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La sustitución de importaciones y la crisis de los 80

La crisis de los años 80 tuvo su origen una década antes y, paradójicamente, en el periodo de mayor bonanza económica; tuvimos la mayor magnitud de excedente económico, que pudo ser utilizado para cambiar el patrón de acumulación. El régimen de Banzer lo despilfarró, desaprovechando la oportunidad, y nos llevó a la catástrofe.

Desde 1970 hasta 1976 se registraron los mayores niveles de crecimiento: 1973 tuvo 6,9% de tasa de crecimiento del PIB real; en 1976, de 6,8%, y a partir de 1977 cayó hasta 1980, con 0,8%. Constatamos que no fue la deuda externa, puesto que en 1970 fue de $us 524,4 millones, en 1976 de 1.123 millones y en 1980 de 2.312 millones; el endeudamiento externo vino a partir de 1976.

La explicación está en la apropiación y el uso del excedente económico que generó el país. Antes es preciso dotarnos del elemento político de la época. A inicios de los años 70 se dieron cambios políticos en el Cono Sur con la implantación de regímenes autoritarios, lo que tuvo su resultado principal en la relación del Estado con la economía. Resumimos indicando que fue prioridad el sector privado y no el público; en Bolivia esto tuvo su correlato en la dictadura de Banzer. La magnitud del excedente económico fue grande, se conformó por un PIB alto, precios elevados de las materias primas y la política de congelamiento de los salarios. El excedente fue mayoritariamente al “sector privado, principalmente al desarrollo agropecuario de la zona oriental, con el objetivo de mejorar y diversificar su producción, sin obtenerse los impactos deseados” (UDAPE, AE v. 20; 65). También Grebe indica que el “excedente apropiado por el Estado fue privatizado en lo esencial” y se trasladó casi en su totalidad al sector privado (Grebe, 1983; 108) a través de la instrumentalización de diferentes políticas económicas. Pero, resulta que este excedente ya distribuido no fue utilizado productivamente, sino que fue usado al gasto de consumo, iniciándose de esta manera el uso del excedente en gasto improductivo y la especulación financiera. Al analizar la formación bruta de capital fijo, que es la acumulación del capital, constatamos que la utilización del excedente fue a favor del sector privado y no se tradujo en acumulación de capital. Este hecho fue el germen de la hiperinflación de los años 80 porque se desalineó la oferta de la demanda, ya que se abandonó la regularidad de la producción que tiene que ir de acuerdo con el consumo de los hogares y el consumo productivo. Todo esto desembocó en una crisis de producción.

La CEPAL, a mitad de los años 90, propuso un modelo económico en su documento Transformación productiva con equidad. Tiene como punto de partida, generalizando para toda Latinoamérica y el Caribe, un retroceso en la década de los 80 y argumenta que “constituyó, en términos históricos, un punto de inflexión entre el patrón de desarrollo precedente en América Latina y el Caribe”. El modelo está basado en la inserción internacional y propone abiertamente exportar.

Esta generalización no encaja con el caso como el de Bolivia; más bien la aplicación de estas recomendaciones, por parte de la élite neoliberal, trajo consecuencias desastrosas. Todos estos hechos indican que el modelo de sustitución de importaciones no fue llevado de la mejor manera en el país, y el desconocimiento de la realidad económica de lo que sucedió entonces lleva a sostener que ese modelo no funcionó, y, por lo tanto, no puede ser aplicado en una economía que necesita industrializarse para mejorar las condiciones de vida de la sociedad.

El camino que toca recorrer ahora es el de una industrialización por sustitución de importaciones que no está reñido con la educación en tecnología, sino que todo lo contrario, puesto que todo proceso de trabajo tiene como elemento central, indisoluble, el desarrollo tecnológico que permita reducir el tiempo de trabajo en su producción y, obviamente, su precio en el mercado; este modelo tiene como objetivo, en una primera fase, la producción interna que sustituya importaciones y que compita dentro de nuestras fronteras con los precios de las mercancías de otras latitudes, y en una segunda fase, competir en los mercados internacionales con las mercancías de la aldea global.

Efraín Huanca Quisbert es economista.