora de hacer una pausa en los juegos, partidos y encuentros. Si en realidad nos interesa la salud pública, y estamos comprometidos en frenar el virus y salvar vidas, debemos mirar la tormenta que se ha formado y resguardarnos de ella.

Que los deportes se reanuden en febrero o más tarde. Para ese entonces, si hacemos lo correcto y hemos trabajado de manera colectiva a fin de ralentizar la propagación y la proliferación de variantes, podremos volver a los partidos. Solo que esta vez tendremos un renovado sentido de diligencia y restricciones más estrictas.

En este momento, en el mundo del deporte, hay una sensación ineludible de déjà vu, en la que el miedo y la incertidumbre por el coronavirus vuelven a causar estragos. Han pasado 20 meses y casi todo el mundo ha flexibilizado sus medidas de supervisión. En el deporte, donde la proximidad de la competencia y el compañerismo facilitan aún más la propagación viral, los jugadores, aficionados y oficiales han cedido como si la guerra contra la pandemia hubiera terminado. Pero ahora nos enfrentamos a una nueva dura realidad: otra ola, impulsada por la variante Ómicron, que es altamente transmisible, agrega otra capa de peligro.

¿Qué debería hacer el mundo del deporte? Tomarse unas vacaciones. Nada de partidos. Nada de prácticas. Que ningún fanático esté apretujado en las gradas sin un cubrebocas, propagando Ómicron cada vez que grita con entusiasmo por su equipo y choca las manos con otro fanático.

Reúnanse en febrero o después, evalúen dónde estamos y qué debemos hacer mejor, luego consideren si deben reanudarse las actividades. Si eso significa temporadas más cortas y juegos perdidos y carreras en suspenso, que así sea. Estamos en guerra con el virus y el mundo del deporte se encuentra entre las fuerzas sociales más poderosas del mundo. Debe tomar la iniciativa para hacer lo prudente y pausar los programas.

A los jugadores no les gustará. En su mayoría, son demasiado competitivos y están demasiado convencidos por una sensación de invulnerabilidad física. No están dispuestos a bajarle el ritmo a su buena racha, ni siquiera por un tiempo. Las ligas, los dueños de equipos y los patrocinadores alzarán su voz en contra de esto debido a su insaciable deseo de ganar dinero, dinero y más dinero. A los fanáticos no les gustará. Nadie quiere perderse más espectáculos deportivos, mucho menos ahora que estamos cansados de preocuparnos por la enfermedad, y que estamos necesitados del alivio que los juegos pueden proporcionar.

Si logramos capear el temporal, podremos reanudar los juegos más tarde. Y, cuando lo hagamos, tendremos que implementar algunos cambios. Se acabó el tiempo de pedir por favor. La mayoría de los jugadores y el personal de los equipos están vacunados, lo que sigue siendo, con mucho, la mejor manera de controlar las enfermedades graves y la hospitalización. Ahora es el momento de que todos participen.

Es hora de que las ligas deportivas exijan la vacunación de todos los jugadores. Sin vacunas, no deben realizarse juegos ni prácticas, ni pasar mucho tiempo en las instalaciones centrales de los equipos. Es hora de volver al rigor de las pruebas diarias. Es hora de que todos los equipos exijan un comprobante de vacunación por parte de los aficionados y, eso sí, el uso de cubrebocas. Cuando vemos a 100.000 fanáticos apiñados hombro con hombro en los estadios más grandes, un mar de multitudes desenmascaradas, todos gritando a todo pulmón, ¿qué mensaje envía eso? Envía este mensaje: todo está bien. Podemos relajarnos. No hay necesidad de preocuparse. Pero deberíamos estar muy preocupados porque, una vez más, se avecina un incendio forestal. Y eso es motivo suficiente para tomarnos unas vacaciones de los deportes.

Kurt Streeter es columnista de The New York Times.